CAPÍTULO 13 TRAICIONADO

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Lo que vio lo dejó paralizado. En la cama...en su cama, yacía su mujer dormida y un hombre a su lado la abrazaba, éste al encenderse la luz y verlo ahí con expresión de quererlo asesinar pegó un salto de la cama tomando la sabana para cubrirse, se encontraba semidesnudo, sin pensarlo tomó sus ropas de la silla donde estaban y salió corriendo. Él tomó su pistola y salió tras de él con la vista nublada por el odio, dispuesto a matarlo, ¿cómo se atrevía a tocar a su esposa? ¿cómo se atrevía a mirarla siquiera?

Cuando puso un pie fuera de la casa su madre lo detuvo.

_No vale la pena que cometas una locura -dijo tomándolo del brazo. -Lo que debes hacer es echar a esa mujerzuela de tu casa, ella lo metió aquí aprovechando que no estabas, no es la primera vez que lo hace.

Estas palabras cayeron como un balde de agua fría sobre su cuerpo, los celos y el coraje lo invadieron. _No.... no era posible. -se dijo. _ella no era capaz... pero lo acababa de ver con sus propios ojos... era verdad... lo había engañado, su mujer lo había traicionado, se había burlado de él... cuánto se habría reído de sus muestras de cariño, de sus palabras, de su amor. Oh Dios ¿cómo había sucedido esto?, ¿en qué momento había empezado esa relación? ¿En qué momento había dejado de quererlo? ¿Ella no entendía que la amaba con locura? ¿por qué le hacía ésto? ¿por qué no se dio cuenta antes? Él sabía la respuesta... porque su amor lo había idiotizado.

Con paso tambaleante se dirigió hacia la recámara. Se paró en seco al verla recostada, aún dormida, se veía tan hermosa, tan frágil, tan inocente, este último pensamiento hizo que se le revolviera el estómago, era una farsante, lo había engañado.

Sin pensarlo más la tomó del brazo con brusquedad y la sacó de la cama. Por un momento su rostro somnoliento y sorprendido lo hicieron dudar. Ahí frente a él, estaba ella, parada, solo con su bata de dormir y esa mirada llena de confusión. El vaciló de nuevo.

_ ¡Échala de una vez hijo! -escuchó la voz de su madre a sus espaldas.

_ ¡Por Dios!, ¡te engañó! -dijo Karina al ver que el vacilaba. _ no pensarás perdonarla.

Las voces retumbaban en su cabeza. Su esposa parada donde él la había dejado, tan bella tan etérea, estaba en un estado de sopor y trataba de fijar su mirada en un punto determinado, pero al parecer no podía, eso...-pensó ahora- debió de haberle dado un indicio de lo que en verdad estaba sucediendo, pero era tanto su dolor que lo dejó pasar. Con brusquedad tomó la colcha de la cama y se la arrojó con violencia.

_ ¡Toma! ¡cúbrete y sal de mi vista! -ordenó furioso.

Ella no atinó a atraparla y ésta cayó al piso, intentó agacharse para recogerla, pero perdió el equilibrio, como si estuviera mareada, pero él nuevamente no prestó atención a estas señales y lo atribuyó al momento y al nerviosismo de verse descubierta, esto lo llenó aún más de cólera, con un movimiento rápido la tomó del brazo para que no cayera, el solo contacto con su piel le quemaba, lo cual lo enfureció aún más. Tomó la colcha del pisó y la estampó contra sus manos, asegurándose de que ésta vez no se le cayera. Luego la tomó de nuevo por el brazo y a jalones la sacó a la intemperie.

Al salir sintió una ráfaga de aire helado sobre su cara... Hacía frío.

Hasta ese momento ella no había dicho palabra, otra señal que debió haber tomado en cuenta, pero no pensaba, su mente estaba embotada por los celos y el dolor.

No le importó que afuera estuviera helando, ni que ella solo vistiera con su bata de dormir, no le importó a donde iría, ni siquiera le importó la mirada de pánico que le dirigió cuando él la arrastró aún más lejos de la casa y la dejó en los límites del bosque.

No le importó que afuera estuviera helando, ni que ella solo vistiera con su bata de dormir, no le importó a donde iría, ni siquiera le importó la mirada de pánico que le dirigió cuando él la arrastró aún más lejos de la casa y la dejó en los lími...

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_ ¡Lárgate! -gritó. _ ¡fuera de mi vista! -la empujó adentrándola aún más al bosque.

_ ¿Qué hice? -lo miró aterrada, articulando con dificultad las palabras.

_ ¿Cómo puedes ser tan cínica? -exclamó al borde de la locura. _ ¡pretendes hacerme creer que no has hecho nada! -gritó fuera de sí alzando la mano para golpearla.

Ella se cubrió instintivamente esperando el golpe, pero éste nunca llegó.

Cuando se descubrió el rostro lo que vio la llenó aún más de pánico. Santiago estaba como loco dando puñetazos a los troncos de los árboles cercanos a él, sus manos sangraban.

_ ¡Maldita sea!, ¡lárgate de una vez por todas! -la miró con odio. _ ¡Lárgate si no quieres que te mate aquí mismo! - gritó furioso.

Ella vio tal determinación en su mirada, que sin pensarlo salió corriendo, no entendía que pasaba, pero sabía que él estaba hablando en serio.

Santiago la miró con furia antes de que ella diera media vuelta y saliera huyendo. Pero la mirada que vio en su rostro lo acompañaría por el resto de su vida, había confusión, desconcierto y por último terror... un terror que no había visto jamás en ningún ser humano y vaya que si estaba acostumbrado a ver el miedo. En varias ocasiones había estado frente a hombres que enfrentaban a la muerte y esa mirada no estaba en ellos. Esa mirada lo había descolocado, lo había hecho dudar, pero a su mente volvieron las imágenes que acababa de ver. _No, no podía ser débil, ella se lo merecía...pero...esa mirada...angustiado y con una opresión en el pecho se dirigió hacia su casa  corrió a todos, se encerró y comenzó a beber, no podía hacer otra cosa porque lo único que deseaba en esos momentos era matar a esos dos, pero no era un asesino, no por voluntad propia. Aún así, si no se controlaba, seguro que lo haría.

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