CAPÍTULO 27 Parte 3

2.2K 302 21
                                    

Todos lo miraban sin poder creer lo que estaba diciendo.

_ ¡Tienen lo que queda de este día para tomar sus cosas y largarse! No sé a dónde, ni me interesa, y por su bien espero no volverlos a ver en mi vida.

_ ¡No puedes hacerle esto a tus hermanos! - intervino su madre de nuevo. ¿Qué va a ser de ellos a dónde van a ir?

_ ¡Ese no es mi problema, pero si el tuyo, porque tú estás incluida!

_ ¡No puedes hacer eso! - exclamó escandalizada. _ soy tú madre, también soy dueña de todo lo que tú tienes.

_ Te recuerdo que mi padre me dejó todo a mí, ni siquiera a ti te contempló y ahora entiendo por qué, nada de lo que poseo te pertenece y tú al igual que todos, vas a salir de éste lugar.

_ ¡Estás loco! - lo miró furiosa. _ ¡tu sin mí no eres nada, yo soy quien manda aquí por si no te has dado cuenta, siempre has sido un títere en mis manos. Siempre fue tan fácil controlarte! - lo miró con burla. ¡Unas palmaditas en la espalda unas cuantas palabras de amor y listo, eras mío por completo. Yo soy la fuerte aquí, yo soy quien siempre ha tenido el control!- lo tomó del brazo.

_ ¡Dije que se acabó madre! - se soltó con brusquedad. _ ¡jamás volveré a caer en tus redes, por desgracia descubrí demasiado tarde quien eras en realidad, pero ya no me importa, ni me importa lo que suceda con ustedes, ya no son mi responsabilidad, les advierto que desde este momento no tienen acceso a nada que me pertenezca, sus cuentas, aunque no están canceladas, ahora tienen un límite de crédito y les sugiero que piensen muy bien en qué gastan el dinero porque es lo justo para que sobrevivan solo por un tiempo, en lo que consiguen un trabajo y se ganen la vida por sí mismos, es todo lo que haré por ustedes y no lo hago por ustedes, lo hago por consideración a sus hijos!

Dio la media vuelta para marcharse.

_ ¡Y yo que voy a hacer! - hablo Karina por primera vez.

_ ¡Tu! - se volvió hacia ella. _ trabajar como lo tendrán que hacer los demás, o que te mantenga tu cuñado, miró a su hermano y a su esposa Lidia. Ella era la única que se veía angustiada, la única quien parecía lamentar la situación, no por quedarse sin nada, sino por él daño que le habían hecho a él, a su esposa, a su hijo, era la única que desde el principio se había mostrado compungida, no como los demás que mientras pensaban que se trataba solo de otra llamada de atención más, parecían indiferentes, pero cuando les dio donde les dolía, en lo económico y que supieron que hablaba en serio, fue cuando reaccionaron y no con muestras de arrepentimiento, si no de enojo, de furia contra él. Fue entonces cuando su madre una vez más intentó culpar a los demás, para librarse a ella misma, sin embargo, esta vez, nadie aceptó su imposición, y los reproches y las acusaciones empezaron a caer de unos contra otros.

Santiago los miró asqueado, esa era su gran familia, aquella a la que había defendido a capa y espada, aquella, por quien hasta hacia unos días hubiera estado dispuesto a dar la vida. Escuchó con sorpresa las acusaciones y los reproches. Por sus propias palabras se dio cuenta de que todo cuanto se decía de ellos era verdad. Habían conspirado contra su esposa, contra su hijo y se acusaban unos a otros. Como en una bruma escuchaba la voz de su madre acusando a los demás, intentando que asumieran la culpa de lo que ella había hecho y los escuchaba a ellos negándose y desenmascarándola, confesando a su vez lo que ellos sí habían hecho.

Dio la vuelta para marcharse, ya había escuchado suficiente, y ya había dicho lo que tenía que decir. Nadie de ese grupo merecía segundas oportunidades, tampoco esa arpía, que detuvo su paso intentando convencerlo de no dejarla en la calle.

_ Santiago. Espera por favor. - lo tomó del brazo.

Él se soltó de un tirón y la mandó por los suelos, no le importó, la dejo ahí mirándolo dolida y desconcertada, no era nada para lo que merecía. Ya la vida se encargaría de cobrársela. Estaba seguro. Ahora tenía algo más que hacer fuera de ahí. Que los buitres se destruyeran entre ellos mismos.

Salió y tomó una bocanada de aire fresco, ellos ni siquiera habían notado su ausencia enfrascados en su encarnizada pelea como estaban. Lo último que había visto y escuchado de su ejemplar familia habían sido gritos, jaloneos, empujones y acusaciones.

No los quería ver jamás. Se marchó seguido de Bruno, las instrucciones ya las había dado a sus hombres, que se quedaron para hacer cumplir sus órdenes, sin embargo, él se iba con una gran opresión en el pecho y con el corazón destrozado.

La angustia que sintió en esos momentos en que rompió todo lazo con su familia era similar a la que experimentaba ahora. Sintió un dolor atenazar su corazón, como el que había experimentado cuando se quedó solo, cuando desde su casa miró como sus hombres sacaban a su familia, cuando
después de que todos se hubiesen marchado, recargo su espalda en uno de los muros exteriores de su casa y derrotado se fue deslizando hasta quedar sentado en el piso, abrazado a sus piernas, y una vez más lloró como niño, teniendo como único testigo a su fiel amigo Bruno que se había apartado algunos metros. No le importó llorar delante de él, Era el único que conocía todas sus miserias, todos sus secretos, todo lo que él era, bueno y malo, ni siquiera Elizabeth lo había conocido a tal grado, porque él nunca se lo permitió, había tenido terror de que ella lo rechazara o lo que era peor, que lo odiara cuando se enterara de quién era él en realidad, las cosas que había hecho y en lo que había andado metido. Con ella había querido hacer borrón y cuenta nueva.

Pero ahora estaba ahí, solo angustiado, derrotado sin familia y sin la mujer que tanto amaba, en menos de una semana había perdido todo lo que verdaderamente importaba. Cerró los ojos, quería desaparecer, ansiaba la paz que otros tenían y que a él le era negada.

Escuchó abrirse la puerta, y volvió de sus recuerdos seguramente era una de las enfermeras que lo monitoreaba, quizás ella se daría cuenta de su dificultad para respirar e hiciera algo.

Escuchó voces eran dos o tres personas, no distinguía bien, hablaban casi en susurros.

Un escalofrío recorrió su cuerpo y el temor se apoderó de él, seguramente estaban ahí sin permiso, ya que aparte de no querer ser escuchados, a ese lugar no podía entrar más de una persona a la vez.

_ ¡Acabemos de una vez con esto! - escuchó la voz conocida de uno de los hombres.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora