CAPITULO 40 FRENTE A FRENTE

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_ ¡No la toques! -se escuchó una voz potente.

Aureliano se volvió furioso para ver quién se atrevía a desafiarlo de esa forma. Cuando lo tuvo de frente la sangre se le congeló. ¿Quién si no?, debió suponerlo, la única persona que lo desafiaría a él y a cualquiera.

_ ¡Santiago Morán! -lo miró a los ojos. _ ¡te advierto que este no es asunto tuyo, te recomiendo que no te metas!

_ ¡Me meto porque es asunto mío! -dijo con una seguridad que no sentía. _ ¡este hombre me debe una muy buena cantidad de dinero y si terminas con él, claro que me afecta! -mintió.

_ ¡ÉL me traicionó! -replicó Aureliano. _ ¡No puedo dejarlo ir!

_ ¡Vengo de la parte trasera de la casa! -lo miró desafiante. _ ¡creo que ya te has cobrado la ofensa!

_ ¡No es suficiente! -exclamó furioso.

_ ¡Pues tendrá que serlo! -se plantó ante él, amenazante. - ¡este hombre y su familia son intocables hasta que paguen mi deuda!

_ ¡No puedes hacer esto! - exclamó.

_ ¡Si puedo! - lo desafió. _ y lo estoy haciendo!

_ ¿Sabes que puedo acabar contigo y tus hombres en este momento? -hizo el intento de sacar su arma, pero Santiago ya le apuntaba con la suya.

_ ¡No lo creo! -dijo sin dejar de apuntar con su arma. _a menos de que tú, y estos tres puedan conmigo y mis hombres.

Aureliano buscó con la mirada a sus hombres, efectivamente, solo estaban a la vista los tres que había llamado hacía unos momentos.

De pronto comprendió todo, y una vez más se preguntó, ¿cómo es que Santiago podía hacer ese tipo de cosas?, ¿cómo podía colarse en territorio enemigo y dominar a los hombres que ahí estuvieran fuesen pocos o muchos?, ¿cómo es que podía romper todas las medidas de seguridad y nadie se daba cuenta? Un ligero temblor empezó a apoderarse de su cuerpo, tenía que reconocer su derrota ante él una vez más, eso lo enfurecía, pero no era tonto, sabía que contra él no podía, en este caso el alumno había superado al maestro, el padre de Santiago había entrenado demasiado bien a su hijo, tanto que lo superaba con creces.

***
Bruno había mirado con angustia, como sacaban de la fila a su querida esposa, quien se había mostrado valiente en todo momento. Él estaba aterrado, no quería... no quería que esto estuviese sucediendo, pero si tuviera la oportunidad, volvería a intentar salvar a su hijo, nunca lo hubiera obligado a plegarse a los caprichos de Aureliano, jamás hubiera deseado esa vida para él. Pero ahora, ahí con su esposa delante, sentía que quería morir, no soportaría verla sufrir.

Cuando vio que esos hombres la tomaban por los brazos y Aureliano se acercaba a ella, su instinto asesino se apoderó de él. Trató de incorporarse, pero el hombre que permanecía junto a él, le propinó un fuerte golpe en la cabeza, con la cacha de su pistola. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, de nuevo intentó pararse, pero sus piernas no le respondieron. Angustiado observó a su esposa y vio su rostro asustado, tenía que salvarla, tenía que salvar a su familia, tomó valor y se incorporó, cuando sintió otro golpe, esta vez en pleno rostro, aturdido cayó al suelo. Luego sintió que lo levantaban de nuevo.

Aureliano lo quería atento a lo que iba a hacer.

Mareado y aturdido trató de enfocar a las personas que tenía enfrente, alcanzó a distinguir a dos figuras que se acercaban hacia Aureliano. Escuchó a uno de ellos decir algo, pero no entendió. Cuando por fin su vista se normalizo y pudo distinguir, lo vio, no lo podía creer, era Santiago Morán, el hombre con el que se había enfrentado en varias ocasiones por defender los intereses de Aureliano, la piel se le erizó, ¿Qué más podría pasarle?, las cosas se ponían de mal en peor para él, si con uno no podía menos con dos.

Con sorpresa escuchó como discutían, aunque no alcanzaba a comprender lo que decían, su cabeza aún se encontraba aturdida, luego vio como Santiago sacaba su arma mucho antes de que Aureliano lo intentara siquiera, no lo podía creer, Santiago estaba peleando por él, se enfrentaba a uno de los hombres más temidos de la región, sabiendo que Aureliano era cruel y traicionero, no podía imaginarse de que forma él se cobraría después esta ayuda.

_Es hora de que tú y tus hombres se marchen -dijo Santiago.

_No tienes idea de lo que estás haciendo, esto lo vas a pagar muy caro -quiso intimidarlo.

_ ¡Ya lo veremos! -fue su única respuesta. _ ¡ahora vete!

_ ¡Esto no se ha terminado! -miró amenazante a Bruno. -te encontraré y te juro que vas a desear haber pagado tu deuda conmigo aquí y ahora, no creas -dijo lleno de rabia que tu esposa y tus hijos se han salvado, me encargaré de que tu vida como la de ellos sea un maldito infierno.

Acto seguido dio la media vuelta seguido de sus tres hombres. _Más te vale que mis hombres estén bien se dirigió a Santiago sin volverse a mirarlo y sin detener su marcha.

_Descuida, los tendrás en tu rancho antes del anochecer.

_ ¿Por qué no ahora? -se detuvo y lo miró, no quería demostrar su nerviosismo, pero, ¿cuál era el motivo de que los retuviera gran parte del día?

_ ¡Porque yo sé mi cuento! -fue su única respuesta dando por concluida la discusión. En realidad, no tenía nada en mente, pero no le iba a dar ventaja.

Bruno observó cómo Aureliano se marchaba, sabía que estaba furioso, lo conocía bastante bien y sabía que no iba a descansar hasta cobrarse esta ofensa.

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