_ ¡Espera Leonel! -se adelantó Alfonso el hermano de Santiago dirigiéndose al esposo de su hermana mayor, el padre de Nicolás. _ ¿Cómo podremos estar seguros de que no cambió su testamento?
_No lo hizo, es imposible que haya tenido tiempo de hacerlo -intervino Macario el esposo de su hermana menor.
_No estoy seguro de que quiera hacer esto -se pasó una mano por entre el cabello nervioso, lo haría con cualquier otro, pero es mi hermano.
_Es eso o quedarnos en la calle -lo reprendió Leonel. _nunca hemos trabajado, ¿de qué vamos a mantener a nuestras familias?, además, ¿qué le vas a decir a tu madre?, ¿que a última hora te entró el remordimiento? ¡Por favor! -lo miró sarcástico. _todos sabemos que siempre lo has envidiado, sobre todo cuando tu padre le dejó todo a él y a los demás los dejó en la calle.
Era verdad. Siempre había envidiado a su hermano mayor. Envidiaba la preferencia que sus padres siempre habían demostrado hacia él, envidiaba el poder que él tenía, la autoridad que ejercía sobre todo aquél que lo rodeaba, el temor que levantaba a su paso ante su reputación de hombre implacable y sanguinario..., y el respeto y admiración que tenía de quienes si lo conocían de verdad. Esta era su oportunidad de tener lo que él tenía y de convertirse en lo que él era.
Era ahora o nunca. Se acercó a la cama, su hermano se veía en total calma, solo se escuchaban los aparatos que lo mantenían con vida. Se acercó, tomó su mano, se sentía fría.
_ Hasta nunca, hermano. - soltó su mano. -acto seguido se apartó alejándose de él.
_Hazlo. -dio la orden a Leonel. Y salió de la habitación.
***
Santiago escuchó la charla entre sus familiares. No lo podía creer, su hermano y esos hombres a los que tanto había ayudado, ¿hoy le pagaban así?
Escuchó que la puerta se cerró, alguien había salido, pero aún quedaba gente adentro, podía escuchar las voces que se movían por la habitación, ¿qué estaban haciendo?...
Si por algún momento pensó que el aire podría volver a entrar a sus pulmones con normalidad se equivocó. Ahora no solo no podía respirar, sino que sentía una tremenda opresión en el pecho, quiso jalar aire, pero no pudo, quiso gritar y tampoco, desesperado trató de moverse, pero parecía como si una pesada loza aprisionara todo su cuerpo, impidiéndole cualquier movimiento.De pronto lo comprendió todo. La habitación estaba en silencio de nuevo, pero este silencio era total, aterrador solo se escuchó la puerta al cerrarse otra vez, lo habían abandonado a su suerte después de desconectarlo. No contaba más con ayuda. Así terminaría todo... No sé angustió, por fin dejaría de sentir esa agonía, esa desesperanza, esa angustia por no poder tener lo que más anhelaba en la vida a Elizabeth, su querida y adorada Lizzy.
Cerró los ojos y se dejó llevar, lentamente la angustia empezó a ceder dejando paso a la calma, por primera vez en mucho tiempo empezó a experimentar paz... esa paz que anhelaba con desesperación, luego ese túnel ya conocido, pero esta vez llegó la inconciencia.
***
Damián dudó entre subir por las escaleras o por el elevador.Por fin decidió usarlo, ya que, aunque no tenía prisa, había dejado sus obligaciones en la oficina, porque durante toda la mañana se había sentido muy inquieto, tenía un mal presentimiento y no podía dejar de pensar en Santiago.
Por fin las puertas del elevador se abrieron y el entró, marcó el piso ocho y las puertas empezaban a cerrarse cuando los vio. Estaba seguro de que eran ellos, su hermano y sus cuñados, cuando quiso detener el elevador, era demasiado tarde, los controles ya no le respondieron, por un momento decidió bajar en el siguiente piso e ir tras de ellos, pero el mal presentimiento que lo acompañó durante la mañana se agudizó, y una opresión se apoderó de su pecho. Con angustia corrió hacia el cuarto de Santiago, al nada más abrirse las puertas del elevador, al entrar se dio cuenta de que no había nadie en la habitación sólo estaba el, más pálido que de costumbre, yacía boca arriba igual que siempre, pero algo no estaba bien, algo se veía diferente y no sabía que era.
De pronto lo supo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, luego oleadas de furia se apoderaron de él y con desesperación apretó el botón de las enfermeras, ¿cómo era posible que hubieran abandonado su puesto, él no estaba en condiciones de permanecer ni un segundo solo, además bastante bien se les estaba pagando por tenerlo ahí. Ya buscaría responsables después, ahora solo atinó a salir al pasillo y gritar por ayuda, luego se regresó hacia su hermano, tomo su mano y para su sorpresa estaba helada. En ese momento entraron varias enfermeras corriendo y un médico tras ellas.
Todo se volvió un caos. Él sólo atinó a apartarse a un rincón donde no estorbar, rogando que su hermano estuviera bien, lo que dudaba entre más pasaba el tiempo.
Todos corrían y hablaban al mismo tiempo, mas médicos y enfermeras ingresaron a la habitación, mientras unos revisaban y maniobraban los aparatos conectados a su hermano, otros se encargaban de conectarlos a la corriente eléctrica de nuevo y unos más se dedicaban a darle reanimación.
Con angustia veía como todo se les escapaba de las manos.
Los aparatos no dejaban de emitir su alarma, los médicos con los rostros sudorosos y angustiados, las enfermeras con cara de preocupación. Entre el frenesí y el ir y venir nadie reparó ya en su presencia.El tiempo se arrastraba inexorable, ninguna respuesta había en su hermano, de pronto a una orden del médico todos se concentraron alrededor de Santiago y comenzaron a maniobrar con los aparatos y la camilla y en unos segundos sacaban a su hermano de la habitación.
_ ¿Qué sucede? -preguntó con angustia a un médico que quedó atrás. _ ¿a dónde lo llevan?, ¿qué van a hacer?
_ ¡Ha entrado en shock, necesita una cirugía! -dijo agachando la cabeza y saliendo de la habitación con prisa.
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FUE MI ERROR
RomanceSantiago Morán, un hombre con un pasado oscuro y tormentoso, no sabe amar porque nunca ha sido amado. De pronto, el amor llega a su vida y sin pedir permiso se posiciona en lo más profundo de su corazón Sin embargo, él no vivirá lo suficiente, par...