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-Hola, mi amor- digo en un sollozo desde la puerta, todavía temerosa de volver a entrar.
Respiro hondo y, tras unos segundos, me acerco a la cama donde Eric aún permanece dormido.
-Estás pálido- susurro tocando su mejilla.
De nuevo, posa su mano en la mía y sonríe, pero no paso desapercibido que todo su cuerpo tiembla.
Su respiración es pesada y, otra vez, empieza a toser con fuerza.
Me alejo deprisa para avisar a alguna doncella o a mis padres de que llamen a al doctor, pero cuando estoy a punto de abrir la puerta siento una mano por detrás agarrando mi cuello.
-Nadie puede ayudarte, Princesa- susurra en mi oído y algo afilado se clava de golpe en mis costillas.
Caigo al suelo sin ser capaz de emitir sonido alguno y observo a Eric a unos metros de mí, sonriendo con malicia.
Una lágrima se escapa por última vez antes de que mi cuerpo se aleje de la vida.
Grito de terror cuando despierto y compruebo que no tengo ninguna herida.
Aparto las mantas de mí y me levanto despacio intentando controlar mis nervios, saliendo después al pasillo para ir a mi sala de arte.
El lienzo en blanco que me espera no tarda en llenarse por completo de color y, aunque no son más que manchas desperdigadas sobre éste, son suficientes para calmar el dolor de mi mente.
-Ashley- la voz de mi padre a mi espalda me hace cerrar los ojos por un minuto-. Cariño, ¿estás bien?
Se acerca y coloca una mano en mi hombro, apretándola con suavidad en un intento por reconfortarme.
Le miro respirando todo lo hondo que puedo y me aferro a su pecho con fuerza, empezando a sollozar.
Mi padre camina conmigo delante hasta sentarnos junto a la ventana, dejando que me desahogue el tiempo que haga falta.
-Y si no quiero que despierte- susurro minutos después.
Mi padre me aleja para que le mire, confuso.
-¿Qué quieres decir? Pensaba que...
-Yo también, papá- no hace falta que termine su frase para saber a qué se refiere. Suspiro y me apoyo de nuevo en él-. Pero vuelvo a tener miedo de que me haga daño.
Le escucho soltar una carcajada y alzo la cabeza frunciendo el ceño.
-Sabes que si rompe tu corazón tendrá que vérselas conmigo- dice juntando nuestras frentes, sonriendo-. Nadie se mete con mi niñita.
Yo también río pero me separo tras unos segundos, levantándome.
-Gracias, pero no me refiero a ese tipo de daño- me alejo unos metros y me abrazo a mí misma, cerrando los ojos-. Tengo miedo de que solo quiera destruirnos desde dentro, como pensaba mamá.
Sus brazos me envuelven por la espalda y deja un beso en mi mejilla.
-Estoy muy seguro de que no tiene ninguna intención de hacerlo.
Sonrío con tristeza y me giro hacia él tomando sus manos.
-Pero, ¿y si no lo hace por él?- casi sollozo bajando la vista.
Mi padre levanta mi mano derecha para mantenerla frente a mí, haciendo que mis ojos caigan sobre el anillo que Eric me regaló. Nuestro anillo de promesa.
-No entiendo qué quieres que mire- digo bajando la mano y separándome.
-¿Recuerdas lo que dijiste que te prometió?- pregunta agarrando mi mano de nuevo.
Apenas giro la cabeza para asentir, escuchando las palabras en mi mente y sonriendo de forma inconsciente.
-No hacerme nunca daño y estar siempre junto a mí- contesto mientras la felicidad más absoluta me invade.
Mi padre me hace girar para mirarle de nuevo y se acerca a mí.
-Solo quién te ama de verdad juraría algo así. Igual que tu madre y yo juramos protegeros de todo a tu hermano y a tí cuando nacisteis.
"Aunque sigue habiendo algo de lo que no podréis protegerme" pienso sin decirlo para no añadir más preocupación a su de seguros pensamientos hacia mí.
Respiro hondo y me abrazo a él con fuerza por unos segundos, sintiéndome pesada de repente a causa del sueño.
Mi padre parece notarlo y camina, de nuevo sin separarnos, hacia el pasillo.
-Puedes venir a dormir con nosotros si quieres- habla bajito al llegar a la puerta de mi habitación.
Le miro y esbozo una pequeña sonrisa.
-Gracias, pero creo que mejor no. No quiero que vuelva a ser costumbre.
Le escucho reír seguro recordando los cuatro años que pasé durmiendo con ellos cada noche.
-Está bien- susurra besando mi cabeza con suavidad-. Pero si lo necesitas no dudes en venir con nosotros, ¿de acuerdo?
-De acuerdo- contesto antes de soltar un leve bostezo, provocando que vuelva a reír-. Buenas noches, papá. Te quiero.
-Yo también a tí, mi niña. Descansa.
Dejo un pequeño beso en su mejilla y él me corresponde con un corto abrazo antes de marcharse a su dormitorio.
Paso por el trozo entreabierto de mi puerta y la cierro tras de mí, dando un pequeño brinco al ver una sombra en mi cama.











A Princess' Tale (Reales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora