CAPÍTULO 3 LLEGA LA AYUDA

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Bruno buscaba desesperado con la mirada a alguien que lo ayudara, la vida se le iba a su jefe y él no podía hacer nada. Con furia había visto como el chico que le disparó huía, y tampoco había podido hacer nada, sus hombres estaban tan aturdidos y sorprendidos que no atinaban a moverse. No podían creer que esto estuviera terminando así... con su jefe muriendo en un charco de sangre, no podían pensar que sería de ellos si él no estaba. Cada uno le debía tanto, que darían la vida por él, pero ahora se les estaba yendo.

Después del estupor, uno a uno empezó a reaccionar, algunos se acercaron a tratar de ayudar, otros salieron en busca de auxilio y unos más corrieron tras el asesino, solo para encontrarse, con que ya estaba en poder de las autoridades. Ahora solo quedaba esperar por la ayuda y rogar a Dios que su apreciado jefe resistiera.

***
Bruno no supo cuánto tiempo estuvo inclinado, sosteniendo a su jefe y amigo, pero le parecieron siglos. Cuando la ayuda por fin llegó y lo quisieron separar él se resistió, pero al final comprendió, que era necesario dejar que ellos hicieran su trabajo, después de todo, ellos buscaban lo mismo que él... salvar su vida.

Cuando se apartó, se alejó a un rincón desde ahí podía ver con desesperación como trataban en vano de volverlo a la vida.

Había pasado tantas cosas con él, no podía perderlo y menos de esa forma tan absurda, tan sin sentido, <<si tan solo ese joven que disparó supiera la verdad>> pensó. Se llevó las manos a la cabeza, gruesas lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, hacía mucho tiempo que no lloraba, la última vez había sido cuando su hijo murió y toda su familia había estado a punto de perecer también, y el hombre que los había salvado, era el mismo que estaba ahora ahí, tirado, en aquel frío piso, en medio de un charco de sangre, donde la vida se le escapaba, así que no iba a contenerse, no en este momento, no cuando no podía hacer nada... cuando no había podido hacer nada.

***
Los minutos pasaban inexorables, los paramédicos luchaban sudorosos y fatigados. Bruno se dio cuenta con angustia de que estaban a punto de rendirse, iba a moverse de su lugar para pedirles, más bien exigirles que no lo hicieran, cuando la vio...Ahí estaba ella...tan frágil, tan pálida, tan perdida, la angustia reflejada en su rostro.

No pensó que viniera, menos por él, si tan solo él supiera, si la viera, si se diera cuenta... Seguro que lucharía por su vida, pero no lo sabía, ni se daría cuenta, se llevó de nuevo las manos al rostro, tratando de despejar todo ese cúmulo de sensaciones y sentimientos contradictorios. Debería estar feliz porque ella estaba ahí, pero para su jefe ya era demasiado tarde, quería odiarla porque esto era a causa de ella, pero no podía, porque no podía culparla, después de todo, la víctima había sido ella.

***
Al entrar, Elizabeth, no miró a nadie, su atención se centró en él, en aquél hombre que yacía en el piso, que no daba señales de vida, aquél hombre al que había amado con toda su alma, aquel hombre que la había amado a ella con locura, pero que también la había traicionado y herido de la peor manera posible sin embargo, y por sobre todo, seguía siendo el padre de su hijo.

Recordó como hacía apenas unos minutos, había entrado a su casa, era maestra de primaria, en la escuela del pueblo, había depositado sus cosas sobre la mesa y se disponía a ir a recoger a Andrés su pequeño hijo de 3 años y medio a la casa de Felicia, la mujer que lo cuidaba al salir del kínder, solo eran dos horas, hasta que ella lo recogía después de sus clases.

Salió cerrando la puerta con llave cuando vio a Mariana, una de sus mejores amigas acercarse por un extremo de la calle, Ella la miró con desconcierto, su amiga no se veía nada bien, estaba muy agitada y su cara era de preocupación.

_ ¡Elizabeth! -dijo con voz agitada. No atinaba a decirle la verdad, ¿cómo podía darle la noticia de que el padre de su hijo para ese momento quizás ya estuviese muerto?

_ ¿Qué sucede? -la miró con ansiedad, al ver que ella permanecía en silencio con la angustia y la indecisión dibujadas en su rostro.

_ ¡Pasó algo! -dijo por fin.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Elizabeth.

_ ¡Mi hijo! -Exclamó con angustia tomando a su amiga por los hombros desesperada. _ ¿Qué le pasó?, ¿Dónde está?

_ ¡No! -Exclamó Mariana _ no se trata de él... es Santiago...
Cuando escuchó el nombre de Santiago sintió como si un balde de agua fría, hubiese caído encima de ella, hacía más de un año y medio que él la había sacado de su vida, sin embargo, no podía dejar de sentir esa angustia, al pensar que algo malo le podía suceder, aunque al verlo tan fuerte, tan seguro de sí mismo, cualquiera pensaría que nada podría pasarle, ningún obstáculo era suficientemente grande para él, sin embargo, pensó angustiándose más, que tenía que ser algo verdaderamente serio, como para que su amiga estuviera ahí, ella más que nadie sabía que por su bien y por su salud mental, ella debería permanecer lo más alejada posible de él y de todo lo que tuviera que ver con él.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora