CAPÍTULO 31 TE ODIO

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Seis meses, seis meses es lo que el maltrecho cuerpo de Elizabeth tardó en recuperarse, cinco de los cuales, pasó recluida en la habitación de un hospital, luego, durante tres meses más, estuvo encerrada en la casa que ahora compartía con Mariana, luchando día a día, con el horror que le provocaba, el tener que poner un pie fuera de ella. Solo con mucha paciencia y mucho amor de parte de sus amigas, es que ella fue capaz de ir superando esa fobia.

Su salud y su cuerpo igualmente se fueron recuperando, no así su alma, había sido herida y era una herida de muerte. Santiago había logrado aniquilarla, ¿si tan solo supiera por qué? se preguntó una vez más, por más que intentaba recordar no podía, sus pensamientos se perdían en una bruma, solo recordaba haber sido invitada a la celebración que tenían en la casa de su suegra, fue algo extraño porque ella no la quería, y jamás la incluía en sus fiestas o reuniones, pero esa noche, se había portado muy amable, muy solícita. Ella aceptó por Santiago, por no ser un motivo de discusión con su madre, cuando ésta le pusiera la queja de lo malagradecida que era su esposa.

Asistió y permaneció por espacio de media hora, tomó solo una bebida que su suegra le llevó amablemente y se retiró poco después, ya que empezó a sentirse indispuesta. A partir de ahí no recordaba nada, no supo en que momento llegó a su casa, ni como terminó en la cama, quien la ayudó a vestirse para dormir, solo recordaba cuando volvió en sí, al sentir un jalón y ser levantada con brusquedad de la cama. Sentía que el brazo se le partía en dos de lo fuerte del agarre de Santiago y luego cuando logró enfocar la vista en él y ver esa mirada fría, cargada de odio, sintió terror al ver surgir ese instinto asesino en su mirada. Sabía que si no salía en ese momento, como él se lo ordenaba, seguramente la mataría ahí mismo.

***
Su recuperación fue lenta, más que nada, porque sus sentimientos seguían fluctuando entre el amor y el odio, porque a pesar de todo seguía amando a ese hombre que la había lastimado tanto, lo deseaba, lo necesitaba, se había hecho tan indispensable para ella, que era un tremendo dolor vivir sin él, después de que él la había elevado hasta el cielo, la había acostumbrado a su ternura, a su calor, a su protección, a sentirse amada y deseada, después de hacerla sentir, que era parte de él, que por fin, para alguien era especial, cuando había luchado tanto por encajar en la vida de los demás, de su propia familia, de la de él y no lograrlo, y principalmente, después de sentirse apreciada y valorada, de sentir su cariño y su devoción

Pero luego, en sus momentos de depresión, en sus momentos más oscuros, cuando la desesperanza la invadía, sentía que lo odiaba como nunca odió a nadie. Lo odiaba... Lo odiaba cuando recordaba a su pequeño y sabía que no podía acercarse a él, lo odiaba cuando pasaba noches enteras sin poder dormir ante el terror de cerrar los ojos y volver a revivir una y otra vez las imágenes y las sensaciones de ser ultrajada y golpeada hasta casi morir, lo odiaba cuando su cuerpo experimentaba esos dolores atroces en su maltrecho cuerpo, que no terminaba de sanar, lo odiaba, cuando se paraba en la puerta de la casa y el terror se apoderaba de ella, hasta impedirle poner un pie fuera de ésta, dejándola paralizada y temerosa de que alguien de su familia la viera y se dieran cuenta de que no estaba muerta y fueran de vuelta por ella, lo odiaba, cuando en la soledad de su habitación, lloraba sin control por horas y horas sintiéndose vacía y miserable, por no saber en qué le había fallado... ¿qué cosa tan grave había hecho para merecer aún la muerte?, lo odiaba con la misma fuerza con la que alguna vez lo amó, sin embargo ahora a la vuelta de un año y medio de tortura y sufrimiento cuando las cosas habían empezado a cambiar, cuando por fin tenía a su pequeño con ella, cuando Santiago había dejado de luchar por él y de amenazarla, cuando por fin se había enterado del motivo de tanto odio por parte de él, cuando su amiga Mariana le confesó que él creía que lo había engañado, las cosas volvían a dar un giro, ahora que su alma podía empezar a sanar después de tantas revelaciones, ahora él no estaba y no sabía si algún día podría tener la oportunidad de estar nuevamente delante de él, sin gritos, sin insultos, como en los viejos tiempos, dando cada quien su versión de los hechos y buscando lo mejor, ya no para ellos, si no para su hijo, pues sin duda alguna lo suyo se había roto mucho tiempo atrás y como había dicho Santiago la última vez que se vieron, quería una oportunidad por el bien de su pequeño y si las cosas iban bien para él y se recuperaba, quizás se la diera, aunque eso le destrozara el corazón de nuevo, sabía que sería un infierno vivir junto a él sin tenerlo en realidad, sabiendo que él ya no la amaba, sabiendo que cuando no estuviera con ellos en casa estaría con Karina la cuñada de su hermano.

Ella siempre se había entrometido en su relación y Santiago había sido muy tolerante con ella, aunque siendo justos, él nunca permitió que esa mujer le faltara al respeto, pero luego de lo sucedido entre ellos, de su separación, se enteró por boca de la misma Karina, que Santiago estaba viviendo con ella.

Ese fue otro golpe bajo, resulta que apenas si salió de su vida, él ya tenía a la otra con él, apenas, se deshizo de ella y había corrido a sus brazos, estaba segura de que eso no cambiaría si regresaba a su lado, ya que él solo lo hacía por el bienestar de su hijo, porque lo amaba y esa era su única opción para estar con él a tiempo completo.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora