CAPÍTULO 45 CAMBIOS

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Habían pasado cinco meses, casi seis desde que Santiago ingresara al hospital, tres de los cuales los había pasado internado y el resto entraba y salía a causa de las cirugías que aún precisaban realizarle, la mayoría reconstructivas, durante ese tiempo había estado viviendo en el departamento de Damián, aunque ya necesitaba una casa y había estado insistiendo a Damián para que agilizara los trámites para comprar una propia.

Damián se resistía porque a pesar de que Santiago ya podía valerse por sí solo, en algunos aspectos aún necesitaba ayuda, pero luego estaba la cuestión de Nicolás, Santiago había ordenado que lo trajeran a vivir con ellos para que pudiera reanudar sus estudios, algo que él aceptó con mucho entusiasmo y alegría, convirtiéndose en una gran compañía y ayuda para la recuperación de su tío, aunque el departamento les quedara chico.

Así que por ese lado le urgía mudarse a un lugar más amplio, pero por otro lado estaban los constantes ataques de depresión que acechaban a Santiago y Damián temía que si estaba solo éstos se agudizarían.

***
Elizabeth estaba sentada a la mesa contemplando su taza de café, sus pensamientos se encontraban tan lejanos, a miles de kilómetros de distancia.

Un leve toque a la puerta la sobresaltó, sabía de quien se trataba, pues aunque parecía un hombre recio que imponía, era el único que tocaba de esa manera, al menos en su casa.

_Sra. Elizabeth -saludó inclinando ligeramente su sombrero.

_ ¡Bruno! ¡pasa! -le indicó el camino a la cocina. ¿Cómo estás? ¿Te tomas un café?

El asintió y tomó asiento.

_ ¿Cuándo llegaste? - interrogó ella.

_Esta mañana.

_ ¿Y cómo lo dejaste? -preguntó con expectativa.

_En realidad un poco tenso, recuperándose de su última cirugía de la pierna, parece ser que es la última, pero aún falta la del brazo que parece será también ya la última. Está desesperado por regresar.

_ No creo que sea conveniente, no hasta que se recupere total mente, no creo que estando acá, guarde reposo.

_ No lo haría. - sonrió Bruno. _ Sería imposible que se esté quieto y no lo dejarían, hay tanta gente que lo busca por ayuda y él sería incapaz de no prestarla.

_ Lo se. - dijo con nostalgia. _lo viví y era una de las cosas que admiraba tanto de él.

_ Lo bueno es que pronto estará de regreso. - dijo Bruno. _ los médicos dicen que podrá hacer todo lo que hacía antes.

_ Me alegro por él. - dijo con sinceridad.

Bruno solo asintió, le daba tristeza ver la sombra en su hermoso semblante, ¿porque Santiago tenía que ser tan irracional con respecto a ella?

***
Elizabeth se sentía cansada, estaba en una disyuntiva, quería que su hijo conviviera más con su padre, pero por las circunstancias era difícil, en éste tiempo había estado con él en cuatro ocasiones solamente y eso porque Damián se había ofrecido a llevarlo y traerlo, siempre dejándola a ella con la angustia de que no le fuera a pasar nada o de que a última hora Santiago decidiera no devolvérselo.

Ella había decidido no buscarlo ni acercarse más. Él ya había sido lo bastante claro, cuando no le permitió ni siquiera verlo cuando despertó del coma, así que no le quedó nada que hacer allá, y regresó, aun así los días y meses que siguieron no dejaba de sentir esa angustia y preocupación por él, aunque estaba su incondicional Bruno, que siempre la mantenía informada de sus avances y retrocesos, de cierta forma Bruno también se había convertido para ella en alguien indispensable, así como lo era para Santiago.

Su dilema ahora era, que Damián le pedía ir a la ciudad y llevar a Andrés consigo, ya que en esta ocacion, él no podía acudir por él y Bruno se encontraba demasiado ocupado atendiendo los asuntos del rancho de Santiago, además se había enterado, de que la salud de Santiago estaba menguando, principalmente debido a que sus ataques de depresión iban en aumento, y se habían percatado de que cuando Andrés estaba con él, éstos disminuían o desaparecían.

Lo bueno era que se acercaban las vacaciones y Andrés dispondría de dos semanas para estar con su padre.

***
Santiago se había mantenido ocupado mudándose, del departamento de Damián, a su nueva casa, estaba exhausto pero contento, se sentía con un poco más de libertad, ya estaba cansado de permanecer en la ciudad, sin poder hacer nada, anhelaba poder regresar a su rancho y dedicarse de nuevo a lo que le gustaba, deseaba sentirse de nuevo en total libertad y no estar sujeto al cúmulo de medicamentos que lo obligaban a tomar, ni a esas muletas que tenía que traer continuamente ni a ese vendaje que aún cubría su abdomen y le impedía total movimiento, tampoco se acostumbraba a esos continuos dolores de cabeza que lo atormentaban de improviso y que en ocasiones lo hacían perder el conocimiento de lo intenso que eran, el médico le había asegurado que irían disminuyendo con el tiempo, pero él no notaba cambio alguno. Había días en que éstos lo incapacitaban por completo y debía permanecer postrado en su cama, odiando cada segundo, cada minuto, cada hora que pasaba en ella, porque le recordaba el infierno en el que debía haber vivido su querida Elizabeth, ahora más que nunca la entendía y ahora más que nunca se sentía más lejos de ella, ¿cómo esperar un perdón de su parte, después de lo que pasó por su culpa?, esos pensamientos lo sumían en la más oscura depresión de donde le era casi imposible salir, pero siempre estaban Damián y Nicolás que pese a lo testarudo que él era, ellos lo sacaban adelante y luego estaba Andrés... su pequeño Andrés. Cuando él estaba no había cabida para tristezas, él lo llenaba todo, y no podía más que agradecer a su amada Elizabeth que le permitiera ese tiempo con él, un tiempo que no merecía, por haberlo apartado de su madre, pero que ella, aún así se lo daba. ¿cómo no amarla?

***
Hacía una semana que Elizabeth estaba en la ciudad en el departamento de Damián. Una larga semana, en la que su hijo pasaba prácticamente todo el día en la casa de Santiago, mientras que ella buscaba como pasar el tiempo, no tenía nada que hacer, ya que Damián contaba con personal que le limpiaba el departamento cada tercer día, lo que sí había conseguido Elizabeth era que le permitiera cocinar, ésto le había caído de maravilla a Damián, ya estaba cansado se comer en la calle o en restaurantes, aunque fueran de  lujo, nunca se compararía esa comida con la casera y menos con la de su pueblo.

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