CAPÍTULO 41 ¿CÓMO OLVIDAR?

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Cuando Aureliano se fue, el silencio que siguió fue sobrecogedor.

Bruno se sentía desesperado e impotente, solo esperaba saber el precio que tenía que pagar por su libertad y la de su familia, si no era, que ya Santiago había decidido terminar lo que Aureliano había empezado.

Con sobresalto, lo miró dirigirse hacia su esposa.

_ ¡No!... ¡déjala! -suplicó, pero Santiago no se detuvo, lo vio sacar una navaja y tomar las manos de su esposa, quiso correr a detenerlo, pero su cuerpo no respondió, aturdido observó cómo Santiago cortaba las ataduras de sus muñecas y la sostenía en sus brazos, cuando ella se desvaneció presa de los nervios. Luego algunos hombres se acercaron a prestarle ayuda a Santiago, él ordenó que soltaran a Bruno y sus hijos, a lo que ellos obedecieron.

Sin perder tiempo Bruno se abalanzó y arrebató de los brazos de Santiago a su esposa. Jamás la dejaría, jamás permitiría que nadie le volviera a hacer daño, primero pasarían por sobre su cadáver.

Un escalofrío lo obligó a volver al presente.

¿Cómo olvidar lo que ese hombre que yacía en esa cama de hospital había hecho por el?, no podía... ¿cómo olvidar cuando viéndolo directo a los ojos le había dicho que era libre, que podía irse?... ¿cómo olvidar cuando le devolvió a su pequeña hija sana y salva?... ¿cuándo le ofreció ayuda para que desapareciera junto con su familia y escapara de la furia de Aureliano Montero?... No podía... ni entregándole su vida entera pagaría su deuda con él.

Por eso había tomado la difícil decisión de ocultar a su familia, como él le había sugerido, pero lejos de él, ya que desde ese momento, él se había convertido en su sombra, en su mano derecha, ¿a dónde iba Santiago que no fuera él?, ¿qué problema no tuviera Santiago que él no intentara solucionarle? Le debía la vida y la de su familia, esa hermosa familia a la que veía una vez a la semana o cada quince días Su esposa tenía, paz, sus tres hijos estudiaban gracias a una beca que Santiago pagaba. A él la vida le sonreía, mientras que a Santiago la vida se le escapaba.

Impotente lo miró de nuevo, con gusto hubiera puesto su vida por él, si tan solo hubiera adivinado los planes que él tenía.

Siempre pensó que él se merecía más de lo que tenía, porque en realidad no tenía nada, su familia era una basura, a excepción de Damián y Nicolás, pero Damián vivía lejos, en la gran ciudad y Nicolás, era apenas un adolescente, prácticamente estaba solo, rodeado de un nido de serpientes, que ante él daban una cara y a sus espaldas lo traicionaban, lamentablemente estaba tan ciego respecto de su familia que no podía ver lo que en realidad eran.

Era tan poco lo que él pedía, solo amor y se conformaba con tan poco. Era comprensible que se desquiciara cuando pensó que su mujer lo había traicionado, su mente y sus sentidos se habían bloqueado, porque si tan solo se hubiese parado a reflexionar, se habría dado cuenta de tanta inconsistencia, pero no lo hizo, su mundo se le vino encima, lo único verdaderamente bueno se le iba de las manos y él no estaba preparado para soltarlo, así que cuando lo perdió actuó como un animal herido, e hizo lo que todo animal herido haría, atacar y defenderse, aunque en esta ocasión se defendió y atacó a quién no debía.

Ahora las consecuencias estaban a la vista, su hermosa ex esposa, sola y sin esperanza, con esa tremenda lucha en su interior dudando si perdonarlo y aceptarlo de nuevo en su vida o seguir odiándolo y mantenerlo alejado de ella y de su hijo, y él, al borde de la muerte, y aunque había sido él mismo, quien provocara esa situación, ahora luchaba por mantenerse con vida.

¿Cuántas veces presenció sus luchas, sus arranques de odio, sus arrepentimientos? cuando totalmente ebrio suplicaba por perdón y lloraba por su amor fallido, por no haber sabido conservarla a su lado y se preguntaba ¿en que había fallado? ¿que podía haber hecho y no hizo? ¿el porqué de su traición? cuando él le había dado todo, cuando él la había amado tanto.

¿Cuantas veces paso las noches en vela, porque él tampoco podía conciliar el sueño y temeroso de que algo le sucediera, permanecía cerca de él?

Lo miró día tras día, perdido, porque sin ella no era nada. Matándose trabajando para poder olvidar, poniéndose de pie antes del alba y  acostándose después de medianoche, sabiendo que hiciera lo que hiciera jamás podría sacarla de su corazón, debatiéndose siempre entre perdonarle su traición y traerla de nuevo a su vida o dejarla ser feliz con el hombre con el que creía que estaba.

Si tan solo hubiera escuchado a alguien, pero no lo hacía, estaba herido, estaba dolido y por desgracia sus enemigos eran aquellos en quien él tenía puesta toda su confianza, así que ¿cómo abrirle los ojos?, si estallaba ante cualquier insinuación en contra de su familia. Él creía ciegamente en su madre, nunca pensó que fuera capaz de hacer lo que hizo, si ella era lo único firme, lo único sólido a qué aferrarse, la única persona en quien podía confiar ciegamente, sin saber que también era la única persona capaz de destruirlo, en todos los sentidos, como finalmente lo había hecho.

Ella lo había logrado, sin embargo, aún de ahí, desde el fondo del abismo, a dónde ella lo había enviado, él se levantaría, estaba seguro, mientras que esa mujer ya estaba empezando a pagar por sus crímenes y su traición. Santiago le estaba dando donde más le dolía, la había dejado sin poder y sin dinero, lo que ella había perseguido toda su vida, además de estar con un pie en la cárcel, solo era cuestión de que las autoridades dieran con ella, y el esperaba que fuera pronto, se merecía eso y mucho más.

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