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Detenemos los caballos en medio de la plaza, aunque cerca de una posada para llevarlos a descansar mientras paseamos.
—Estarán en buenas manos, Majestad— asegura el hombre cogiendo las riendas de los animales.
Mi padre le tiende un pequeño saco pero éste niega devolviéndoselo.
—Insisto— dice colocándolo en su mano antes de posar la suya en mi espalda y alejarnos de allí.
Le observo suspirar y un sentimiento que no consigo descifrar aparece en su rostro.
—¿Va todo bien?— pregunto acercándome más a él.
Me mira por unos segundos y vuelve la vista al frente sin decir nada, pero me suelta y le siento alejarse de mí.
Eric toma mi mano y es ahora quien me acerca a él, me apoyo en su pecho y también suspiro.
—Tal vez esté cansado— dice bajito sin dejar de mirar a mi padre, que parece ajeno a todo cuanto le rodea.
—No es eso— susurro frunciendo ligeramente el ceño. Alzo la vista para mirar a Eric y éste se detiene—. Le noto distraído, como si no quisiera estar aquí y se hubiese visto obligado a venir.
Eric agarra mis hombros y deja un beso en mi frente.
—Pero no lo ha hecho, ha venido por su propia voluntad. Para pasar tiempo a solas con su hija lejos de los muros del Castillo— me recuerda sonriendo.
—¿Entonces tú sí has venido obligado?— pregunto imitando su gesto y rodeando su cuello con mis brazos.
Eric ladea la cabeza y su sonrisa se ensancha.
—Y porque sabes que no concibo un minuto sin tí— susurra juntando nuestros labios por unos segundos—. Pero tranquila, ambos sabemos quien de nosotros es más importante para él.
Me giro para mirar en su dirección pero no le encuentro y empiezo a ponerme nerviosa.
—Eric... ¿Dónde está mi padre?— pregunto fijándome de nuevo en él.
—Seguro que se ha alejado mientras hablábamos y se ha mezclado entre la multitud— dice señalando la masa de gente que camina a unos metros de nosotros.
—Tenemos que encontrarle— suplico aferrándome a él—. Prometimos permanecer los tres juntos mientras estuviésemos aquí.
Eric vuelve a separarme y me observa con total tranquilidad.
—Mi amor, no te alteres. Es mayorcito y sabrá cuidarse solo si...
—No lo digas.
Asiente en silencio y comienza a caminar hacia la multitud agarrando mi mano con fuerza para no perderme también.
Por suerte no tardamos mucho en encontrarle frente a una casa abandonada. Nos acercamos despacio y casi puedo ver cómo todo su cuerpo tiembla con la vista fija en ella.
—¿Papá?— pregunto muy bajito.
Ni siquiera me mira antes de avanzar hacia ésta, deteniéndose de nuevo en la puerta. Eric y yo le imitamos aunque parece ajeno a ello.
Su mano roza el picaporte con suavidad y cierra los ojos por unos segundos mientras lágrimas se deslizan por sus mejillas con rapidez.
—¿Vas.. a entrar?— vuelvo a preguntar, ésta vez algo asustada.
Respira hondo y empuja el picaporte haciendo que la puerta cruja al abrirse.
Camina despacio hacia el interior, observando a su alrededor mientras yo miro a Eric y él se encoge de hombros, ambos sin entender lo que está pasando.
—¿Papá?— hablo de nuevo y mi voz tiembla al hacerlo.
Otra vez, no contesta y parece ausente a todo menos al espacio en el que se encuentra.
—Creo que deberíamos dejarle solo— susurra Eric a mi oído.
—No— contesto sin pensarlo antes de acercarme a mi padre.
Apoyo mi mano en su hombro con suavidad y le siento temblar ligeramente. Me mira y un nudo se forma en mi garganta.
—Deberíamos irnos— insiste Eric.
Ambos le miramos y, aunque yo avanzo de nuevo hacia él, mi padre permanece donde está.
—Majestad, creo que...
—No me llames así— responde mi padre con la voz áspera y los ojos cerrados.
Respira hondo despacio y se adentra más en la habitación, curioseando las cosas que hay por ella.
Le observo mirar cada una detenidamente y acariciar algunas con suavidad.
Entonces su reflejo aparece y se torna pálido. Sus ojos se quedan clavados en el cristal y, de nuevo, su mano acaricia la superficie.
Suelto un grito ahogado cuando el espejo se resquebraja contra su puño pero él ni siquiera se inmuta, a pesar de que finas líneas rojas empiezan a  recorrer sus nudillos.
Eric se acerca con rapidez y envuelve su mano con un pañuelo, haciendo un poco de presión sobre éste para que la sangre se detenga al menos unos segundos.
Ambos caminan hacia el exterior y ahora soy yo la que no consigo moverme, pero Eric vuelve y agarra mi mano para conseguir que lo haga.
No me atrevo a mirar a mi padre en la vuelta al carruaje y, una vez hemos llegado y subimos a éste, me dejo caer junto a la ventana cerrando los ojos y esperando que solo sea otra pesadilla.

A Princess' Tale (Reales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora