CAPÍTULO 36 CARLOS

2.2K 310 3
                                    

Antes de llegar a su rancho y aún dentro de los dominios de Aureliano, Santiago y sus hombres se detuvieron.
Los tres jóvenes se miraron entre sí, estaban muertos de miedo, sabían lo que les esperaba, conocían la mala reputación de Santiago y sabían que jamás los perdonaría, aunque ellos no hubieran hecho nada, bastaba con que su jefe hubiera dicho que ellos eran, para que Santiago así lo creyera.

Con angustia, oyeron la orden de Santiago, de ponerlos en fila frente a un grupo de árboles, los tres sabían que no tenían salvación, estaban al borde de la muerte, Carlos miró a los ojos a Santiago y su mirada fría le confirmó lo que ya sabía, no tenían escapatoria. Con tristeza vino a su mente la imagen de su madre enferma y de Rubén, su hermano menor. Recordó cuanto le rogó su hermano que no aceptara ingresar a ese grupo delictivo, pero aun así lo había hecho, no tenía opción, su padre había muerto un año atrás, de pronto él se había convertido en el hombre de la casa, en el sostén de la familia, las cosas siempre habían sido difíciles pero ahora su madre estaba enferma y su salario no alcanzaba, De pronto se le presentó esta oportunidad y la había aceptado, y aunque de momento había solucionado sus problemas económicos, ahora se daba cuenta de que no había valido la pena, como tampoco la había valido para sus dos amigos parados junto a él, con la diferencia de que ellos estaban en el grupo obligados, no por voluntad propia como él.

Santiago los miró, casi estaba seguro de que esos jóvenes estaban con Aureliano en contra de su voluntad, conocía muy bien los métodos del crimen organizado para reclutar gente, y también conocía la mirada de la gente perversa que estaba con ellos  por voluntad propia, por el solo hecho de tener poder y dinero fácil y no por necesidad.

_ ¿Cómo te llamas? -preguntó a Carlos. -era el menos asustado.

_ ¡Carlos! -levantó la mirada, deseaba decir la verdad, pero no lo haría, era preferible morir a manos de Santiago Morán, que, a manos de Aureliano Montero, ya que éste los mataría, si se enteraba de que lo habían traicionado.

_ ¡Dime! -lo miró Santiago. _ ¿cuánto te pagaron por secuestrar a mi esposa?
Carlos dudó por unos momentos. Por fin dijo cualquier cantidad, no sabía cuánto habían pagado.

_ ¿Quién de ustedes la sacó de su casa? -los miró a los tres.

Carlos volvió a responder.

_ ¡Fui yo! -miró a sus compañeros, seguían con la cabeza agachada, estaban muertos de miedo, ni siquiera se atrevían a levantar la mirada.

_ ¿Quién les pagó? -fue su siguiente pregunta, aunque ya no era necesaria, ya había comprobado lo que sospechaba, los chicos nisiquiera sabían lo que había sucedido.

Todos se miraron entre sí, ninguno contestó. No tenían ni idea.

_ ¡Bien! _dijo Santiago mirándolos a los tres _ ¿saben que merecen la muerte? -dijo para atemorizarlos y obtener lo que quería.

Nadie contestó.

_ ¡Les voy a dar su última oportunidad! - los miró con dureza. _ ¡quiero los nombres de los tres que intentaron matar a mi esposa!

Carlos lo miró sin poderlo creer, tenían una mínima oportunidad de escapar a la muerte, pero dudó, ¿de que servía? si más adelante morirían, pero a manos de Aureliano y eso si no se lo deseaba a nadie, el buscaría venganza por traicionarlo y los traidores recibían la peor de las muertes.

_ Les ofrezco esto. -dijo Santiago al ver su indecisión, sabía lo que estaban pensando. _Su vida y protección, a cambio de los nombres de esos tres.

***
Aureliano Montero, miró a la distancia a sus hombres, estaban felices, estaban seguros de que se habían escapado de la furia de Santiago. Era un hombre al cual temer, su valentía y arrojo hablaban por sí mismos, cuando su padre lo presumía lo hacía porque sabía quién era su hijo y de que era capaz, incluso después de la muerte de su padre había dado de que hablar al atreverse a separarse del crimen organizado, nadie lo hacía y vivía para contarlo, pero él lo había hecho y nadie había podido impedirlo, o no se habían atrevido a hacerlo, así como él mismo.

_ ¡Esto hay que celebrarlo! - escuchó que gritó uno de sus hombres alegremente.

En ese momento se escuchó un disparo, todos se quedaron quietos y guardaron silencio, se escuchó otro disparo y otro más, todos se miraron entre sí, un escalofrío recorrió el cuerpo de tres de ellos. Todos sabían lo que eso significaba, esos tres estaban libres, otros habían pagado por ellos.

***
Carlos y sus amigos se estremecieron y casi gritaron del susto cuando escucharon los disparos, por un momento habían pensado que el blanco habían sido ellos mismos, pero no... Ninguno estaba herido.

Bruno los vio sudar a pesar del frio que hacía en el bosque. Santiago sabía muy bien lo que hacía.

_ ¡Bien! - se acercó a ellos que aún continuaban con las manos atadas. _Para Aureliano y sus hombres ustedes acaban de morir. -les dijo. _ahora escúchenme con atención y sigan mis indicaciones al pie de la letra o no respondo por sus vidas.

Acto seguido, les explicó que para familiares y conocidos estaban muertos, deberían marcharse de ese lugar y nunca más volver atrás, de cualquier forma, no tenían opción, si se quedaban eran hombres muertos y si se iban al menos tenían una nueva oportunidad, aunque sin sus seres queridos, que perderían de todas formas si se quedaban y morían.

Luego dio órdenes a algunos de sus hombres para que se los llevaran, ya sabían a donde y con quien, Antonio siempre estaba dispuesto a acoger a gente que él le enviaba, para comenzar una nueva vida, generalmente fuera del país, con papeles falsos y un nuevo empleo.

Ya que parte de sus hombres se hubiesen marchado, Santiago cruzó su mirada con la de Bruno, esto fue suficiente para que él entendiera lo que Santiago quería hacer y lo que esperaba de él.

Bruno despachó a los hombres que quedaban con ellos, dejó a cinco solamente y se dedicaron a esperar a que la noche cayera.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora