IMPERIO 45.

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Mi hermana me dijo que Hats todos los días estaba en el hospital conmigo y que lloró demasiado cuando no me encontraban. Ella piensa que no lo sé pues me sigue diciendo que no me extraño ni un poquito y mucho menos lloro por mí. Pero no solo hizo eso, también donó sangre a pesar de su fobia.

Incluso sigo recordando en mi sueño cuando en medio de gritos y sollozos me pedía que no le hiciera eso. A decir verdad, a nadie le he comentado sobre el sueño, quizá vayan a pensar que me volví loco debido al golpe de la cabeza, o mi abuelo William por ser neurólogo me vaya a querer hacer un sinfín de estudios para descubrir que me paso. No he vuelto a soñar o a ''ver'' a mi abuela, así que prefiero seguir recordando eso.

— ¿Cómo te sientes? — Me pregunta la enfermera.

— El brazo es lo que más me molesta.

Me pone un poco más de medicamento y me cambia la gasa de la cabeza, además de revisar mi nariz pues mi abuela me tuvo que prácticamente reconstruir la nariz. Todavía no puedo respirar con normalidad, hablar o comer es como si corriera diez kilómetros, me siento cansado.

— Vamos a hacer más estudios para comprobar que tu hombro y costillas estén sanando bien.

Hats le agradece y se va. La verdad es que las enfermeras no son tan malas y no me refiero por qué sea atractiva, de hecho, es una mujer mayor. Me he negado a verme en un espejo, sé que tengo todo el rostro lleno de golpes y se suman los moretones normales después de una cirugía en la nariz.

Supongo que he sido bastante amable con médicos y enfermeras, trato de hacer lo que me piden, pero muchas veces es complicado, solo quiero irme de aquí, regresar a mi casa con Hats y mi familia. Necesito dejar de estar en este maldito hospital drogado.

● ● ●

Dos días después ya no me mantienen tan drogado y ya me siento más yo, no sé cómo es que algunas personas se drogan por gusto. No me agradó para nada la idea de sentirme fuera de mí y no poder controlar lo que decía. No, no vale la pena drogarse. Por suerte no me siento como drogadicto en abstinencia. Hasta ese momento fue cuando le creí al médico de que no me iba a volver adicto.

— Papá, estoy bien, ya puedo estar de pie. — Me ignora.

Ayer me dejaron ponerme de pie, pero literalmente fueron solo dos minutos antes de pedirme que regresará a la cama cuando todo me comenzó a dar vueltas, incluso vomite. Una cirugía cerebral no es cualquier cosa además de que la razón por la cual me mantenían sedado fue porque hubo inflamación.

Jamás me había dado tanto gusto discutir con mi papá, eso significa que me siento mejor y mucho más lúcido sin estúpidos medicamentos. Casi quiero golpearlo para que me grite y nos peleemos. Es todo lo que necesito.

— Esto me recuerda cuando eras pequeño. — Mamá está apoyada en el marco de la puerta.

Intenta disimular, pero también sé que evita mirarme mucho tiempo a los ojos para no llorar, debo tener el rostro lleno de moretones. Ha respetado que no quiera verme al espejo.

— Cuando comenzabas a caminar y no querías aceptar la mano de nadie más, solo de papi. — Sonríe. — Y cuando lo pudiste hacer tú solo ya no querías que nadie te ayudara, así como ahora.

Exactamente así es como me siento, como un bebé que aprende a caminar y sus papás están detrás de él todo el tiempo para que no se caiga. Y como cuando era pequeño, quiero que me dejen caminar solo, pues puedo hacerlo perfectamente bien. Los médicos ya comprobaron que no quede cuadripléjico por la cirugía, no entiendo por qué deben estar detrás de mí como bebé. Ni la cirugía ni el golpe hicieron que olvidara como hacer algo tan sencillo: caminar.

AIDAN. (Imperio #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora