CAPÍTULO 39 EN LAS GARRAS DE AURELIANO

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Bruno nunca pensó que las cosas sucederían con tanta rapidez. Ni tiempo le dio de hacer nada, cuando ya tenía a Aureliano y a sus hombres encima de ellos.

El apenas empezaba a moverse para sacar a su hijo de ahí y esconderlo donde no pudieran encontrarlo, pero ellos se movieron más rápido.

Aureliano estaba furioso por el desplante del joven y lo estaba aún más con Bruno por la traición, porque en lugar de obligar a su hijo estaba planeando ayudarlo a escapar.

Bruno nunca olvidaría lo que sucedió esa tarde, los hombres de Aureliano sacaron a toda su familia al patio, ahí los formaron en una línea, de donde los sacaron a él y a Felipe, los llevaron a la parte trasera de la casa y delante de él dispararon en contra de su hijo. Bruno no podía creerlo, su hijo, su amado hijo siendo asesinado a sangre fría por ese bastardo al que había servido por tanto tiempo.

_Eso les pasa a los que me desprecian -alcanzó a escuchar la voz muy lejana de Aureliano, pues aún no salía de su estupor.

_Eso les pasa a los que me desprecian -alcanzó a escuchar la voz muy lejana de Aureliano, pues aún no salía de su estupor

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_Y ahora vas a ver lo que les pasa a los traidores como tú. -sintió que lo jaloneaban. Su hijo yacía en medio de un charco de sangre, inerte, en paz. Su rostro... su mirada... él le había dado a su padre una lección de valentía, con sus ojos le había dicho que no se preocupara, eso era lo que él prefería... y se fue en paz, como el mejor de los valientes, mientras él, casi enloquecía de dolor

Cuando fue arrojado al lado de su familia, con angustia se percató de que su pequeña hija de tan solo 10 años no estaba entre ellos, un escalofrío recorrió su cuerpo, solo había dos opciones o había escapado cosa que rogaba con toda su alma que hubiese sucedido o ellos la tenían aparte y no quería ni imaginar que estaban planeando para ella porque se volvería loco.

***
Santiago iba rumbo a su rancho, regresando de una de sus visitas a su madre.
Estaba molesto, había planeado permanecer una semana cuando menos con ella pero entre Karina y ella lo tenían vuelto loco, ella no dejaba de insinuársele y su madre buscaba cualquier pretexto para provocar encuentros entre ambos. No es que ella fuera fea, de hecho, era una de las mujeres más atractivas de la región, pero no era su tipo, no para formar una familia, de hecho, el ni siquiera se había planteado la idea de formar una familia, no mientras llevara ese estilo de vida.

Un chirrido de llantas y un fuerte frenón lo sacaron de sus pensamientos. Al ver que el hombre que manejaba su camioneta bajaba de ésta pálido y asustado, él bajó también, de ninguna manera estaba preparado para ver lo que vio.

Ante ellos estaba una niña, una pequeñita de unos nueve o diez años, asustada, con sus ojos muy abiertos, al borde del llanto, los miraba con angustia, cuando vio a los demás hombres acercarse, se sobrecogió de miedo y se abrazó a si misma haciéndose bolita.

Santiago ordenó con la mirada a sus hombres que se retiraran, luego se acercó con cautela a la niña.

_ ¿Estás bien? -preguntó tocándola. Ella se estremeció.

_ ¡Por favor no me haga daño! -suplicó atemorizada.

_Nadie te lastimará -la tomó de la mano. _Ven. -la apartó de junto a las llantas de la camioneta.

_ ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó ¿en dónde están tus papás?

_ ¡Necesitan ayuda! -sollozó. _esos hombres los van a matar.

_ ¿Cuáles hombres? -interrogó.

_ ¡No lo sé! -dijo entre el llanto. _cuando los vi llegar me escondí y escuché que nos iban a matar a todos, luego corrí para que no me vieran y poder pedir ayuda.

_Está bien, tranquilízate -la abrazó.

_ ¡No quiero que los maten! -lo miró con una cara tan angustiada que su corazón dio un vuelco conmovido.

_Iré a ayudarlos -prometió sabiendo que quizás no podría cumplir su promesa, era probable que ya estuvieran muertos. _ ¿puedes llevarme a dónde están?

Ella asintió y se pusieron en marcha.

Una vez divisaron el lugar, Santiago dio órdenes a sus hombres, de inmediato todos se distribuyeron según él les ordenó. Ya había recabado suficiente información del lugar por parte de la pequeña. Luego pidió a dos de ellos que la mantuvieran alejada del lugar, permaneciendo con ella hasta que él regresara.

***
Bruno sabía lo que le esperaba, no tenía miedo por él, de hecho se sentiría aliviado porque al fin terminaría ese infierno que había durado ya ocho largos años, pero temía por su familia, ellos no estaban preparados para esto, quizás la muerte de sus hijos sería rápida como la de Felipe pero su querida esposa, a ella le esperaba otra cosa, no... no quería pensar, conocía los métodos de la gente de Aureliano y le causaba pánico de pensar lo que les esperaba a ellos dos.

_Así que te sentiste muy valiente. - Aureliano lo tomó del cabello obligándolo a levantar su rostro que permanecía agachado. _tú mejor que nadie sabe, que de mi nadie se burla. -le dio un puñetazo en el abdomen que lo dobló de dolor. _Bien. -se paseó por enfrente de ellos. _ ¿con quién vamos a empezar?, ¡ya sé! -se detuvo. _Tú vas a elegir. ¿a cuál de tus hijos quieres ver morir primero? ¿o.... quizás prefieras que comencemos con tu esposa? -llamó con la mano a uno de sus hombres.

_ ¡Sácala de la fila! -ordenó.

El hombre obedeció de inmediato y ella fue empujada al frente de su esposo e hijos, ya no lloraba ni suplicaba, sabía que su hijo había muerto y ella junto con él, nada de lo que le pudieran hacer la lastimaría ya.

Aureliano llamó a otros dos de sus hombres y les ordenó que la detuvieran por los brazos, buscaba con la mirada a algunos más de sus hombres, ¿En dónde se habrían metido?, empezaba a enfurecerse.

_No importa. -dijo. _con estos me basta, empecemos la función. Se acercó a la mujer que lo miró con cara de angustia.

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