CAPÍTULO 23 AMOR FRATERNAL

2.5K 328 8
                                    

Santiago permanecía inconsciente, pareciera como si la vida no pasara por él. Damián lo observaba desde el otro extremo de la habitación.
Se encontraba parado junto a la ventana del octavo piso de ese moderno hospital.
Con tristeza miró hacia donde se encontraba su hermano, verlo tendido ahí sin movimiento, sin reacción alguna le provocaba un profundo dolor, ¿de qué valía tanto dinero si la vida se le escapaba y nadie podía hacer nada? Con lágrimas en los ojos recordó las propias palabras de Santiago cuando él se estaba quejando de no contar con suficientes fondos cuando recién se fue a estudiar la universidad.

Su madre le había negado cualquier ayuda que pudiera darle, no quería que, se marchara, así que le cerró todas las puertas, aun así y en rebeldía él se había aventurado a marcharse a la gran ciudad, por un tiempo sufrió el no contar con lo suficiente, hasta que su hermano al regresar de una de sus largas incursiones a lo profundo de la, sierra se dio cuenta de su ausencia y lo localizó, luego, como todo hermano mayor, después de hablar con él y darle un sermón, le dejó lo suficiente como para que no pasara más necesidades y no dejó de apoyarlo en ningún momento.

_ Hermano, el dinero no lo es todo en la vida. -le había dicho mirándolo a los ojos. _no compra la felicidad, ni los verdaderos amigos, ni la familia, ni siquiera la salud, mucho menos la vida. -le palmeó la espalda.

_Tú lo dices porque lo tienes todo... -se apartó molesto de su lado.

_No te equivoques. -lo detuvo Santiago. _ ¿de verdad crees que soy feliz?

Y no...no lo era... recordó en esos momentos que su hermano con todo el dinero del mundo y el poder que tenía, en verdad no era feliz... no hasta que Elizabeth llegó a su vida, fue entonces cuando él lo vio verdaderamente alegre, verdaderamente contento, cuando sus ojos cobraron vida, cuando su sonrisa fue sincera
Sintió tristeza por su hermano, tanto haber luchado, tanto resistirse a su padre, a sus enemigos , al entorno en el que le tocó vivir, tanto pelear por sus ideales y aun así, terminar de esa manera tan triste y tan solo como empezó. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, deseaba rebelarse, gritar que no era justo, sabiendo que de toda su familia y de todos sus conocidos él era el que menos merecía estar en esta condición a excepción de Elizabeth, otra víctima del odio, la avaricia y la sed de poder.

Recordaba cómo, desde que tenía uso de razón, su madre tenía preferencia por Santiago, cómo manipulaba su vida a través de su padre. Él era un muy conocido y temido jefe del crimen organizado, era poderoso y temible y su madre disfrutaba de ese poder que le daba el ser la esposa del jefe, si bien vivían en ese pequeño poblado, bastaba con adentrarse al interior de la sierra y se extendía ante ellos extensas tierras, ranchos y lugares pertenecientes a su padre, algunas bien habidas y otras no tanto, su padre era considerado uno de los hombres más desalmados de la región, y peleaba contra otros rivales casi de la misma calaña que él. A ese mundo fue que su madre incitó a su padre a meter a Santiago, si bien sus demás hijos quedaron excluidos de esa vida, a Santiago se le obligó desde muy pequeño a acompañar a su padre, a permanecer largos periodos de tiempo en plena sierra, aprendiendo, empapándose del negocio que algún día sería suyo, incluso enfrentándose a muy corta edad con los enemigos que surgían al andar en negocios ilícitos.

No en pocas ocasiones Damián había sido mudo testigo de la condición en que su hermano mayor llegaba de esas incursiones, generalmente mientras su padre llegaba con su madre para ser atendido y reconfortado después de días de ausencia, Santiago se apartaba.

Damián había aprendido que invariablemente él se dirigiría a aquél desvencijado granero en medio de la nada, lejos, muy lejos del caserío que conformaba el poblado. Ahí había sido testigo en silencio de como su hermano desahogaba su frustración, en ocasiones lloraba desconsolado como un niño pequeño, en otras le daba por golpear las paredes hasta que sus puños sangraban, en esas ocasiones el solo se encogía en su escondite deseando que todo pasara por el bien de su hermano, al pasar de los años él se atrevió a salir de su escondite y con la ternura de un niño, la primera vez abrazó a su hermano, quien sorprendido no sabía que hacer apenado por haber sido descubierto en esas circunstancias. Luego se hizo costumbre, que él lo esperara en ese lugar y Santiago en lugar de llorar o golpear cosas solo se abrazaba a él y platicaban. Cuando las cosas iban extremadamente mal, Damián se daba cuenta, porque él llegaba y permanecía totalmente callado, sentado en un rincón, con la cabeza baja, y podía durar horas y horas así.
Solo él conocía su secreto y eso había creado entre ellos un lazo tan especial que estaba seguro, ni la muerte rompería.

Ahora Damián se encargaba al cien por ciento de los negocios que Santiago tenía en la ciudad, desligados totalmente del crimen organizado y también manejaba los asuntos legales tanto de las empresas como del rancho principal de su hermano.

Por eso ahora que lo veía ahí, postrado, sentía la misma impotencia de cuando era pequeño y no podía hacer nada por él, en ese granero, más que abrazarlo esperando que pasara lo peor.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora