IMPERIO 64.

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Samadhi llora con impaciencia, mientras que yo estoy por volverme literalmente loco entre balances financieros, una tonelada de papales que debo revisar, firmar, autorizar, enviar a los contadores y su llanto que no he dejado de escuchar la última media hora.

—No me ayudas mi amor. — La observo en el asiento mecedor que tampoco ha logrado calmarla. — Necesito que hables de una vez por todas y me digas que es lo que quieres. — Resoplo.

Obviamente eso no va a pasar. Tiene tres meses solamente, pero siento que llevo siendo su papá un millón de años. Las mellizas con un mes están volviendo loca a Rachel y tiene cuatro nanas, a diferencia de Hats ella si quiso a su ejercito de nanas desde que llegaron a casa.

—¡Samadhi! — Abre mucho sus ojitos todavía llenos de lágrimas cuando subo un poco la voz.

Me mira fijamente moviendo desesperada sus manitas y sus labios tiemblan en un puchero antes de soltar un enorme grito que estoy seguro pudieron escuchar en recepción del primer piso. Sé que extraña a Hats, nunca se separa de su madre, pero tenía que estar presente en algunas reuniones de algunas empresas de Max que esta de viaje y no podía atender él mismo.

Hats casi se puso a llorar también cuando salió de la casa perfectamente arreglada para las reuniones, y bueno, llevo como dos horas en mi despacho con mi hija que lleva más de media hora siendo un monstruo que no deja de llorar.

—Tienes que dejar trabajar a papi, que de esto se compran tus juguetes y tu ropa de diseñador que usas una vez. — Pero eso solo la hace sollozar más justo en mi oído.

Diez minutos después estoy caminando como loco por mi despacho con ella todavía en mis brazos, bebiendo su biberón con la leche que yo terminé probando hace algunas semanas. Al menos dejo de llorar, pero es difícil e incomodo caminar, cuidar su biberón, a ella en mis brazos y revisar la declaración que debo autorizar a los contadores.

Quién diga que los hombres no podemos hacer dos cosas a la vez, es porque no me han visto a mí en modo papá y dueño de empresas. Tengo que hacer mil cosas a la vez. No quiero ni imaginar el día que deba venir con mis tres hijas a la oficina.

—Es ridícula la cantidad de impuestos que debemos pagar. — Le suelto a mis contadores y asesores.

Samadhi esta profundamente dormida en mi pecho, pero también tengo que resolver esto y no me importa la mirada de curiosidad que me dedican los hombres y mujeres sentados en la costosa mesa de la sala de juntas. Soy el dueño de todo, pero también soy papá de tres niñas.

—Señor, ha realizado muchas compras, tenemos una alta cantidad de egresos. — Comienza Jocelin. La encargada del departamento de contaduría. — Pero la cantidad de ingresos también ha sido excesiva.

Por supuesto que estoy orgulloso de que ha Ivanova Enterprise le vaya tan bien. Sí, gastó demasiado dinero en comprar empresas, pero también ingresan miles de millones de dólares como ingresos. Por supuesto hay un margen de perdida, siempre lo abra, pero no es nada que alarme a los contadores y mucho menos a mí. Sé muy bien como llevar esta empresa, estudie finanzas por algo.

—Señor, estamos al día y en orden con toda la facturación. Ya hicimos todo para reducir la cantidad final que usted ya vio. — Habla otro de los contadores.

—Compren autos para los agentes de bienes raíces. — Me miran extraño. — No me importa en que tengan que generar egresos de Ivanova Enterprise, pero quiero que esa cifra baje. Tenemos tiempo antes de la declaración.

—Señor, aun tenemos poco más de veinte millones de dólares. — Alzo una ceja. ¿Veinte millones? ­— De la herencia de su abuelo.

Es muy extraño que se refieran a Adrik Ivanova como mi abuelo, cuando yo jamás lo he considerado como tal; es imposible, ni siquiera lo conocí y la familia habla muy poco de él como para sentir que tengo un vínculo familiar.

AIDAN. (Imperio #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora