CAPÍTULO 14 QUIERO A MI HIJO DE REGRESO

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Elizabeth miraba a través de la ventanilla del helicóptero que la transportaba de regreso a su casa.

Durante todo el trayecto sintió ganas de llorar pero no podía darse ese lujo, no delante de su amiga Lorena y del ingeniero Contreras, quien la había apoyado en todo momento facilitándole transporte y alojamiento mientras permaneció en la ciudad, ...

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Durante todo el trayecto sintió ganas de llorar pero no podía darse ese lujo, no delante de su amiga Lorena y del ingeniero Contreras, quien la había apoyado en todo momento facilitándole transporte y alojamiento mientras permaneció en la ciudad, ahora mismo volaba en el helicóptero de la compañía donde él trabajaba.
Tenía tanto que agradecerle.
Desde el primer momento en el que lo conoció y supo de su situación, comenzó a ayudarla, era a él, a quien le debía el tener a su hijo de regreso, después de un largo y angustiante año y medio de separación.

Aún recordaba los momentos de angustia que pasó cuando por primera vez, después de aquella noche en que Santiago la echó, volvía a estar frente a él.

Ella estaba temblando por dentro, mientras que él se veía tan fuerte, tan seguro de sí mismo, aunque se sorprendió de ver el cambio tan drástico que había experimentado en ese lapso de tiempo, aunque su cuerpo se veía un poco más delgado, su rostro era otra cosa, lucía demacrado, su mirada sin brillo, por ningún lado asomaba esa sonrisa que siempre la había cautivado, parecía como si hubiese envejecido varios años.

_ ¿Qué quieres se dirigió a ella con tono beligerante y mirada dura? -sintió que su corazón se encogía de temor.

_Buenas tardes. -se adelantó Gustavo. _soy el abogado de la Señora y venimos por su hijo, aquí está la orden. -le tendió un documento.

Con furia Santiago arrebató el documento que le tendían y lo leyó.

_ ¿No crees? -se dirigió furioso hacia ella. _ ¿qué es muy tarde para venir, después de más de un año a buscar a tu hijo?

Él la miraba incrédulo, su primer impulso, nada más verla fue abrazarla y besarla, se moría de ganas de hacerlo, la había extrañado todos y cada uno de los malditos días, desde que salió de su vida, sin embargo, recordó las circunstancias de su salida y ¡No!, no podía perdonarla, ya no por él, sino por su hijo... él entendía que no hubiera vuelto a buscarlo para defenderse o para reclamarle el haberla sacado de esa forma, él sabía por información de su propia familia que ella vivía con el hombre con el que la había encontrado, pero lo que no entendía, y no podía perdonar, era que no se hubiese tomado la molestia de buscar a su pequeño hijo durante todo ese tiempo. _ ¿cómo se atrevía a presentarse ahora supuestamente con una orden judicial exigiendo que se lo devolviera?

_ ¡No!, ¡no voy a aceptar esto! -aventó el documento haciendo que ella se encogiera de temor.

_Señor Morán -habló nuevamente Gustavo con voz calmada. _le pido que sea razonable, a usted más que a nadie le conviene acatar las órdenes del juez. Por su bien y el de su hijo no le conviene cometer desacato.

Gustavo miró como sus facciones se endurecían, por un momento pensó que daría la orden a sus hombres de disparar contra ellos. Aunque estaban ocultos en los alrededores, alcanzó a ver como asomaban los cañones de las armas de algunos de ellos, sólo un hombre corpulento permanecía a la vista a cierta distancia del grupo que se encontraba afuera de la casa de él, cerca de la entrada. Ahora se alegraba de haber pedido protección para ir a ese lugar. Varios policías estaban parados detrás de ellos, y aunque, también se habían percatado de la amenaza que representaban aquellos hombres, permanecían firmes cumpliendo con su deber.

_No pienso quitártelo -habló por primera vez Elizabeth.

Santiago volvió su atención a ella, su voz... esa voz que tanto había anhelado volver a oír, se escuchaba apenas audible, entrecortada. Ella estaba frente a él con una palidez casi cadavérica, se notaba mucho más delgada, lo que hacía que sus grandes y hermosos ojos resaltaran más.

 Ella estaba frente a él con una palidez casi cadavérica, se notaba mucho más delgada, lo que hacía que sus grandes y hermosos ojos resaltaran más

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Anhelaba ver en ellos el amor que alguna vez había creído ver, pero no.... lo único que pudo ver fue angustia... temor.

Un intenso dolor traspasó su corazón. No se explicaba por qué, después de que él le había dado todo su amor, todo su cariño, toda su ternura, ahora solo podía provocar en ella temor, un temor que traspasaba su alma.

_Lo único que quiero es poder tenerlo unos días a la semana. -se atrevió a decir ella, estrujando sus manos con nerviosismo.

_ ¿Por qué ahora? -volvió a preguntar volviendo a la realidad.

_La Señora no tiene por qué contestar -intervino Gustavo. _ya leyó la orden judicial y lo único que usted puede hacer, es acatarla, entregando al niño. De hoy en adelante él pasará los fines de semana con su madre, usted lo hará llegar puntualmente a donde ella está viviendo y podrá recogerlo el domingo en la tarde en el mismo lugar hasta que se resuelva a quien se le otorgará la custodia.

_Santiago apretó los puños, estaba molesto, más que molesto, estaba furioso, pero comprendió que no había nada que él pudiera hacer, todo era legal y si quería conservar a su hijo tendría que acceder.
Con renuencia ordenó a su hermana que se había acercado al ver el alboroto, que preparara al niño y lo trajera junto con sus cosas para que se fuera con ellos.

Mientras esto sucedía un incómodo silencio se apoderó de ellos.

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