capítulo cuarenta

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_ ¡No, sé que estás ahí, Eduardo no permitas que lo haga!
Mi ente volvió a hablarme, esta vez estaba mucho más furioso, intentaba tomar el control de mi cuerpo pero yo no se lo permitía.
_ ¿Por qué Beel, por qué no quieres?, ¿por qué no me permites que sea yo el que luche contra ella?
Habíamos llegado al borde de aquel tejado y yo grité con las últimas fuerzas que me quedaban mientras unas lágrimas resbalaban por mi maltrecho rostro.
_ ¡Porque no puedo confiar en ti!
La intrusa intentaba levantarme, miré hacia Declan, le había quitado uno de los cuchillos y volteó su cara hacia mí, Fernando sonrió mientras le decía unas palabras, el rastreador soltó su cuerpo y corrió en mi dirección, entonces el cuerpo de Eduardo se puso rígido y empezó a convulsionarse, me soltó y yo di un paso atrás, ella me miraba desconcertada y sus ojos desaparecieron dando paso a otros más familiares pero tristes.
_ Lo siento Beel
_ ¡Eduardo!
Declan había llegado hasta mí y golpeado el cuerpo de Eduardo cayendo del tejado pero pudo agarrase a la cornisa.
_ ¡No!
Me acerqué al borde y me acosté en el suelo para que se cogiese a mis manos, mi amigo se negaba a tomar mis manos, lo cogí por los brazos y empecé a tirar de él hacia arriba, me dolía una barbaridad mi hombro izquierdo pero no iba a dejar caer a mi amigo, las lágrimas seguían resbalando por mi rostro. Le grité a Declan que me ayudase, pero él estaba de pie observándonos, con la mirada imperturbable, de pronto giró su rostro y soltó una serie de insultos mientras corría hacía la puerta. Miré en su dirección, Fernando había cogido mi mochila para luego salir por donde antes había hecho su aparición, volví a poner mis ojos sobre Eduardo.
_ Aguanta, te voy a salvar.
_ No Beel, ha llegado mi hora.
_ ¡No, estoy aquí, te voy a salvar, te prometo que todo irá bien!
Grité el nombre de Declan, necesitaba que me echase una mano para traer a mi amigo de nuevo a la seguridad de la azotea.
_ Beel déjame ir, no puedo seguir viviendo, no después de todo lo sucedido.
_ ¡No digas eso!, yo estaré a tu lado, huiremos juntos, nos esconderemos del mundo si hace falta, no puedes rendirte Eduardo.
_ No quiero Beel, necesito que cuides de mi madre, prométeme que lo harás.
_ No, no te rindas, yo te necesito, déjame intentar ayudarte.
_ Adiós Beel.
_ ¡No!
_ Soltó las manos que tenía agarradas a la cornisa y el peso de su cuerpo fue mayor, grité el nombre de Declan, si no me ayudaba pronto, el cuerpo de Eduardo terminaría golpeado contra el suelo, el dolor del brazo hacía que la vista se me nublase.
_ ¡Declan!
Mi amigo levantó el rostro y apareció una sonrisa en los labios, de nuevo los ojos de la intrusa aparecieron en su mirada, agarró mis manos y ahora tiraba del cuerpo de Eduardo para hacerme caer con él, sentí la presencia de Declan a mi lado y luego su pierna derecha golpeó la cara de Eduardo mientras el rastreador me agarraba fuertemente.
_ ¡No!
Vi como el cuerpo de mi amigo se precipitaba al vacío.
Declan me abrazó pero yo lo aparte de mi cuerpo.
_ No, déjame, ¡tú lo has matado!
Me miró unos instantes y luego salió precipitado por la puerta desapareciendo de mi vista. Intenté bajar corriendo las escaleras, puede que Eduardo hubiese sobrevivido a la caída, mis lágrimas inundaban mi rostro, el dolor de mi cuerpo se había intensificado, cuando salí al exterior y llegué a una de las esquinas del edificio vi moverse en el aire una especie de bruma marrón con forma de renacuajo de unos treinta o cuarenta centímetros de largo, un poco menos de la mitad de su forma era redondeada, la otra tenía forma de cola larga, lo que sí sobresalía de esa cosa eran unos enormes ojos oscuros, su cuerpo empezó a moverse en círculos, sus ojos por unos instantes llenos de temor me miraron unos segundos, supe enseguida de quien era aquella mirada, la intrusa de Eduardo había salido de su cuerpo, miré unos metros más atrás, el cuerpo de mi amigo se encontraba tendido en el suelo, empecé a correr hacia él, me paré cuando vi como aquel ser giraba con más fuerza como si lo estuviese arrastrando un huracán invisible para luego introducirse con rapidez en lo que parecía una caja rectangular de madera y de unos quince centímetros más o menos, gran parte de aquella caja estaba decorada con dibujos , símbolos y runas de diferentes formas y tamaños, al abrirla su interior era de color plateada, el ente que intentaba alejarse del lugar se vio empujado dentro de la caja, en cuanto aquella cosa empezó a moverse Declan la cerró deprisa introduciendo una pequeña llave que llevaba colgada del cuello en la diminuta cerradura que estaba en un lateral , luego me miró. No estaba segura de lo que había sucedido ni de lo que estaba haciendo pero de nuevo miré el cuerpo de mi amigo y corrí hacia él, Declan me detuvo a medio camino cubriendo mi cuerpo con sus brazos.
_ ¡Déjame Declan, déjame, tengo que ver si Eduardo está bien!
_ Beel, ¡para, mírame!, tu amigo está muerto, no puedes hacer nada.
_ ¡No, tú lo mataste, tú acabaste con él, te dije que me ayudases!, ¡cómo pudiste hacerme esto!, era mi amigo.
Empecé a golpear su pecho fuertemente hasta que mi cuerpo no pudo más y mis ojos se cerraron, lo último que escuché fue la voz de Declan pronunciando mi nombre. Cuando abrí los ojos me encontraba en una pequeña habitación con las paredes de color azul, acostada en una incómoda cama de hospital, mi madre y Olga se encontraban a mi lado, tenía zonas de mi cuerpo vendadas, el rostro al igual que algunas partes de mi anatomía doloridas y magulladas, la boca seca y una vía intravenosa puesta en mi brazo derecho.
_ Mamá, Olga, ¿ qué hacéis aquí?
_ Tú compañera de piso nos llamó, nos dijo que te habían robado y que estabas en el hospital.
_ ¿Cómo llegué hasta aquí?
_ Te trajo un chico, un tal Declan, me dijo que era un amigo y parecía muy preocupado por tu salud.
_ ¿Dónde está él?
_ Habló de que regresaría por la noche.
_ Espera, ¿ qué hora es?
Mi madre miró su reloj y luego respondió.
_ Las seis y veinte de la tarde.
_ ¿A qué día estamos?
_ Hoy es lunes.
La miré sorprendida.
_ ¿De qué mes?
_Cuando llegaste aquí te encontrabas muy mal, no habías recuperado el conocimiento después de que te golpeasen y te abandonasen en aquella calle, estuviste en coma durante dos días, estábamos muy angustiados por tu recuperación.
Un hombre vestido con un uniforme verde entró en la habitación y después de saludar a mi madre y a Olga y pedirles que saliesen para hablar conmigo se acercó a mí y se presentó como mi médico. Me preguntó que recordaba del incidente, no estaba preparada para responder a aquella pregunta todavía y le dije que nada, después de revisar mis constantes vitales y responder a unas cuantas preguntas sobre mi estado de salud me dijo que no me preocupase que en unos días recuperaría por completo la memoria, también me dijo que no había sido agredida sexualmente. Antes de salir por la puerta me miró y me habló de que unos policías habían venido para hablar conmigo y que le habían pedido que les llamase en cuanto saliese del coma.
_ Pueden esperar a que recuperes la memoria para ponernos en contacto con ellos.
Cuando entraron de nuevo mi madre y Olga le pregunté por mi hermanita, me dijo que ella estaba bien y era muy buena, casi no lloraba y se despertaba en la noche solo cuando tenía hambre, que la había dejado con una amiga. Al rato Olga se despidió de mí, mi madre estuvo un rato más hasta que insistí en que se fuese, yo estaba en buenas manos, al principio persistió en quedarse pero yo necesitaba analizar todo lo ocurrido y necesitaba estar sola para ello.
_ Yo empiezo a encontrarme mejor y tú ya has ejercido con tu papel de madre preocupada.
En el mismo instante en que pronuncié aquellas palabras me arrepentí, era cierto que no teníamos una relación perfecta entre madre e hija pero estas últimas semanas había mejorado.
_ Lo siento mamá.
Me miró con una sonrisa triste y cogió su bolso y chaqueta que estaban sobre una de las sillas azules que había en la habitación.
_ Está bien, si necesitas algo no dudes en avisarme, mañana vendré a verte.
Caminó hacia la puerta pero cuando llegó a ella se dio la vuelta y me miró.
_ He perdido a tu padre, no puedo perderte a ti también, no lo soportaría.
_ Lo sé mamá, a pesar de nuestras discusiones y distanciamiento yo tampoco quisiera perderte, mamá, gracias por estar aquí conmigo.
Volvió a aparecer una sonrisa tímida en su rostro y luego desapareció detrás de la puerta. Suspiré y volví a recordar todo lo sucedido, mis lágrimas empezaban a luchar por salir aunque yo intentaba hacerme la fuerte para impedir que aquello sucediese, Eduardo había muerto, la imagen de su cuerpo cayendo al vacío hacia que sintiese un fuerte dolor en el pecho, quisiera volver a dormirme y cuando despertase todo esto no fuese más que una pesadilla. Eduardo estaría aquí a mi lado con su sonrisa y sus alocadas ideas, y las lágrimas no aguantaron más y mojaron la sábana de mi cama, una enfermera entró en el cuarto y se mostró preocupada por mi estado, le dije que estaba bien y que no aguantaba bien el dolor, volvió unos minutos después con medicamentos para calmar el dolor y para que pudiese dormir tranquilamente. Cuando desperté sentí una presencia en la silla que estaba a mi derecha, por un segundo creí que mi madre había vuelto alertada por el médico pero al girar la cabeza me encontré con la mirada preocupada de Declan.
_ ¿Cómo estás?
_ Ya ves he sobrevivido.
Mi voz sonó más violenta de lo que pretendía pero no podía evitar pensar que él había sido el culpable de la muerte de mi amigo.
_ ¿Qué haces aquí?
_ Estaba preocupado por ti.
Se acercó y me miró a los ojos mientras su mano tomaba la mía, la solté inmediatamente como si aquel contacto me quemase. Evité mirarlo y giré mi cara hacia el otro lado, por la ventana el cielo se había oscurecido y mostraba algunas estrellas, Intentaba mantener el control y sobre todo no llorar delante de él.
_ ¿Dónde está Eduardo?
Le miré con mi rostro impenetrable o por lo menos intentaba que así fuese, él me observaba desconcertado.
_ ¿Te acuerdas de lo que ocurrió allí verdad?
_ Sí, se perfectamente lo que ha sucedido, lo que quiero saber es lo que has hecho con su cuerpo, el doctor me ha dicho que la policía ha estado aquí, aún no sé lo que voy a decirle.
_ Lo sé, yo he hablado con ellos, le di mi versión de los hechos. ¿Sabes lo preocupado que estaba después de recibir aquella extraña llamada tuya? Intenté hablar contigo pero tú no contestabas a ninguna de mis llamadas, me alejé de ti para protegerte y casi te pierdo.
_ ¡No digas eso, yo no soy nada tuyo!
Su rostro se contrajo unos segundos antes de seguir hablando.
_ Después de ocuparme de algunos asuntos cogí la moto y salí hacia aquí, intenté comunicarme contigo los siguientes días a tu llamada pero tú seguías sin responderme, cuando llegué a la ciudad me detuve en tu edificio, llamé a tu apartamento y esperé a que tú o tus compañeras me respondiesen, estuve un buen rato allí pero nadie salió ni me contestó, entonces me fui al bar donde trabajas y me encontré a tu jefe, esperaba ver a tu...,(hizo una pequeña pausa antes de continuar hablando) amigo.
Por la manera en cómo había pronunciado aquella palabra suponía que ya se había enterado de que Adam y yo ya no estábamos saliendo.

EL ENTE QUE VIVE EN MÍ  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora