capítulo cuarenta y cuatro

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No sé si estaba desarrollando el síndrome de Estocolmo o qué pero echaba de menos a mi ente, puede que estuviese loca pero al final no había sido tan malo convivir con él, luego pensé en Eduardo y en la intrusa que llevó en su interior y en cómo había convertido su vida en un infierno y unos escalofríos recorrieron por mi cuerpo, ¿ cómo podía estar pensando en mi ente? Mi vida se había convertido en un caos desde que él empezó a formar parte de ella, aunque pensándolo bien puede que sin mi ente jamás hubiese conocido a Eduardo y mucho menos a Declan, llamadme loca si queréis pero no podía negar que en ocasiones me hubiese gustado contar con él, no todo lo vivido con mi ente había sido tan malo. Me limpié un par de lágrimas que resbalaban por mis mejillas y empecé a recoger mi habitación, estaba hecha un desastre, ¿por qué Declan le había prometido que cuidaría de mí?, ¿pensaba que lo iba a perdonar tan fácilmente? Esa tarde cogí el autobús que me dejaba en la parada más cercana de la residencia donde vivía la madre de Eduardo, cuando llegué pensé que no me dejarían pasar otra vez ya que no era un familiar directo pero mi amigo había dejado instrucciones para que pudiese visitar a su madre cuando quisiese, en aquel lugar yo era la novia del hijo fallecido de la madre de Eduardo. Desde la última visita que le había hecho su salud se había deteriorado, caminé hacia ella, estaba sentada en su silla de ruedas con la mirada perdida y el rostro más envejecido desde la última visita que le había hecho, tenía más arrugas , el pelo un poco más blanco y sus ojos parecían más tristes, aunque le hablaron de la muerte de su hijo no estaba segura de que aún recordase esos instantes y por muy triste que fuese eso me hacía sentir aliviada, ninguna madre debía superar la muerte de un hijo, saber que en sus pocos momentos de lucidez lo último que recordase fuesen las palabras de un extraño diciendo que su hijo había muerto era algo terrible y no había necesidad de que pasara por eso una y otra vez, yo no pensaba contárselo aunque eso significase tener contacto con la realidad. Unas lágrimas volvieron a asomarse a mis ojos, las aparté con mi mano y respiré profundamente antes de seguir avanzando hacia ella.
_ Hola Clara, ¿ cómo estás?
Me miró unos segundos antes de volver la vista a un punto de la sala, le pedí permiso para sentarme a su lado y nos observamos durante unos segundos, me confundió con una de las enfermeras nuevas del centro y yo no la saqué de su error, ¿ cómo iba a decirle que era amiga de su hijo si tal vez no lo recordaba? Le pregunté si quería que le leyese algo y me señalo un libro de la estantería, era de Eduardo Sacheri (Lo mucho que te amé), me preguntaba porque había elegido precisamente ese libro, ¿lo había leído con anterioridad?, ¿le había gustado?, ¿o el hecho de que el autor se llamase como su hijo le recordaba a él? Después de casi una hora leyendo me pidió que lo dejase, me miró y me dijo si tenía hijos, le dije que no y ella me respondió que sí le gustaría tener hijos algún día, sobre todo varones porque le gustaban más, le pregunté si estaba casada y sonrió, me dijo que no pero que le gustaba un chico. Para ella en su mente aún seguía siendo una joven enamorada de su marido. Cuando me despedí de ella y salí por la puerta ya no pude contener más mis emociones, caminé hasta la parada de autobús y me derrumbé, me senté y dejé caer el torrente de lágrimas que había estado conteniendo mientras recordaba la última vez que había estado en este lugar con Eduardo. No tenía ganas de regresar al apartamento y encerrarme en mi cuarto para divagar nuevamente en lo sucedido días atrás así que me fui a ver a mi hermanita. Cuando Olga me vio me abrazó, ¡necesitaba tanto de un abrazo!, no hizo falta hablar sabía que todavía no había superado la muerte de mi amigo y la soledad que sentía desde aquel día. Me preguntó si aún seguía teniendo pesadillas, le dije que sí y ella me sugirió que tal vez fuese bueno hablar con un especialista, me encogí de hombres, ¿de qué iba a hablar con esa persona?, ¿ qué le contaría?, ¿ qué mi amigo tenía un ente en su interior que le había destrozado la vida y que el rastreador que los perseguía acabó matándolo y aún así no podía olvidarme de él?, ¿ qué me sentía terriblemente culpable por seguir amándolo cuando había apartado a Eduardo de mi lado?, ¿ qué sabiendo por lo que había pasado mi amigo con su ente yo echaba de menos al mío?, ¿ a dónde me llevaría eso?, ya conocía la respuesta. Mientras Olga daba de comer a la pequeña Daniela me di cuenta de lo mucho que había crecido desde la última vez que la había visto, después de pasar un rato decidí que ya era hora de regresar a mi apartamento, le di un beso a mi hermanita y me despedí de Olga.
_ Sé muy bien cómo te sientes Beel, y si crees que todo eso pasará te diré que no es así pero aprenderás a vivir con ello y con el tiempo los recuerdos serán menos dolorosos.
Aquella noche regresaron de nuevo las pesadillas, Eduardo me gritaba que le diera mi mano mientras se balanceaba en el borde del tejado, yo intentaba agarrarme a él pero los brazos de Declan alrededor de mi cuerpo me impedían avanzar, le gritaba que me dejase ir pero él me miraba mientras sonreía, mi amigo me miraba triste para luego lanzarse al vacío. Cada noche el sueño era distinto pero con un mismo final, no sabía cuánto tiempo podría seguir así. Por la mañana y aún ojerosa supe que había llegado la hora de enfrentarme al abogado de Eduardo, ese día fui yo quien preparó el desayuno para mis compañeras de piso, hablamos un rato, le pregunté a Ana si ya había arreglado las cosas con Adam pero ella me contestó con una mirada triste que no, aunque al principio no estaba a favor de esa relación ahora sabía que fui una egoísta y que en parte era culpa mía el que ellos dos no estuviesen juntos. Después de decirle al abogado que aceptaba el apartamento me fui al bar a ver a Adam, se sorprendió al verme entrar por la puerta, saludé al que había sido mi jefe que me dio un fuerte abrazo y me preguntó como estaba, Adam me observaba desde la barra sin saber muy bien qué hacer. Lo miré y le dije que necesitaba hablar con él, Marcos le dio un descanso para que pudiésemos charlar un rato, salimos al callejón, Adam se apoyó a la pared con los brazos cruzados y una de las rodillas doblada, yo me puse frente a él.
_ ¿Por qué lo habéis dejado Ana y tú?
_ ¿Por qué crees que debo contestarte cuando tú ni siquiera respondes a mis mensajes?, ¿con que derecho vienes a preguntarme por mi vida sentimental?
Veía como intentaba estar calmado pero su cuerpo y el tono de su voz me decían que estaba enfadado conmigo, tenía razón y puede que no tuviese derecho a decirle aquello pero la muerte de Eduardo hizo que viese las cosas de distinta manera y aunque sonaba egoísta necesitaba recuperar a mi amigo.
_ Sé que no me he comportado bien contigo, he hecho mal las cosas pero ahora intento repararlas, perdona por no contestar a tus mensajes pero necesitaba tiempo, he perdido a un amigo y no me gustaría perder a otro, siento como han ocurrido las cosas pero también me ha dolido no encontrar en ti suficiente apoyo. Tal vez nos lleve algo de tiempo volver a tenernos la misma confianza que antes pero me gustaría intentarlo de nuevo, me gustaría que volviésemos a ser amigos.
Adam me miró durante un rato, no sé qué estaba pasando por su cabeza pero aquel silencio me hacía sentir incómoda, temía que la respuesta no fuese la que yo esperaba.
_ Me hiciste daño, estaba preocupado por ti, me hubiese gustado estar a tu lado cuando te derrumbaste pero no me lo permitiste.
_ Lo siento Adam pero esta vez quiero hacer las cosas bien.
Se acercó a mí y me abrazó, estuvimos así un rato, me preguntó cómo estaba y si la versión oficial de la muerte de mi amigo coincidía con mi versión, le había prometido empezar de nuevo siendo sinceros los dos así que le hablé del secreto de Eduardo y de su muerte, supongo que para él aquello era difícil de digerir pero lo estaba intentando, por supuesto que no le dije que fuera Declan quien lo había soltado ni porque estaba en aquel lugar, decirle que era un rastreador no era algo que a mí me correspondiese difundir, era su secreto y solo él tenía derecho a desvelarlo, tampoco le hablé de Fernando, sabía que se había despedido del trabajo y poco más, seguía preguntándome que había ocurrido con su cuerpo, no tenía ni idea de si el ente se había deshecho de él y cambiado por otro o por el contrario aún lo conservaba. Le sorprendió que mi ente ya no siguiese conmigo, observó mis ojos, le dije que jamás volvería a ver aquellos ojos, me preguntó qué había ocurrido con él y yo me encogí de hombros.
_ No sé, cuando me desperté en el hospital él ya no estaba conmigo.
_ Por tu manera de hablar parece que lo echas de menos, espero que esté equivocado, esa cosa dentro de ti no era normal, te comportabas distinta, si no fuese porque he visto esos ojos en tu mirada creía que te habías vuelto loca, bueno todo esto es una locura, parece salido de una puta película de terror.
_ Tal vez no lo entiendas Adam pero a veces sí le echo de menos, a veces hablábamos y me hacía sentir menos sola.
_ No estás sola, tienes a tu familia, tus compañeras de piso y me tienes a mí.
_ ¿Ahora me vas a contestar a mi primera pregunta?, ¿por qué no estás con Ana?
Me miró de nuevo a los ojos y dejó que su mirada se clavase en la mía un buen rato, luego la apartó y de nuevo se apoyó en la pared.
_ Cuando Ana me dijo que estabas en coma sentí que mi mundo se hundía, verte allí dormida casi sin vida, siento lo que le ocurrió a tu amigo pero no me arrepiento de las cosas que te dije sobre él, intentaba protegerte pero tú no me dejabas, ese día cuando salí del hospital mi único deseo era encontrarlo y molerlo a golpes, luego el dolor volvió cuando te vi el día del entierro totalmente destrozada, quería abrazarte y decirte que estaba allí para ti pero tú me rechazaste, supongo que todo aquello me hizo pensar que tal vez aún seguía enamorado de ti, eres muy importante para mí y te quiero en mi vida.
_ No Adam, te equivocas, tú no estás enamorado de mí, lo sé te conozco, puede que confundiéramos los sentimientos que teníamos el uno hacia el otro, que tuvieses miedo a perderme pero eso no significa que estemos enamorados, yo también te quiero en mi vida, quiero que seas mi amigo, que te conviertas en mi confidente y quiero que estés ahí cuando te necesite igual que lo estaré yo para ti pero tú quieres a Ana. He visto como la miras y créeme, jamás a mí me has mirado de la misma manera. ¿Qué pasaría si la que estuviese en aquella cama de hospital fuese Ana y no yo?, piénsalo por un momento, ¿ qué sentirías si no la volvieses a ver nunca más? Adam, tú y yo nos enfadamos, nos peleamos pero al final siempre volvemos a ser amigos, con Ana no es lo mismo, si no luchas por ella vas a perderla para siempre y ya no habrá vuelta atrás, no te arrepientas de tus decisiones, ve, llámala, búscala y daros una oportunidad, convéncela de que tú eres la persona indicada para estar a su lado, ella te quiere y estoy segura que seréis muy felices juntos.
Después de que Adam regresase al trabajo yo compré unas flores y me fui a ver a mi padre, dejé una flor en su tumba y le hablé un poco del dolor que aún sentía en mi pecho, luego visité la tumba de Eduardo y le dejé su flor favorita y otra para su abuelo que estaba enterrado en el mismo panteón familiar. Cuando llegué a casa empezaba a anochecer, al abrir la puerta choqué con el cuerpo de Ana, estaba sonriente aunque me miraba con timidez, se había arreglado y pintado un poco.
_ ¿Qué ocurre Ana?
_ Adam me llamó, quiere que hablemos sobre nosotros, te confieso que estoy un poco nerviosa.
Le sonreí.
_ No lo estés, estoy segura de que todo va a salir bien, por cierto, perdóname por no haberos apoyado desde el primer momento, lo siento.

EL ENTE QUE VIVE EN MÍ  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora