CAPÍTULO 46 NUEVO COMIENZO

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Santiago estaba feliz, por fin podía disfrutar de su hijo por un tiempo más prolongado, el niño por fin estaba de vacaciones y su madre le había permitido pasar las dos semanas con él. No pudo evitar sentirse mal, al recordar que por un año y medio él lo mantuvo alejado de ella, ahora sabía lo que había sentido y se sintió como el hombre más vil y despreciable del mundo, nada, pero nada podría compensar ese tiempo perdido, sin embargo, ella con su gran corazón que siempre le había caracterizado le permitía gozar de su compañía y no solo eso, sino que ella misma se lo había llevado a la ciudad. Andrés había llegado hacía tres días y él no la había visto a ella, pero ¿qué esperaba?, ¿que fuera y se lo entregara a la puerta de su casa?, claro que no, seguramente lo último en lo que ella pensaba era en verlo, menos en el estado en el que se encontraba.

¡Dios mío, como la extrañaba!, deseaba verla, tocarla, escuchar su voz, sentir su respiración cerca de él, daría todo lo que tenía con tal de devolver el tiempo y evitar todo lo que había sucedido, pero sabía que no era posible, tendría que conformarse con tenerla solo en sus pensamientos, si tan solo ella supiera la falta que le hacía, la necesitaba tanto, la necesitaba como el mismo aire que respiraba, sin ella estaba muriendo lentamente, y no había nada que hacer... a menos de que... si, al menos de que lo intentara por una última vez... tenía que hacerlo... necesitaba hacerlo.

***
Era mediodía, Elizabeth jugaba con Andrés, esperando que llegara Damián para llevarlo con Santiago, como era costumbre, hoy no había podido llevarlo antes de irse al trabajo como acostumbraba pero, había prometido que iría a recogerlo durante la mañana, cosa que no había sucedido, ya era mediodía. El timbre de la puerta sonó, _que raro -pensó. _quizás Damián había olvidado su llave.

Cuando abrió la puerta su corazón dio un vuelco, instintivamente retrocedió, iba a dar la media vuelta y marcharse a su habitación, pero sintió como él la tomó del brazo y aunque su agarre no era fuerte ya que usó su brazo herido porque con el otro sostenía la muleta que lo ayudaba a caminar, ella no intentó soltarse, sobre todo porque si lo hacía podría provocar que el cayera debido a su precario equilibrio.

_ ¡Espera! -dijo él con mirada suplicante. _ no te vayas.

Ella no supo que decir, permaneció estática observando que atrás de Santiago estaba Nicolás, quien le sonrió y la saludó con un ademán de cabeza, luego miró como él sacaba discretamente a Andrés del departamento quien lo seguía feliz.

_ ¿Puedo pasar? -dijo Santiago aún en la puerta.

_Si pasa -dijo soltándose con precaución de su agarre. _pero Damián no está. -se sentó nerviosa en un sillón individual.

Observó como él con dificultad se sentaba en otro de los sillones quedando enfrente de ella.

_No quiero hablar con Damián, quiero hacerlo contigo -dijo mirando sus hermosos ojos, que estaban cristalizados, no quería pensar que provocaba que ella estuviera a punto de llorar, si era temor, angustia, quizás alegría o simplemente que no quería estar frente a él y deseaba marcharse.

Ella no dijo nada. Solo lo miró con esa mirada cargada de incertidumbre, de angustia.

_Lizzy. -tomó su mano. Ella se estremeció ante su contacto. _la verdad no sé cómo empezar. -fue sincero.
_solo quiero decirte que te amo. -los ojos de ella se humedecieron aún más. _que no podré seguir viviendo sin ti, que soy un estúpido por lo que hice y por dejar que pasara lo que pasó. -su voz era entrecortada. Ella empezó a sollozar sin control, entonces el la abrazó.

Ella no quería llorar, pero no pudo controlarse, no cuando el momento que pensó nunca llegaría estaba ahí, ella no quería que le pidiera perdón, ambos habían sido víctimas, pero, sí quería que él reconociera que se había equivocado y lo estaba haciendo, por fin el dejaba de culparla, por fin dejaba de insultarla y de herirla y en lugar de eso la abrazaba, como en los viejos tiempos, cuando la quería, y por si fuera poco le decía que la amaba.

Elizabeth no sabía que decir, solo se dejó llevar por el llanto.

El desesperado por verla en ese estado solo atinó a levantar su rostro tomándola con delicadeza de la barbilla para mirarla a los ojos.

_ ¡perdóname! -dijo por fin. - las lágrimas también asomaron a sus ojos. _ ¡perdóname por favor! -suplicó. _ ¡perdóname! - la abrazó con más fuerza, luego la apartó un poco y con delicadeza besó sus labios, ansiaba con locura hacerlo, la necesitaba con tal fuerza que no podía dejarla ir, ya no podría vivir sin ella aunque quisiera.
Ella sintió sus labios sobre los suyos, miles de sensaciones dormidas recorrieron su cuerpo, ¿cómo había podido sobrevivir tanto tiempo sin él? -se preguntó. Lo necesitaba y sentía que después de esto no sería capaz de vivir sin él, lo amaba, lo amaba más que a su propia vida. El la apartó con delicadeza y se fundieron en un fuerte abrazo.

_ ¡Por favor perdóname! -repitió el con angustia. ¡Te amo, te necesito y quiero que vuelvas conmigo! -dijo consiente de que podía rechazarlo una vez más.

Ella lo miró a los ojos y se perdió en esa mirada que la cautivaba, nunca más podría decirle que no.

_ ¡Si! -dijo ella entre sollozos. _ quiero volver contigo porque te amo.

Se fundieron en un nuevo abrazo, sellando su amor con un prolongado beso que los transportó a cientos de kilómetros de ahí, a sus inicios, a donde habían empezado, porque hoy, estaban empezando de nuevo.

FUE MI ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora