capítulo veintiuno

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Se fue hacia una de las esquinas de la barra a atender a un cliente que le pedía una bebida, yo intentaba contener las ganas de llorar, me  fui al baño y allí me encerré durante un buen rato, necesitaba controlar mi respiración, estaba de nuevo a punto de venirme abajo, ésta no había sido una buena semana para mí. Regresé otra vez a mi puesto con una sonrisa falsa en mi rostro, no intenté siquiera mirar a Adam, no pensaba forzar las cosas con él, si quería que nuestra amistad continuase debería dar él el primer paso, yo ya estaba harta. Durante las siguientes horas nos molestamos lo menos posible uno al otro, de vez en cuando lo veía observándome, por su cara se notaba que quería decirme algo pero ya no era el momento, lo había dejado pasar, una vez más aquella noche regresé a casa sola.  La mañana del sábado la pasé tranquila, mi ente no me había molestado, Adam no me mandó ningún mensaje y Eduardo estaba desaparecido después de yo haber huido cuando descubrí lo que me escondía, no quería pensar ahora en él, necesitaba que mi mente descansase de toda esta situación. Por la tarde me preparé para regresar al trabajo, cuando llegué como siempre Adam ya se encontraba detrás de la barra, lo saludé rápidamente y luego fui a dejar mis cosas en la otra habitación. Igual que la noche anterior nos hablamos poco y nos observamos mucho, esta situación se estaba alargando demasiado y empezaba a incomodarme.
_ Hola Beel, ¿me puedes poner un ron-cola?
Lo miré sorprendida, aquella voz aunque me era familiar sonaba distinta.
_ ¿Estás borracho Eduardo?
_ Aun no pero espero que en un par de horas lo esté por completo, quiero olvidarme de todo menos de ti, tú eres la única cosa buena que he tenido durante mucho tiempo y no soporto haberte hecho daño,  me duele ver cómo te alejas de mí. Le he pedido que se fuese pero a ella le divierte todo esto, si no te hubiese conocido ya hubiese acabado con esta situación.
Me miró con  una sonrisa en los labios sus ojos estaban enrojecidos y no precisamente por haber llorado, otros ojos también aparecían y desaparecían en segundos de su rostro, salí de la barra lo agarré de la mano y lo llevé al cuarto privado donde solíamos cambiarnos, Adam me observaba, sabía que aquello no era una buena idea pero no tenía otra opción.
_ ¿Qué pasa Eduardo, estás drogado?
_ Necesitaba olvidar, quería llevar una vida normal pero ella es más fuerte que yo, mira lo que me ha hecho hacer, maté a David  y ahora tu amiguito y ella intentan jugar con nosotros. Yo no quería hacerte daño, yo intentaba protegerte pero no lo conseguí, ellos ganaron la partida.
Se acercó un par de pasos y acarició mi rostro, de pronto sus labios se acercaron peligrosamente hasta mi boca, intentaba apartarme pero Eduardo me había agarrado fuertemente por mis hombros, sabía que esos ojos que había observado unos segundos antes no eran los suyos, yo intentaba apartarme pero él insistía en besarme.
_ No, Eduardo sé que estás ahí en alguna parte, lucha, no dejes que ella te acabe dominando, ¡y  tú quién quieras que seas no voy a permitir que juegues con nosotros!
Ahora sus manos me habían cogido cada lado de mi rostro con fuerza, quería demostrarme que ella era mucho más poderosa que yo, ¿dónde estaba mi intruso interior?, ¿por qué no se manifestaba?, ¿acaso le divertía esta situación? Con toda mi rabia interior intentaba apartar sus manos de mi rostro. De pronto la puerta se abrió y Adam nos miró un poco confundido y luego enfadado, las manos de Eduardo seguían agarrando mi cara y los ojos que no eran los suyos me miraban con una sonrisa sarcástica, intenté apartar sus manos pero seguían presionando mi rostro, Adam se acercó y lo apartó de mi lado para luego darle un puñetazo.
_ ¡Suéltala idiota!
_ ¡No!
Corrí hacia Eduardo que ahora estaba arrodillado en el suelo limpiándose un hilillo de sangre que le salía de su labio y recorría la barbilla.
_ ¿Por qué has hecho eso?
Miré enojada a Adam
_ Parecía que necesitabas ayuda para liberarte de él.
_ Podía manejar la situación sin ti.
_ Pues a mí no me lo parecía.
_ Tú no lo entiendes, no era él, está drogado.
_ ¿Te metes sola en una habitación con un tío que acaba de consumir drogas?, ¿es que te has vuelto loca?, ¿no has tenido bastante la última vez?
Me acerqué a él y lo miré con desprecio pero al mismo tiempo unas lágrimas incontrolables humedecieron mis ojos.
_ Eres un maldito hijo de puta.
Adam dio un paso hasta mí, los dos estábamos tan juntos que podía sentir su aliento en mi rostro cuando hablaba,
_ ¿Sabes? cuando estoy a punto de perdonar tus locuras porque intento comprender que no eres tú las que las comete vuelve a incurrir, me estás volviendo loco Beel.
_ Yo debería irme, no tenía que haber venido.
Aparté mi mirada de la de Adam y de nuevo me acerqué a Eduardo.
_ No, no te puedes ir en este estado, vamos te acompaño hasta una mesa y me esperarás ahí hasta que acabe mi turno.
Salimos de la habitación dejando a Adam en ella, sabía que sus ojos seguían fijos en mí, no tenía ni idea de cómo tomarme sus palabras y tampoco quería pensar ahora en ello. Después de dejar a Eduardo en una mesa cercana a la barra con un vaso lleno de agua regresé a mi puesto, Adam estaba sirviendo una copa a un cliente, me miró unos segundos y luego siguió con su trabajo. Cuando por fin terminamos la jornada me fui en busca de mi chaqueta y bolso, Adam entró segundos después.
 _ ¿Qué vas hacer con tu amigo?
_ Me lo voy a llevar a casa, no está en condiciones de regresar solo a su apartamento y mucho menos de conducir.
_ No lo hagas.
_ ¿Qué quieres decir?
Adam caminó hasta acortar distancia entre los dos, acercó su mano a mi rostro y acarició mi mejilla.
_ Quédate conmigo esta noche.
_ ¿Qué pasa con lo que te conté sobre mí?
_ Olvidémonos de todo eso y de tu amigo que está esperándote y pasa la noche conmigo, no te vayas con él.
_ No puedo Adam, él me necesita.
_ Yo también te necesito.
_ Lo siento Adam pero ahora no puedo dejarlo solo, sé que no lo entiendes pero no puedo abandonarlo en estos momentos.
Me alejé  de él y cerré la puerta mientras cogía a mi amigo entre mis brazos, cuando salimos del local Adam aún seguía en la otra habitación, en mis ojos se podía ver la tristeza que me causaba toda aquella situación, aquellas palabras que me había dicho era un deseo hecho realidad y ahora yo me iba con otro tío, ¿por qué lo complicaba todo?, simplemente tendría que haberle dicho que sí y mandar a Eduardo a su casa en un taxi, ¿entonces porque no lo hacía? Cuando llegamos a mi apartamento después de arrastrar casi el cuerpo de mi amigo lo dejé en la cama y le quité los zapatos. Luego de ponerme el pijama y cepillarme los dientes cogí una manta en el armario y me fui a dormir al sofá, cuando estaba tumbada en él cogí mi móvil y le envié un mensaje a Adam.
Me hubiese gustado estar ahí contigo pero no podía abandonarlo en ese estado, por favor perdóname.- Beel
Esperé durante los siguientes minutos que me llegase una respuesta pero me quedé dormida con mi móvil en la mano. Me desperté con el ruido de las puertas abrirse y cerrarse en la cocina, cogí de nuevo mi teléfono que estaba tirado en el suelo y miré si Adam había contestado a mi mensaje pero puse cara de desilusión cuando vi que no me había respondido, supongo que estaría de nuevo muy enfadado conmigo. Me levanté del sofá y fui a la cocina a ver quién era la persona que armaba tanto jaleo ya de mañana, no me sorprendió para nada encontrarme a Eduardo medio dormido aún y con el pelo alborotado preparando el desayuno.
_ Necesito un café bien cargado.
_ Yo también.
Eduardo me miró una segunda vez y con voz suplicante me habló.
_ Beel, te pido perdón de nuevo, sé que me he comportado como un auténtico gilipollas contigo pero si alguien puede entenderme esa eres tú, lo siento mucho Beel.
Suspiré y me tomé mi tiempo antes de contestarle, el que no me hubiese contado su secreto me dolió mucho, creí que éramos buenos amigos y que podíamos contárnoslo todo, yo había confiado en él, aunque yo tampoco le había hablado de mi ente personal pero él ya lo sabía y eso me había molestado. No quería perderlo como amigo y saber que él también estaba maldecido con un intruso en su interior me rompía el corazón.
_ Me debes muchas salidas divertidas para que yo te perdone de todo.
Sonrió antes de acercarse a mí y abrazarme.
_ Eso está hecho.
Luego cogió el café y las tostadas y las colocó en la mesa, desayunamos con una sonrisa en nuestra boca.
_ Dime, ¿desde cuándo tienes a esa intrusa en tu cuerpo?
Miró hacia la puerta y luego volvió a fijar su  vista sobre mi mirada.
_ Yo tenía diecisiete años cuando mis padres sufrieron un gravísimo accidente, un kamikaze había circulado por la autopista en dirección contraria  y se encontró con mis padres que regresaban de celebrar su treinta y tres aniversario de boda, mi padre murió en el acto pero mi madre ingresó muy grave en el hospital, mi único pariente vivo era mi abuelo y una tía con la que apenas manteníamos contacto y vivía a unos mil kilómetros de nosotros. No pensaba alejarme de mi madre y mucho menos vivir tan lejos de ella y de mi abuelo, solo me quedaba un año para cumplir mi mayoría de edad así que me quedé con mi abuelo.  Yo había sido un estudiante ejemplar, sacaba buenas notas y me gustaba estudiar pero todo cambió con ese accidente, me volví un rebelde y empecé a sacar malas notas e ir por el mal camino, me junté con una pandilla de chicos malos y empecé a juguetear con las drogas, mi abuelo intentó que volviese al buen camino pero era demasiado mayor para pasarse las noches buscándome por la ciudad y traerme de vuelta a casa, algunas de esas noches las terminaba pasando en el hospital, mi madre seguía ahí debatiéndose entre la vida y la muerte. Muchas de esas noches llegaba borracho o drogado a su habitación y las enfermeras me invitaban a marcharme. A veces me quedaba a dormir en las salas de espera y cuando no dormía en el apartamento de mi abuelo lo hacía en la calle.  Poco a poco mi madre empezó a recuperarse pero los resultados no eran lo que yo me esperaba, necesitaba de unos cuidados especiales, su cerebro había quedado dañado y apenas recordaba nada de sí misma y su familia, tuvo que empezar a aprender a comer y a hablar, no podía andar porque su columna vertebral estaba afectada, cuando la veía en aquel estado deseaba que la muerte se la hubiese llevado como a mi padre, seguí lamentándome de mi vida y bebiendo y fumando marihuana.  Cuando despertaba y me miraba al espejo veía otros ojos que no eran los míos en mi rostro, también escuchaba la voz de una mujer dentro de mí pero nunca le di importancia, pensaba que eran los delirios de un drogata. Cuatro meses después de aquel accidente que se llevó la vida de mi padre y destruyó la de mi madre perdía a otro miembro de mi familia, cuando regresaba a casa después de un par de días sin aparecer me encontré a mi abuelo en el suelo, había sufrido un infarto y yo no estaba allí para ayudarlo. Después de su entierro ingresé en una clínica y me rehabilité,  ya cumplido la mayoría de edad  y con el dinero del accidente metí a mi madre en una residencia para que le diesen los cuidados necesarios que yo no podía darle y luego vendí la casa familiar, yo me quedé en el apartamento que había heredado de mi abuelo . Cuando salí de aquello pensé que aquella voz y aquellos ojos quedarían en el olvido pero siguieron atormentándome día tras día, estuve a punto de volver a caer en las drogas pero pensar en mi abuelo me ayudó a superar toda esa mierda. Busqué en internet información, necesitaba saber que me estaba pasando, incluso hablé con un psiquiatra pero me hablaban de efectos secundarios por culpa de las drogas y mi estado postraumático después del accidente de mis padres. Me diagnosticaron depresión y me dieron un montón de pastillas, pero aquel ser no dejaba de escucharse dentro de mi cabeza, con el tiempo empecé a ignorarla y luego a aceptarla, hay días que se  vuelve mucho más fuerte que yo pero desde que te conozco he empezado a recuperar el control, no siempre pero estoy avanzando.

EL ENTE QUE VIVE EN MÍ  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora