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-Cuéntame otra vez cómo conociste a mamá- pregunto trepando por las rodillas de mi padre para sentarme sobre ellas.
Observo a mi madre sonreir desde un sillón no muy lejos de nosotros, donde acuna a mi hermano para que se duerma.
Se miran entre ellos y luego mi padre me acomoda mejor dejando que me apoye en su pecho.
Mantiene su vista en el frente buscando, como siempre, las palabras adecuadas porque ¿cómo explicar a una niña que salvó a su madre de morir asesinada?
Más tarde sabría la verdad, más tarde sabría que ejecutaron a aquella mujer sin un juicio previo. Más tarde comprendería por qué mi madre siempre ordenaba a los guardias acompañarnos durante nuestra estancia en el pueblo.
Mi padre me mira de nuevo, sonriendo, antes de empezar a hablar.
Abro los ojos despacio al tiempo que inhalo profundamente. Me giro y Eric me está mirando en la oscuridad, tumbado sobre un codo y apoyando la cabeza en su puño. Se acerca para besarme pero se detiene justo cuando nuestros labios se juntan. Siento su respiración sobre mí mientras cierra los ojos.
-Te quiero- murmura pasando un brazo por mi espalda y quedando casi tumbado sobre mí.
Alzo mi mano para tocar su mejilla y la noto húmeda. Ha vuelto a llorar, igual que cuando vino a buscarme hace una horas.
Le separo con cuidado para incorporarme y mirarle preocupada, tomando su mano y acariciándola con suavidad.
-¿Qué pasa?- pregunto bajito siendo yo está vez quién se inclina sobre él.
Sus ojos relucen y observo lágrimas resbalar por sus mejillas, pero no contesta y solo cierra los ojos con fuerza, ahogando un sollozo.
Me incorporo de nuevo y apoyo la espalda en el cabecero para tumbarle en mi pecho.
-Tranquilo- susurro acariciando su cabello.
Sigue sin hablar aunque los sollozos aumentan de volumen.
-Eric- le obligo a mirarme y se me encoje el corazón. Está destrozado por algo- ¿Quieres que vayamos a pasear?- pregunto dejando un largo beso en su cabeza.
Asiente y le ayudo a levantarse. Coloco con cuidado la capa sobre sus hombros y luego me cubro con la mía, agarrando su mano para hacerle avanzar muy despacio hacia el exterior.
El frío de la noche nos recibe y vuelvo a mirarle. No se encuentra mejor.
-Vamos- digo caminando por la nieve y casi arrástrandole tras de mí.
Nos sentamos en un banco minutos después y le abrazo con suavidad.
-Cuéntame qué te preocupa, por favor- suplico bajito en su oído antes de dejar un lento beso en su cuello-. Por favor- repito sobre su piel casi aferrándome a ella con los labios.
Eric me separa y entonces lo sé: lo mismo que ocurrió hace dos días.
Niego rápido con la cabeza y apoyo mi frente en la suya.
-No- sollozo apretando mi mano en su pelo-. Sabes que no es verdad- me separo para mirarle pero ha cerrado los ojos. Me acerco de nuevo, apoyando mis labios en los suyos-. Sabes que te quiero.
-No lo suficiente para casarnos- contesta en un hilo de voz-. Pero sí lo bastante para seguir acostándonos.
Su mano se aprieta en mi brazo y ahogo un quejido.
-Eric- susurro, pero él se levanta de golpe y se aleja de mí.
Se acerca de nuevo, furioso, mirándome con un odio infundado por palabras. Pero se mantiene en silencio, dejándose caer en el banco y escondiendo la cara en las manos.
Cierro los ojos y respiro hondo, tratando de calmar la tensión a mi alrededor.
Me levanto despacio y me alejo en silencio volviendo a mi habitación, dejándole con un problema que nos incumbe a ambos.
Me tumbo en la cama y el silencio solo es interrumpido por mis sollozos. Me envuelvo en las mantas y me aprieto contra ellas intentando dejar de pensar pero, como siempre, mi mente tiene otros planes.
"Te quiero" me ha dicho Eric tan solo unos minutos atrás, pero ésta vez ha sonado diferente. Ha sonado ha despedida, ha sonado a un "adiós", ha sonado a "no puedo seguir contigo si me haces ésto". A seguir juntos sin casarnos, a demostrarnos amor el uno al otro pero no ser capaz de pensar en el futuro.
"Entonces nunca me apartaré de tu lado".
Pero las palabras son efímeras, igual que los sueños.
Me revuelvo en la cama sin poder conciliar el sueño de nuevo, así que me levanto y salgo al balcón para respirar.
Por un instante me parece escuchar a Eric entrar a la habitación, pero todo está en silencio.
Vuelvo a pasar a la habitación, sentándome en la cama con la espalda muy recta y la vista al frente, pero mis ojos se van a la cajita de porcelana que descansa en mi tocador. Me levanto despacio de nuevo para acercarme a ella y sacar un anillo de su interior. Lo envuelvo con fuerza en mi mano y cierro los ojos.
El regalo de Eric por su cumpleaños, el que olvidé darle por solo centrarnos en mis problemas.
La puerta se abre y aprieto los párpados.
Los pasos se acercan lentos hacia mí hasta colocarse a mi espalda. Su mano se posa en mi hombro y se desliza con suavidad por mi brazo hasta coger mi mano.
Despierto pero ignoro el reflejo de Eric en el espejo, llevando la vista a su agarre. Acaricia con el pulgar su dorso y puedo sentir cuánto le duele hacerlo.
-Olvido lo que casarnos significaría para ti- dice bajito tirando de mí con suavidad para quedar frente a él. Coloca un mechón de pelo tras mi oreja pero mis ojos siguen fijos en nuestras manos-. Sé que por mucho que confíes en mí, siempre habrá una parte, por pequeña que sea, que no lo haga. Y no puedo luchar contra ella porque siempre ganará.
Deja la mano libre en mi mejilla y entonces le miro. Sigue destrozado y mi corazón desaparece en mi interior.
-Te quiero, Ashley- susurra casi en un sollozo juntando nuestras frentes-. Y lo siento. Siento lo que mi padre os hizo. Siento todas las pesadillas que aquello te causó y el sufrimiento que tuvieron que pasar tus padres- su voz se rompe mientras las lágrimas brotan de sus ojos cerrados-. Pero quiero que sepas, y nunca lo olvides, que te amo y aprecio muchísimo lo que tus padres han hecho por mí.
Mi corazón aparece de nuevo y sonrío dejando un pequeño beso en sus labios, aunque me mantengo sobre ellos esperando por más.
Eric asiente y rodea mi cuello con sus brazos mientras sus labios se mueven despacio sobre los míos.
-Pensaba que querrías marcharte- hablo sin separarnos.
Sonríe y avanza unos metros hasta apoyarme contra la pared.
-Jamás lo haría- contesta de la misma forma haciendo presión con su cuerpo.
Se desliza hasta mi cuello y se mantiene ahí hasta que un sonido ahogado escapa de mi garganta. Se separa mirándome y liberandome de su agarre.
Sus ojos brillan de deseo al igual que los míos y nos tumbamos en la cama mientras la pasión nos devora por completo.
El anillo se pierde en algún momento entre las sábanas y la ropa pero no me preocupo por ello y nos adueñamos del otro hasta casi el amanecer.

A Princess' Tale (Reales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora