CAPÍTULO 1 VENGANZA

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Santiago sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, no fue necesario volverse para darse cuenta de quien había entrado al bar del hotel donde se encontraba junto con sus hombres, lo supo de inmediato.
Giró su rostro hacia el lugar donde se encontraba Bruno, sus ojos se posaron en aquella mirada penetrante que lo observaba como si quisiera meterse muy dentro de sus pensamientos y saber que pensaba.

Él solo lo observó con una mirada impasible y aquél hombre corpulento entendió lo que su jefe esperaba de él, luego él, a su vez recorrió con la mirada el local, observando a cada uno de los hombres que estaban distribuidos en lugares estratégicos...

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Él solo lo observó con una mirada impasible y aquél hombre corpulento entendió lo que su jefe esperaba de él, luego él, a su vez recorrió con la mirada el local, observando a cada uno de los hombres que estaban distribuidos en lugares estratégicos, listos para actuar a una orden suya y con un ademán de cabeza les indicó que esperaran.

Santiago tomó su copa y bebió un pequeño trago... esperando...solo esperando...
Ya había tomado una decisión. No lucharía más, tenía que hacerlo por ella, por la única mujer que había
amado en su vida, se lo debía, ella merecía ser feliz y que mejor que al lado de su pequeño hijo, sin sobresaltos, sin angustias, sin contratiempos. Por fin ella podría ser libre, libre de él, libre de todo, sabía que, por su propia voluntad, jamás la dejaría, no podía, ella era su vida. La única ocasión en la que estuvo lejos de ella, casi se vuelve loco, una segunda vez no lo soportaría.

Lentamente dejo su copa en la barra, cuando escuchó aquella voz a sus espaldas, por su tono dedujo que se trataba de un chico que aún no habría sobrepasado los dieciocho.

_ ¡Santiago! -Gritó aquel joven lleno de furia observando a los presentes y esperando a ver quién se daba a conocer.

Él se volvió lentamente, no sin antes dirigir su mirada hacia su capataz, indicándole con ésta, que todo estaba bien, que todo estaba bajo control y con un movimiento casi imperceptible de su mano le ordenó que esperara, luego su mirada se volvió hacia aquél grupo de jóvenes que acababan de irrumpir en el lugar, solo eran tres y como supuso dos de ellos apenas si tendrían 18, no les prestó mucha atención, porque su vista ya estaba puesta en el más joven, sus miradas se encontraron. Los ojos de él destilaban odio, resentimiento y un dejo de tristeza. Santiago sintió lastima, ese joven estaba a punto de echar a perder su vida, él lo sabía y no haría nada por detenerlo, después de todo, era probable que no se quedara a esperar a la autoridad.

_ ¡Eres un maldito asesino! -Gritó el joven sin apartar su mirada de él. _ ¡Mataste a mi hermano! ¡Eres un cobarde!

Bruno se sobresaltó y de forma instintiva se llevó la mano hacia la pistola que traía fajada a la cintura, los demás hombres hicieron lo mismo, pero Santiago los detuvo con la mirada.

Los jóvenes ni siquiera se enteraron del peligro en el que estaban, ya que los dos mayores estaban atentos al más chico y éste estaba concentrado en lo que estaba a punto de hacer.

Después de haber estado indagando por muchos días por fin había dado con el hombre que asesinó a su hermano, por fin descubría su rostro, al verlo no le pareció que el fuese capaz de hacer lo que hizo, pero lo había hecho, le había arrebatado la vida a su querido y único hermano. Él sabía que quizás eso no habría sucedido, si su hermano no se hubiese aliado con gente mala, pero lo había hecho y ahora estaba muerto, por causa de una venganza, una venganza por algo en lo que él, no habia tenido nada que ver y por lo que ahora, él estaba frente a su asesino, dispuesto a vengarlo y por ende, a tirar su vida que apenas comenzaba, a la basura.

Su mirada se encontró con la de Santiago, esperaba ver odio, coraje, quizás sorpresa, sin embargo, no vio nada de eso, para su propia sorpresa lo que sus ojos vieron fue algo indefinido, una mezcla de lastima y paz, ¿cómo un hombre podía tener paz ante la muerte y sentir lastima por su propio verdugo? se preguntó, pero ya era demasiado tarde para reflexionar y arrepentirse.

Su mirada se encontró con la de Santiago, esperaba ver odio, coraje, quizás sorpresa, sin embargo, no vio nada de eso, para su propia sorpresa lo que sus ojos vieron fue algo indefinido, una mezcla de lastima y paz, ¿cómo un hombre podía tener paz...

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A partir de ese momento las cosas sucedieron tan rápido que nadie atinó a reaccionar, por inercia jaló del gatillo, no una, ni dos veces, simplemente, vació la carga de su pistola sobre aquél hombre, que caía a sus pies sin hacer nada por defenderse.

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