Capítulo 63

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Ya habían pasado un par de semanas desde que habíamos llegado a Privet Drive y al no tener cosas que hacer estaba empezando a hartarme. Usualmente en las vacaciones de verano salía a dar vueltas por la zona sin embargo y dada la situación por la que estábamos pasando lo consideré muy imprudente e inoportuno. A pesar de tener a Harry cerca me pasaba la mayor parte del tiempo acostada sobre mi cama u observando a través de la ventana que daba hacia la calle. No estaba de humor para nada e incluso comía cada vez menos, cosa que se podía ver en mi físico, el cual se notaba más delgado cosa que no me importaba demasiado.

En una ocasión me había sentado en el suelo junto a Harry mientras que discutíamos los sitios en los que pensábamos que podríamos encontrar algún rastro de Voldemort o sus Horrocruxes aunque siempre acabábamos desechándolas con distintos argumentos. Cada vez era más difícil intentar adivinar el paradero de dichos objetos ya que contábamos con muy poca información al respecto. Normalmente Harry se enfadaba con el difunto Dumbledore por la falta de claridad en sus instrucciones y que ahora más que nunca necesitábamos. Era crucial encontrarlos cuanto antes ya que corríamos un grave peligro, bueno, no sólo nosotros sino toda la comunidad mágica que estuviera en contra del mago.

Aquellas últimas semanas en confinamiento absoluto habían resultado completamente aburridas y desesperantes a pesar de recibir diariamente los ejemplares del Profeta, el cual era el periódico más prestigioso en el mundo mágico. Lo único bueno era que cada día faltaba menos para alcanzar la mayoría de edad cosa que nos daría el derecho de irnos en busca de los maliciosos objetos. 

Últimamente había desarrollado un malestar poco común que hacía que pasara las tardes en cama, cosa a la que intentaba hallar explicación pero que al parecer no tenía. Era algo extraño ya que podían llegar a durar horas mientras que en otras ocasiones solo duraban escasos minutos. En dado caso con el paso de los días había empezado a ignorarlos y al parecer eso había hecho que el malestar fuera desapareciendo poco a poco hasta que no volví a saber de ellos. Supuse que tendría que ver con el hecho de que no me encontraba muy bien y que casi no comía por lo que dejé de darle vueltas al asunto y empecé a pensar en cosas más importantes como que habría sido de Draco. Ese pensamiento me acechaba día y noche, a todas horas y de tan solo imaginar las posibles opciones se me revolvía el estómago. 

Cuando solo faltaban dos semanas para mi cumpleaños sentía que ya no podía más y en ocasiones rompía las cosas que se encontraban cerca de mi, cosa que a Tía Petunia no le hacía ni pizca de gracia. Al principio mis comportamientos agresivos la hacían subir las escaleras furiosa y plantarme cara, pero luego de varias semanas repitiendo el mismo comportamiento se había acostumbrado y había dejado de venir a regañarme tan seguido. 

La mayor parte de mi habitación se encontraba cubierta de escombros debido a mis ataques de desesperación que constantemente ocurría y al no entrar Tía Petunia no me molestaba en limpiar ni tantito. Mientras tanto los dolores ya habían cesado y yo seguía sin tener noticias de Draco ni de Voldemort, cosa que no sabía si era buena o mala ya que que Voldemort no se mostrara era señal de que algo tramara y por otra parte eso significaba que aún no había ocurrido algo lo suficientemente malo como para hacerle mención. 

Una mañana me desperté bastante temprano, aún no eran ni las seis de la mañana por lo que intenté volver a dormirme. Por más que traté y traté me fue totalmente imposible por lo que me resigné y me senté en la cama. Me puse a mirar por la ventana como los pocos autos que por allí pasaban y como se perdían en la oscuridad que se expandía por la zona. Me levanté y me acerqué a la ventana para poder ver mejor lo que ocurría en el exterior aunque en realidad todo estaba muy tranquilo. 
-Puff que calor- dije para mi misma mientras abría la ventana frente a mi
-Tss- dijo una voz al otro lado de la puerta que casi hizo que me diera un infarto
-¿Harry?- pregunté ocultando el susto que me acababa de dar
-Sí, soy yo- respondió en un susurro -Ábreme por favor-
-Eh vale vale- dije distraídamente

Me acerqué a la puerta que estaba al otro lado de la habitación y giré el pestillo del picaporte dejando que mi hermano pasara. 
-Pensé que estabas dormido- dije sentándome en el suelo del dormitorio
-Igual yo- respondió Harry sentándose a mi lado -Hasta que dijiste "Puff que calor" y abriste la ventana ruidosamente-
Reí silenciosamente
-Y dime, ¿Cuál es el motivo del desorden de la habitación?- preguntó sonriente mirando alrededor para contemplar el desorden que había en la habitación
-Pues...- dije pensando en la respuesta -No tengo muchas ganas de recoger al estilo muggle-
Él suspiró

Nos quedamos en silencio sentados juntos por un buen rato observando el desastre de habitación que tenía y todos los objetos rotos e inservibles que se hallaban en el suelo. Estaba decidida a ordenar mi habitación cuando hubiera alcanzado la mayoría de edad y pudiera hacerlo mediante la magia pero mientras tanto tenía planeado dejarla justo como se encontraba en ese momento, aunque era cierto que debería empezar a guardar las cosas que planeaba llevarme para mi próxima búsqueda de Horrocruxes
-¿Todavía no tienes idea de dónde podría estar el Horrocrux original Harry?- pregunté a mi hermano
-Pues tengo un par de ideas pero todas son poco probables- suspiró pasándose la mano por el pelo
-Espero que no nos tome demasiado tiempo- murmuré -Mientras más rápido antes acabará el infierno al que estamos sometido ahora-
-Eso si tenemos suerte- respondió Harry pensativo -Aunque espero que si, no está en mis planes el pasar el resto de mi vida en busca de Horrocruxes y como destruir a Voldemort-
-Ni en los míos- admití rápidamente 

Lo que nadie nos contóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora