Mis padres no apartan la mirada de nosotros mientras Eric y yo dedicimos sobre la ceremonia. La cabeza me empieza a doler por que haya tantas cosas que hacer y me escondo un momento en su pecho.
—Podemos seguir mañana si quieres— susurra cerca de mi oído.
Alzo la cabeza despacio pero sin separame de él.
—Cuanto antes acabemos antes podremos relajarnos hasta que llegue el día.
Le escucho soltar una pequeña carcajada y me coge por los hombros con suavidad.
—Ashley, mírate— se aparta un instante y me recorre de arriba a abajo—. Estás agotada y apenas llevamos listas la mitad de las cosas. Será mejor que lo dejemos por hoy o, si lo prefieres, tomarnos un descanso para seguir más tarde.
Aprieto los labios y busco a mis padres con la mirada.
—Será mejor que descanséis por hoy— dice mi madre acercándose—. Todavía quedan algunos días y no es necesario que éste todo listo desde el principio.
Mi padre asiente a su lado y extiende su brazo para acariciarme.
—Pues decidido— exclama Eric sonriendo antes de tomar mis manos y, tras besarlas por unos segundos, acercarme de nuevo a él— ¿Quieres que vayamos a dar un paseo por el jardín? Te servirá para despejarte. Y a mí también.
Asiento apoyada de nuevo en su pecho y avanzamos despacio hacia el exterior.
El viento roza nuestros rostros y Eric me abraza más para darnos calor.
Comenzamos a caminar por la hierba casi helada y al cabo de un rato una sonrisa infantil se dibuja en mi cara.
—¡Juguemos al escondite!— exclamo dando un saltito y colocándome frente a Eric.
Éste sonríe y me acerca de nuevo a su cuerpo dejando un suave beso en mis labios.
—Dos personas no pueden jugar a eso. Sería demasiado fácil.
—Sí que pueden, solo hay que saber bien dónde esconderse— contesto sonriendo—. Por favor— suplico poniendo cara de pena y Eric parece pensarlo.
Una carcajada vuelve a salir de su garganta y me besa de nuevo.
—Cuentas tú— dice bajito antes de alejarse a paso rápido.
Me río y cierro los ojos empezando a contar hasta treinta.
Suelto un grito avisando cuando he terminado y camino con cuidado muy atenta a mi alrededor.
Tras un rato buscando sin resultado, me detengo para pensar y, al hacerlo, siento a alguien a mi espalda que me hace sonreír.
—¡Te pille!— exclamo girándome y mi rostro se vuelve pálido—. Creía que te había dicho que te fueras.
Mi abuelo enarca una ceja y da un paso hacia mí.
—Si yo no debo decidir sobre vosotros tampoco podéis hacerlo conmigo.
Voy retrocediendo al tiempo que él se acerca pero el tronco de un árbol me impide seguir y empiezo a temblar.
—Tranquila, Ashley— dice sonriendo y mi miedo aumenta—. Tan solo quiero hablar contigo, ¿vale?
—No tenemos nada de qué hablar— contesto con la voz entrecortada—. Ahora vete.
Él suelta una carcajada y posa una mano en mi mejilla derecha, apretándola despacio.
—Al menos déjame alabar tu actitud de ayer. Me sorprendió cómo tuviste el valor de plantarme cara cuando esas cosas siempre te han dado miedo.
Su sonrisa se ensancha más todavía y yo cierro los ojos.
—Quizá me equivoqué todos éstos años pensando que no merecías el Trono. Tienes el temperamento necesario para gobernar y sé que sabrás hacerlo mejor que tus padres.
Vuelvo a mirarle y la mejilla me empieza a doler.
—Mis padres saben gobernar— digo asustada—. Y son los mejores Reyes que un pueblo podría tener. Son compasivos y se preocupan por el bienestar de las personas, y también sé que la gente los quiere y están agradecidos de que les rescataran de alguien como tú.
Empiezo a notar sus uñas en mi piel y hago una mueca de dolor, pero disminuye cuando desliza esa misma mano hacia abajo. Mi respiración se entrecorta cuando se detiene en mi garganta y sonríe de nuevo.
Pero no puede hacer nada, porque Eric aparece y le aleja de mí tan rápido que apenas soy consciente.
—Déjala— gruñe colocándose entre ambos.
Mi abuelo ríe y se acerca otra vez.
—Como he dicho antes, nadie puede obligarme a hacer nada. Así que déjanos continuar con nuestra conversación en privado.
—No— casi escupe con enfado.
Avanza hacia mí tomando mi mano para dirigirnos de nuevo al interior del Castillo.
Llegamos a la habitación y Eric cierra la puerta tras dejarme sentada en la cama.
—¿Te ha hecho algo?— pregunta preocupado acercándose despacio.
Mi vista permanece al frente sin ser capaz de contestar, como si la mano en mi garganta me hubiese robado la voz.
—Tienes un poco de sangre aquí— sigue hablando mientras me examina—. Espera.
Se aparta para alejarse pero agarro su brazo con fuerza, haciendo que se vuelva hacia mí de nuevo.
—Solo quiero buscar algo con lo que curarte— explica bajito agachándose a mi lado—. No tardaré mucho, mi amor. Lo prometo.
Vuelve a alejarse más despacio pero vuelvo a tira de él para acercarle a mí.
—No, Eric, por favor— sollozo abrazándole con fuerza—. No me dejes sola. Quédate conmigo y no te alejes nunca más.
Las lágrimas hacen que la herida aún abierta me escueza y vuelvo a hacer una mueca de dolor.
—Nunca más lo haré mi amor— susurra besando mi cabeza—. Pero debemos curar la herida o podría infectarse— explica como si hablase con una niña pequeña.
Se levanta por tercera vez sin separarse y avanzamos juntos hasta el baño, donde Eric coge un trozo de papel para humedecerlo y empieza a limpiar mi mejilla con mucho cuidado.
—Si te portas bien te daré un premio— dice sonriendo al ver que me quejo de nuevo.
Tarda unos segundos más en que la herida quede limpia y luego deja un leve beso a su alrededor.
—Gracias— musito mirando el papel carmesí que aún descansa en su mano.
Se deshace de él y me levanta despacio de la silla para volver a la habitación y tumbarnos en la cama.
Ésta vez intercambiamos nuestras posiciones quedando yo a su izquierda para no rozar la herida con su cuerpo.
—¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor?— pregunta muy bajito, casi con miedo.
Le miro y me acerco para besarle hasta que siento que toda mi angustia ha desaparecido.
—Ya lo has hecho— digo sonriendo volviéndonos a unir.
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A Princess' Tale (Reales II)
Romance*Historia sin corregir* Una Princesa que teme serlo y un amor esperado por años. Solo hay dos cosas que preocupen a Ashley a sus 18 años: el momento de ascender al Trono y encontrar un amor tan puro como el de sus padres; siendo éste último su más a...