CAPÍTULO 50 MI VIDA A CAMBIO DE LA DE...

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_ ¡Bien! - dijo Aureliano. _en varias ocasiones mi vida estuvo en tus manos y nunca la tomaste, a diferencia de lo que yo hubiera hecho, así que ahora -dijo mirándolo a los ojos. _te voy a dar otra oportunidad, pídeme lo que quieras y te lo daré.

Santiago miró a su alrededor, las mujeres lucían pálidas y temerosas, los hombres igualmente pálidos, con sus rostros desencajados pero con más entereza y había uno, uno que aún permanecía de rodillas con la cabeza abajo con varias armas literalmente pegadas a su cabeza, como si una no bastara. En ese momento ese hombre levantó su mirada y se cruzó con la de Santiago justo en el momento en el que él daba su respuesta.

_Quiero la vida de Bruno -dijo sin vacilar y sosteniendo su mirada con él.

_ ¡No! -exclamó Aureliano sorprendido _ ¡cualquier cosa menos esa!

_ ¡Tú me dijiste cualquier cosa y ya escogí! -lo retó.

_ ¡No....! ¡No....! -gritó furioso tirando golpes a lo que tuviere más cercano, nunca se imaginó que haría eso, pensó que pediría la libertad de su familia, quizás las de sus amigos o su propia vida, pero no eso, no la vida de ese hombre. _ ¡No puedes pedirme eso, todo menos eso, su vida me pertenece, él todavía tiene una deuda conmigo!

_El ya pagó su deuda, le quitaste a su hijo y sus posesiones y en cuanto a su vida, me la acabas de dar o... ¿No eres lo suficientemente hombre para mantener tu palabra? -lo retó sabiendo que podía hacerlo enojar más y echarlo todo a perder, pero si ganaba, su amigo estaría a salvo.

Aureliano se quedó quieto, miró a Santiago, luego miró a Bruno y con un ademán ordenó a sus hombres que lo soltaran.

Cuando las armas fueron retiradas y Bruno fue liberado permaneció en su lugar incapaz de ponerse de pie, las fuerzas lo habían abandonado, sin proponérselo las lágrimas comenzaron a fluir por su rostro, una vez más había estado al borde de la muerte y una vez más Santiago lo había rescatado, no pudo contener el llanto y se derrumbó ahí, donde había permanecido horas de rodillas, hasta que sintió una mano fuerte posarse sobre su hombro. Santiago lo ayudaba a incorporarse, no dudó en fundirse en un abrazo con él, era más que un amigo, más que un hermano era su salvador, por partida doble, ¿cómo podría pagarle nunca lo que había hecho.

Santiago correspondió a su abrazo sin duda era su mejor amigo y el mejor aliado que hubiese tenido nunca, lo respetaba por su valentía y por su lealtad, nunca hubiera podido dejarlo en las manos de Aureliano, de ser necesario hubiera peleado por él. Ahora por fin Aureliano tendría que resignarse a dejarlo en paz, ya no tenía derecho sobre él.

_Has ganado Santiago -se acercó Aureliano a ambos. _ una vez más has ganado.

Santiago entregó a Bruno a dos de sus hombres que se acercaron y se lo llevaron.

De nuevo estaba frente a frente con Aureliano, esperando qué más tenía que hacer o decir.

_Tengo que aceptar que eres superior a mí -continuó Aureliano. _siempre has salido triunfador de nuestros encuentros, y no me siento orgulloso, pero tengo que reconocértelo, por eso he tomado la decisión de dejarte por la paz, no solo no voy a molestarte más, si no que, aunque tú no quieras yo y mi gente nos ocuparemos de que tú y tu familia y tus posesiones estén seguros, en lo que a mí respecta, lo prometo -dijo dando la media vuelta y alejándose sin esperar respuesta, seguido de sus hombres y dejando a un Santiago sorprendido y confundido por la actitud de ese hombre arrogante prepotente y sin alma que él conocía.

_ ¡No es bueno juntarse contigo! -se volvió Aureliano, alzando la voz para que Santiago lo escuchara. _ ¡uno se vuelve débil! -sonrió y se marchó.

En el lugar todos se quedaron quietos tan sorprendidos como Santiago, nadie se atrevió a moverse hasta que pasaron varios minutos y supieron que Aureliano no volvería, que en verdad estaban libres y fuera de peligro, luego se abrazaron unos a otros entre sonrisas y llanto, no podían creer que hubieran escapado ilesos, conocían la fama de Aureliano y sabían que no era de los hombres que perdonaba. Jamás lo hacía.

Todos festejaban agradecidos y felices. Santiago los miraba desde lejos. Se había apartado, luego se internó en el bosque, se sentía triste y agotado, había sido una gran lucha la cual había estado a punto de perder y con ella a su familia y a sus seres queridos. No se sentía orgulloso de haber ganado, sabía que no lo merecía.

Caminó por largo rato hasta que llegó junto a un lago, se trepó a una gran roca junto al lago y se derrumbó, toda la tensión, toda la angustia, todo el temor afloraron ahí y abrazado a sus piernas lloró, lloró de rabia, de impotencia de temor, hab...

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Caminó por largo rato hasta que llegó junto a un lago, se trepó a una gran roca junto al lago y se derrumbó, toda la tensión, toda la angustia, todo el temor afloraron ahí y abrazado a sus piernas lloró, lloró de rabia, de impotencia de temor, había sido muy imprudente al despachar a sus hombres y descuidar de tal forma la seguridad que por poco y pierde lo que más amaba en la vida, y a no ser porque Aureliano aseguraba deberle la vida, ahorita todos estarían muertos.

_ ¿Cómo pude ser tan tonto? -se recriminó en voz alta.

__No lo eres -lo sobresaltó una voz femenina.

_ ¡Elizabeth! -exclamó sorprendido de verla ahí.

_No te enojes - se acercó con timidez solo quería asegurarme de que estuvieras bien.

_No lo estoy -confesó y se abrazó a ella, y pensar que pudo haberla perdido por su negligencia. _ ¡perdóname! -apretó su abrazo. _ ¡por favor perdóname! -se aferró a ella.

Estuvieron así por varios minutos, Santiago sabía que había pasado lo peor, primero, su peor enemiga que resultó ser su propia madre estaba muerta y dolía, dolía más de lo que quería admitir, pero a la vez era un alivio y eso lo atormentaba, ¿cómo podía sentir alivio por la muerte de la mujer que le dio la vida? luego uno de sus peores enemigos no solo había hecho las paces con él, sino que había prometido cuidar de él y todo lo que tenía, incluida su familia y amigos y otro de sus más grandes enemigos Rigoberto Salas, esa noche se estaría lamentando de haberse atrevido a enfrentarse a él, aliándose con su madre, ya que Aureliano se había encargado de los hombres que había enviado y aunque no le gustara la idea y conociendo a Aureliano, en estos momentos ya estarían muertos.

_ ¿Porque ese hombre dice que le salvaste la vida? -preguntó ella mirándolo a los ojos.

_Porque quizás lo hice. -contestó pensativo.

Desde que Aureliano lo dijo, el trató de recordar, pero sin éxito quizás por la tensión del momento, pero ahora que estaba más relajado, ciertos recuerdos llegaban a él, como si fuesen pequeños extractos de una película.

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