EPÍLOGO Parte I

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Era un mañana fría, tan fría como lo estaba su alma, el invierno había llegado y con él las enfermedades. Ya estaba cansada, ya no quería luchar, hacía tiempo que su vida había dejado de importar, primero con la muerte prematura de su esposo, luego su enfermedad, que obligó a Carlos, su hijo mayor a buscar ayuda, donde no debía y ahora estaba muerto, luego ver el dolor de Rubén su hijo menor por la muerte de su hermano y la condición de ella y su desesperación por no poder hacer nada, lo que lo llevó a buscar venganza y convertirse en un asesino. ¿acaso había razón para seguir luchando?

Si, la había, su único hijo la necesitaba, cuando él cumpliera su condena, tenía que estar para recibirlo, para decirle todo aquello que no alcanzo a decirle antes de que saliera aquel día.

Hacia tanto ya, ni siquiera recordaba cuánto, porque en ese entonces se encontraba tan mal que había perdido la noción del tiempo y de los acontecimientos, fue mucho después cuando fue consciente de su desgracia, de su soledad.

Todos aquellos que se decían sus amigos, aún su poca familia, le habían dado la espalda, no podían relacionarse con la madre de un delincuente y un asesino.

De no haber sido por aquel desconocido que de la nada apareció un día, diciendo que había conocido a Carlos, ahorita estuviera muerta.

Recordó, que días después de su primer visita, había regresado con otro hombre, un médico, él no solo la había revisado y diagnosticado, si no que le había dejado nuevo medicamento, el que estaba tomando <<no le ayudaba gran cosa>> había dicho, luego se había marchado prometiéndole hacerle llegar el medicamento faltante, y lo cumplió, fue entonces que su salud empezó a mejorar, no así su vida personal.

Ese hombre, regreso mes con mes, a veces acompañado por el médico, <<Justin>> dijo que se llamaba, y a veces solo, luego un día llegó con otro hombre, lo presento como Santiago, un amigo, sin embargo, él parecía ser más que un amigo, parecía, ser su jefe, porque era quien daba las órdenes y quién decidía qué hacer o que no hacer, luego de eso tampoco él volvió a faltar a su visita mensual.

Esa mañana en la que se sentía tan triste y deprimida, un sonido inconfundible la hizo reaccionar, ¿sería posible? Parecía un helicóptero, el mismo que mes con mes escuchaba a lo lejos porque el lugar al que llegaba estaba retirado de su humilde vivienda. No cabia duda de que llegaban en él, aunque a su casa llegaban en una camioneta, pero siempre los precedía el sonido del helicóptero, sin embargo, ahora él sonido era más fuerte, sin duda se acercaba a su casa, corrió a asomarse a la ventana, indudablemente se dirigía hacia ahí, volaba demasiado bajo y demasiado cerca.

Se alarmó, si ellos aterrizaban ahí, estaría en más problemas con sus vecinos, ya había bastantes chismes acerca de ella, y cierto repudio, todos pensaban que gente del crimen organizado, asociados con su hijo Carlos, eran quienes la visitaban y estaban molestos porque cada vez que se escuchaba llegar el helicóptero, todos aquellos que tenían hijos en edad de ser reclutados o mujeres jóvenes y hermosas huían de sus casas y se escondían internándose en el bosque, temerosos de que esa gente se los llevara como sucedía con frecuencia por esos lugares tan apartados.

Apresurada salió a la puerta de su casa, justo para ver cómo aquella impresionante nave descendía cerca de ella. Luego miró descender a aquellos dos hombres, Bruno y Santiago, sus ángeles guardianes.

Se acercaron a ella, mientras ella permanecía estática, no entendía, aún no era la fecha en la que acostumbraban a llegar, cada fin de mes seguro los tenía ahí, surtían su despensa, llevaban todo aquello que ella pudiera necesitar, además, hacían labores de limpieza en el patio y lugares que lo necesitaban, también hacían las reparaciones que fuese necesario y que la casa lo requiriera, surtían la leña necesaria para todo el mes y le dejaban el medicamento que necesitara, si lo necesitaba, gracias a Dios su salud había mejorado bastante, el médico había dicho en su última visita, que si seguía así, pronto la daría de alta. Si tan solo sus hijos estuvieran con ella, pensó con tristeza al ver a esos dos hombres llegar hasta ella. No entendía que hacían ahí, apenas estaban a mitad de mes.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora