CAPÍTULO 47 MATRIMONIO Y MUERTE

2.6K 316 25
                                    

Era sábado, el día había amanecido radiante, el movimiento al interior del rancho de Santiago era grande, hoy se celebraba la boda más esperada y aunque solo sería por el civil la gente allegada a Santiago, había querido celebrarlo, era gente sencilla que tenían en común haber sido ayudados por él, en algún momento de sus vidas, era gente agradecida que quería verlo feliz.

***
Elizabeth sonreía radiante, a su lado se encontraba Santiago, quien la tomaba por la cintura, del otro lado estaba su pequeño Andrés, quien lucía feliz. Un poco más apartados de ellos se encontraban Mariana, Lorena y Gustavo que acompañaban a la novia y por parte del novio, Damián, Nicolás y Bruno, de ahí en más todos eran gente de los alrededores, a los cuales Santiago ayudaba.

*****
La ceremonia había concluido, el juez se había marchado, la mayoría de la gente se había retirado, Santiago y Elizabeth también, pronto se marcharían.

Estarían una semana fuera disfrutando de su nueva oportunidad de ser felices, ellos hubiesen querido llevar consigo a Andrés, pero sus amigos y hermano habían insistido en que no lo hicieran ellos lo cuidarían mientras ellos permanecieran fuera.

***
_Lizzy, te ves hermosa -susurró Santiago a su oído tomándola de la cintura, y besándola, luego se encaminaron hacia su camioneta donde ya se encontraba Bruno al volante.

Aún se le dificultaba hacer algunas cosas, su pierna no estaba al cien por ciento, le había quedado una cojera casi imperceptible pero que el médico había asegurado que con terapia todo volvería a la normalidad, también sus dolores de cabeza habían disminuido considerablemente, desde que sus estados depresivos habían desaparecido. También estos desaparecerían con el tiempo había dicho su Médico, La movilidad de su brazo era casi perfecta y su abdomen estaba en perfectas condiciones y todo eso se lo debía a la hermosa mujer que tenía a su lado. Con ternura la atrajo más hacia sí. Iba a darle otro beso, aunque sabía que sus amigos más allegados estaban cerca esperando su partida, pero no le importó. Tomó su delicado rostro entre sus manos y apenas había rozado sus labios cuando se quedó helado al escuchar aquella voz y el accionar de los seguros de varias armas a su alrededor.

Levantó su mirada y su corazón se detuvo.

_ ¿Creías que te saldrías con la tuya? -gritó la mujer dirigiéndose a Elizabeth con el rostro desfigurado por la ira. _ ¿pensaste que te dejaría quitarme lo que es mío? -la miró con odio.

_ ¡Madre, por favor! - Santiago hizo el intento de adelantarse. Sus reflejos no estaban al cien por ciento, se había relajado tanto, disfrutando su boda. Feliz de la nueva oportunidad que su amada esposa le estaba dando, que bajo la guardia por completo.

_ ¡No te muevas! -movió peligrosamente la pistola con la que apuntaba a Elizabeth.

Ella la miraba pálida y aterrorizada, no podía creer que esa mujer insistiera en deshacerse de ella y no dejar ser feliz a su propio hijo.

_ ¿Qué pretendes? -dijo Santiago permaneciendo en su lugar. _ ¡si lo que quieres es dinero te daré todo lo que tengo. - Lo decía de verdad, no concebía que volvieran a lastimar a Elizabeth, esta vez no lo permitiría era capaz de despojarse de todo, aún de su propia vida si con eso ella estaba segura.

_ ¡Eres ingenuo! -soltó una risa que les puso los pelos de punta a todos los que la escucharon, no cabía duda de que esa mujer estaba desquiciada y por lo tanto era aún más peligrosa. _ ¡no entiendes que cuando mueras yo tendré todo lo que tú tienes, es por lo que he luchado toda mi vida y no estoy dispuesta a perderlo por nada ni por nadie, ni siquiera por ti que eras mi orgullo! -lo miró con resentimiento. _ ¡hasta que esta mujer se interpuso en nuestro camino! - reparó en Elizabeth de nuevo, ella se sobrecogió de temor. Santiago aún la tomaba de la cintura.

_¡Te prometo que en este mismo momento te cedo todo lo que tengo! -intentó distraerla Santiago, al ver que apuntaba su arma hacia Elizabeth.

_ ¡Ya te dije! -rio de nuevo. _ ¡con ustedes muertos lo tengo todo! ¡Por eso me desharé también de tu hijo!

La sangre se le heló, su hijo... también tenía a su hijo, él tenía la esperanza de que estuviera seguro, escondido en algún lugar, entonces levantó la vista y observó más allá de su madre.

Las fuerzas amenazaron con abandonarlo, sentía su corazón latir desbocado, parecía como si quisiese salir de su pecho.

Atrás de ella, retirados por una gran distancia alcanzó a ver a su hijo, estaba en manos de un hombre armado que no dejaba de apuntarle con su arma, a su lado estaba otro hombre armado apuntando a Nicolás.

Angustiado miró a su alrededor y más hombres armados apuntaban a los pocos hombres que él tenía ese día en su rancho, nunca se imaginó que sucedería esto, el no solía ser descuidado en este aspecto, tenía muchos enemigos, pero hoy era un día especial y quería que todos fueran felices como él lo era, así que había mandado a sus hombres con sus familias, solo había dejado a unos cuantos y ahora se reprochaba el haberse confiado a tal grado.

Su mirada siguió recorriendo el lugar, más adelante estaban Damián y Gustavo, los tenían arrodillados con las manos en la cabeza y sus armas apuntando a ellos, a un lado estaban Lorena y Mariana de pie, asustadas, con otro hombre apuntando a ambas y por último Bruno, fuera de la camioneta, con un golpe visible en la cabeza, con las manos sobre la camioneta y una pistola pegada apuntando a su cien.

¿Quieres saber cómo logré llegar hasta aquí? -dijo con tono burlón, viendo el desconcierto en el rostro de Santiago. -No deberías ser descuidado en cuanto a dónde está tu hijo. -rio. _Fue fácil atrapar a esos dos. - hizo un ademán hacia Nicolás y Andrés. _Lo demás fue lo más sencillo del mundo, tus hombres jamás dispararían sí podrían dañar a tu hijo, ¿no es cierto? - lo miró con burla. _ no les quedó más remedio que entregar sus armas.

_ ¡Madre!, ¡por favor!, ¡ya para! -suplicó. _ ¡haré lo que me pidas! ¡te lo prometo!

_ ¡Cállate! - exclamó furiosa. _ mira en lo que esa mujer te ha convertido, tú, Santiago Morán, el gran jefe de este enorme imperio, ¿suplicando? No debiste enredarse con ella, no debiste traicionarme a mí, yo fui la que te convirtió en el hombre que eres ahora, por mi lograste llegar hasta donde te encuentras ahora, ¿Y qué hiciste? Me dejaste por esta. - la miró con desprecio. ¿Y sabes que es lo único que quiero? -sonrió con maldad. _ esto. -apuntó su arma hacia Elizabeth y quitó el seguro.

_ ¡No! -gritó Santiago poniéndose delante de Elizabeth.

Ella al ver la decisión de su suegra de disparar, aún en contra de su propio hijo, a su vez empujó a Santiago, quien con su precario equilibrio cayó de rodillas mirando como su madre ponía su dedo y jalaba del gatillo, todo fue tan rápido, solo una fracción de segundos, por instinto cerró los ojos esperando sentir el impacto de bala, cuando escuchó detonar el arma, pero éste nunca llegó, angustiado abrió los ojos, si no le había disparado a él, entonces lo había hecho contra Elizabeth. Lo que vio lo dejó perplejo y aterrado.

Su madre yacía de rodillas, frente a él, con una bala en la cabeza y antes de caer definitivamente, Santiago pudo ver su mirada ya inexpresiva, la muerte estaba en ella. No tuvo tiempo de alegrarse o llorar.

A unos pasos de ahí pudo mirar a un hombre con su arma aun apuntando hacia su madre y a los hombres de éste sometiendo a los que su madre había traído consigo.

Tan pronto como Andrés fue liberado llegó corriendo y se lanzó con desesperación a los brazos de su madre, quien lo recibió abrazándolo con angustia.

Santiago se puso de pie y permaneció lívido, sin atinar a moverse o a decir palabra.

Parado frente a él, tenía nada más y nada menos que a Aureliano Montero, su más acérrimo enemigo, quien acababa de terminar con la vida de su madre.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora