Capítulo 13

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Era el último día del curso y los alumnos bailaban y cantaban alegremente. En nuestra sala común se había armado una fiesta, donde bailábamos y cantábamos. Estuvimos todo el día celebrando, y paramos únicamente para ir al Gran Comedor, así que cuando el reloj marcó las 10:30 decidimos que era hora de ir a dormir.

Nos fuimos a nuestro cuarto, y como no estábamos cansadas platicamos durante unas horas. Finalmente nos acostamos a las 12:30. Esperé a que se durmieran todas y a las 12:45 ya estaba lista. Salí sigilosamente del cuarto y fui hacia la biblioteca. Ahí sentado, me encontré a Draco, que parecía llevar esperando un buen rato. Fui y me senté a su lado y este me pasó un brazo por los hombros, y estuvimos charlando y riendo por mucho rato. Cuando el sol brillaba en lo alto del cielo nos despedimos. Nos besamos, nos dimos un abrazo y cada quien se fue por su lado. 

Llegué al cuarto y la verdad ya no me importaba si alguien se daba cuenta de la hora a la que había llegado. Me tumbé en la cama y empecé a llorar silenciosamente. Sentí un ruido en una de las camas del dormitorio, así que levanté la vista y vi a Hermione incorporándose lentamente. Rápidamente me cubrí la cara con las mantas y fingí estar dormida. No fue necesario, ya que ella se levantó y se fue a encerrar al baño. Seguí llorando un largo rato hasta que decidí que era hora de levantarme y seguir con mi día. Con gran pesar aparté las mantas y salí de la cama.

Después de haberme asegurado de tener todo mi equipaje listo bajé a la sala común y me senté en una de las butacas. Era un día soleado de junio, y lo que más me apetecía era estar afuera leyendo un libro a la sombra de un árbol o estar jugando ajedrez mágico con los chicos. A pesar del gran tiempo el ambiente era deprimente; por los pasillos se veían amigos despidiéndose y ya no se respiraba el mismo aire que el día anterior. Faltaban unas horas para partir, así que entre todos armamos una pequeña reunión de despedida. Nos la pasamos en grande hasta que llegamos a la estación en Hogsmeade, el pueblo vecino. Nos subimos al tren y buscamos un sitio vacío. Al final nos terminamos sentando con Neville, que al vernos pasar nos había invitado a entrar.

Me pasé la mayor parte del viaje durmiendo, ya que las noches anteriores apenas había dormido. Estuve algo triste porque tendríamos que volver al número 4 de Privet Drive, junto con Dudley, tío Vernon y tía Petunia. Lo único bueno era que Ron nos había invitado a pasar las últimas semanas del verano en la Madriguera. Esa sería nuestra salvación, la única parte buena que tendría el verano. 

Cuando llegamos a la estación vimos a tío Vernon esperándonos allí. Harry y yo nos despedimos de los chicos con gran pesar y nos dirigimos hacia nuestro tío. En el camino a casa Harry y yo charlábamos animadamente sobre todo lo que había pasado aquél año; de lo emocionados que estábamos por volver a Hogwarts, de las ganas que teníamos de ir a la madriguera a pasar las últimas semanas, en fin, de muchas cosas. 

Llegamos muy cansados, así que subimos los baúles a nuestra habitación y nos recostamos. No se cuanto tiempo dormí, pero cuando abrí los ojos la luz de la luna penetraba por la ventana y las estrellas brillaban en el cielo. Me levanté y me quedé contemplando la ventana, perdida en mis pensamientos. Regresé a la cama con la esperanza de quedarme dormida pero al ver que no iba a ser posible me volví a levantar. Me senté en el suelo con un trozo de pergamino, un tintero y una pluma. Iba a escribirle a Draco, seguramente a estas horas ya habría llegado, mandaría a Hedwig y seguramente a la mañana siguiente recibiría mi carta. Aunque suene muy cursi, lo extrañaba demasiado, a el y a todos, pero especialmente a él. Extrañaba su sonrisa, acariciarle el pelo, abrazarlo, besarlo, y pensar que tendría que esperar hasta el primero de septiembre para poder volver a verlo, por eso intentaría mantener correspondencia particular, para extrañarlo menos, o eso era lo que intentaba hacer, aunque mis esfuerzos eran en vano. 

Terminé mi carta y se la amarré a Hedwig en una pata, me dio unos cariñosos picotazos en el hombro y salió por la ventana. La seguí hasta que se perdió en las nubes, así que decidí meterme en la cama. Estuve mirando al techo por horas hasta que Harry también despertó y bajamos juntos a desayunar. Desde el verano pasado Dudley había cambiado demasiado, estaba más alto, pero también más gordo, parecía un cerdo obeso, y también se comportaba como uno. Cada día lo odiaba más, y al parecer Harry también. 

Los días que siguieron fueron bastante aburridos, a pesar de las cartas que escribía y recibía. Había contactado con Hermione, que me contaba como se lo pasaba en casa de sus padres. En esas situaciones la envidiaba, pero me daba igual, era mi mejor amiga. También recibía cartas de Draco con mucha regularidad. Nos escribíamos sobre lo que nos pasaba, lo que hacíamos y siempre nos decíamos que nos extrañábamos. -Lo sé, somos muy cursis, pero no podemos cambiarlo-.

Una noche hablando con Harry pude ver desde la ventana a un extraño individuo, que recorría las calles sospechosamente, de una casa a otra, cruzaba la calle una y otra vez. Mi hermano y yo, extrañados por la peculiar conducta de aquél misterioso hombre decidimos asomarnos a la ventana para poder ver mejor lo que pasaba. Llevábamos un rato observándolo cuando de repente el hombre se paró en seco; volteó lentamente hasta quedar de frente a nosotros. Seguíamos sin poder verle la cara, pero noté como nos miraba fijamente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, e instintivamente me aparté de la ventana, la cerré y corrí las cortinas. Después de aquél extraño suceso no pude dormir.

A la mañana siguiente después de medio haber dormido tenía muchas ojeras y el rostro pálido. Me lavé la cara, me vestí y bajé a desayunar, intentando buscar una posible explicación para lo que habíamos presenciado la noche anterior.

Lo que nadie nos contóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora