capítulo trece

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Media hora más tarde aquel chico seguía en el bar, observándome, analizando todos mis movimientos, tenía miedo de que en  cualquier momento se abalanzase sobre mí y me clavase uno de los sais que había visto en mis pesadillas. No, él no me conocía, no sabía nada de mí, nadie sabía lo que yo era, solo Adam y él me creía una loca, ¡mierda!, ¿y si hablaba con él?, ¿y si le decía lo que yo le había contado?, ¿y si acabase por descubrirlo todo? No, Adam no me delataría, él era aún mi amigo, o eso creía yo, diez minutos después aquel chico que se hacía llamar Declan se había ido.  El resto de la noche fue más tranquila, lo único que lamentaba era las pocas palabras que Adam y yo nos decíamos. Ya apenas quedaba nadie en el local cuando terminamos la jornada y estábamos a punto de cerrar a excepción de Fernando y la amiga de Adam, la morena, no recordaba como se llamaba y si me había dicho su nombre preferí olvidarlo. Cogí mis cosas y mi bolso y salí de la habitación, ella se había acercado a mi amigo y le estaba acariciando su brazo musculoso, cuando me vieron llegar Adam se apartó un poco de ella, lo miré unos segundos antes de apartar la vista porque esa situación me estaba haciendo daño.
_ Hasta mañana Adam, que paséis una buena noche.
Aquellas palabras que les había dicho sonaban tan falsas como sus casi seguro pechos de silicona y sus pestañas postizas, o eso era lo que quería pensar yo.
_ ¡Espera Beel!, podemos acércate a casa.
­ _  ¿Quéeee?
Aquella chica había soltado un chillido irritante y  había puesto cara de cordero degollado.
_ ¡No! gracias, puedo caminar, ves, tengo dos piernas.
_  Entonces deja que te acompañe Fernando.
Nuestro amigo nos miró un poco sorprendido pero no dijo nada, aunque trabajábamos desde hace un tiempo juntos nunca llegué a congeniar tan bien como con Adam, Fernando era más bien tímido, callado, no se abría muy fácilmente a los demás, al igual que yo, trabajaba unos pocos días a la semana en el bar, en sus momentos libres no tenía ni idea de lo que hacía, no solía hablarnos mucho de su vida.
_ No necesito un acompañante para llegar a casa, puedo llegar sola, de hecho, llevo mucho tiempo haciéndolo.
_ Pero después de lo de
_ Estoy bien.
Y después de decirle aquello caminé con paso ligero por las calles, ya no se sentía el frio, el invierno empezaba a desvanecerse y el olor a primavera llegaba a ratos.
---- ¿Qué más pruebas necesitas Beel?, el rastreador ha estado hablando contigo, te ha observado, ese se huele algo.
_ Yo no lo creo.
---- No seas ilusa, alejémonos de este lugar, ahora que aún puedes.
_ ¡Basta ya!, si supiese algo no estaría teniendo esta conversación absurda contigo.
---- Deberías hacerme caso, cuando te des cuenta ya será tarde.
_ ¡Déjame en paz!
Corrí por la calle desierta para sentirme a salvo en cuanto abriese la puerta de mi apartamento, sus palabras me habían hecho pensar que tal vez no quisiese matarme en aquel momento pero ahora estaba sola en la calle y de vez en cuando giraba mi cabeza para ver si alguien me seguía, maldito ente de los demonios, siempre acababa estropeándolo todo.     Mientras me metía en cama sonó un pitido en el teléfono anunciándome que me había llegado un mensaje.
¿Has llegado bien a casa?, lo siento Beel –Adam
No le respondí, estaba cansada de pelearme con él para luego reconciliarnos, me dolía que no creyese en mí, que  me ocultase su relación, estaba cansada de tantas cosas que lo único que deseaba era olvidarme de todo.
 Al día siguiente cuando llegué al trabajo Adam se metió conmigo en la habitación mientras dejaba mi chaqueta y el bolso.
_ ¿Qué ocurre Adam?
_ No has contestado a mi mensaje, estaba preocupado.
_ No tenía nada que decirte, además no necesitas preocuparte por mí, mejor ocúpate de tu novia.
_ Necesito hablar contigo sobre Inés.
_ No me interesa hablar de tu novia contigo Adam.
_ Ella no es mi novia Beel, solo nos estamos conociendo.
_ Adam, ya es bastante fastidioso que me tomes por loca pero que encima me tomes por estúpida,  eso sí que no. ¡Joder Adam! , te besé, casi nos acostamos y ¿tú eres tan cobarde que no ibas a decirme que estabais juntos?
_  Te juro que pensaba dejarla.
Me giré despacio hacia él y lo miré a los ojos.
 _ ¿Cuándo ibas a dejarla Adam?,  ¿antes o  después de que te contara lo mío?, contéstame Adam.
Beel  tienes que entender, pareces tan normal, no entiendo porque me dijiste aquello.
_ Soy normal Adam, pensé que podía confiar en ti, que eras mi amigo, pensé que me querías de verdad, ¡eres un maldito cabrón Adam!
Salí de la habitación dando un portazo y echa una furia, ¿cómo podía haberme equivocado tanto con él? Esa noche apenas nos hablamos, sentía su mirada en mí pero no lo miré ni una sola vez. Por suerte su novia esta vez no se apareció por el local cosa que agradecí bastante y tampoco lo había hecho el rastreador, era un alivio porque significaba que yo no le era lo suficiente interesante para volver al bar. Cuando salí del local  Adam se ofreció a llevarme en coche a casa.
_ Adam déjalo ya, no pienso regresar a casa contigo.
_ No me siento tranquilo si andas sola por estas calles a estas horas de la madrugada, ya lo sabes.
_ Eso a ti no tiene que importarte, tú y yo solo somos amigos, no tenemos ninguna relación, no hay nada entre nosotros, de hecho olvidémonos de lo que ocurrió en mi apartamento y olvídate de lo que te dije, volvamos como al principio, seamos solo dos compañeros de trabajo, nada más.
No dijo nada, se limitó a observarme mientras caminaba rumbo a mi apartamento  por la calle, cuando crucé hacia mi izquierda y perdí de vista el bar escuché el ruido de un motor alejarse. Aquella noche volví a tener pesadillas, esa noche era Adam él que se reía de mí mientras me apuntaba con una pistola para luego disparar una única bala que penetraría en mi corazón causándome la muerte.
Abrí los ojos asustada y me senté en la cama, el sudor empapaba mi cuerpo.
--- Deberías hablar sobre tus pesadillas con alguien ya que no quieres hablarlo conmigo, ayer apenas has dormido y hoy solo tres horas, empiezas  a preocuparme.
_  ¿Qué te preocupa?, ¿qué mentalmente el dormir muy poco me pueda afectar aún más a mi vida diaria?, ¿qué acabe loca?, eso si no lo estoy ya. ¿Qué te inquieta?,  ¿que tus charlas conmigo ya no sean tan interesantes y divertidas?, ¿temes aburrirte ahí dentro y que no tengas escapatoria?
---- Eso no me preocupa, siempre tendría la opción de deshacerme de ti y buscar un nuevo compañero de aventuras, aunque tú has puesto el listón muy alto, va a ser difícil encontrar a alguien que cumpla tan bien con mis exigencias como lo has hecho tú. Hazme caso y háblalo con un especialista, puede que te ayude.
_ Si claro, y entonces le hablo de ti, de un ente endemoniado que vive en mi interior y que me ha hecho la vida imposible, tanto que ahora me persigue un rastreador de demonios, por no hablar del  hombre que yo quería y que se fue con otra porque mi  intruso no quiere que me acueste con él ni con nadie a menos que obtenga su permiso, ah, y también tengo que mencionar que ahora el que yo creía que podía ser el amor de mi vida cree que estoy  como una cabra, loca de remate, ¿me dejo algo?
----  No olvides a tu nuevo amiguito pelirrojo, ese que no mostró sentimiento alguno cuando el chico se cayó del edificio, él también esconde secretos.
_ ¡No, me niego!, me niego a escucharte y que metas más mierda en mi cabeza,  necesito descansar y tú no me lo estás poniendo nada fácil.
---- Está bien, si no quieres hablar con nadie de tus problemas, conozco una muy buena manera de que te relajes y descanses, por lo menos esta noche, aquella vez no nos ha ido nada mal, creo que quedaste plenamente satisfecha, aunque luego me pusieses a prueba, venga cierra los ojos y ponte cómoda
_ ¡Eres un idiota!, ¿ahora entiendes porque no quiero hablar contigo?, porque siempre acabas diciendo tonterías, me exasperas.
---- ¿Tonterías?,  estaba allí, ayudándote.
Cogí los cascos y me sumergí en la música de Melendi, (el cielo nunca cambiará) le di el mayor volumen posible y tarareé su canción, necesitaba evadirme durante un rato de todo lo que me rodeaba, de todas mis preocupaciones, mis problemas, y aquella canción era perfecta.
El domingo me la pasé en casa, estudiando y llamando a Eduardo a su móvil que no llegó a estar operativo en ningún momento. El lunes llegué a la facultad más temprano de lo habitual, tenía que hablar con mi amigo, saber si estaba bien y que había ocurrido pero no apareció por ninguna de las clases que teníamos en común y tampoco lo encontré en el campus. Cuando llegué a casa me lo encontré sentado y apoyado contra la puerta de mi apartamento, sus manos y su cara estaban descansando en sus rodillas. Me acerqué a mi amigo y le toqué un hombro, de inmediato levantó la cabeza, aunque me sonreía no se le veía nada bien, tenía el pelo revuelto y unas enormes ojeras.
_ ¿Estás bien?
_ Llamé a la puerta y no me abrió nadie, necesito hablar con alguien.
Le dejé entrar  y en cuanto cerré la puerta se abrazó fuertemente a mí, sabía cómo se sentía, hace unos días yo había hecho lo mismo con Adam, necesitaba un amigo, alguien a su lado, necesitaba un abrazo. Le acaricié la espalda y estuvimos así un buen rato hasta que mis hombros empezaron a cansarse, no habíamos hablado, solo se escuchaban el silencio de nuestras respiraciones. Me separé un poco de él y lo llevé hasta el sofá, mi amigo se dejó llevar.
_ ¿Qué ha pasado en lo alto de ese edificio?, ¿quieres hablar de ello?
_ Todo es muy complicado, mi vida es una locura, si te lo contase no me creerías.
Estaba segura de que la mía le superaría con creces, esperé a que siguiese hablando pero no lo hizo, se echó hacia atrás en el sofá y pasó sus dos manos por el cabello.
_ Si necesitas hablar puedes contar conmigo, soy una tumba, no se lo contaré a nadie.
_ Yo ya no sé lo que soy Beel, ese chico no debía morir, yo no lo maté pero se tiró por mi culpa, ¡dios, esto no está pasando de verdad!
_ ¿Qué quieres decir Eduardo?
_   El chico estrella de nuestro equipo y el pelirrojo ayudante del  entrenador, casi suena cómico, ¿verdad?
_ ¿Quieres decir que tú y él, estabais juntos?
_ No, no estábamos juntos y yo no soy gay, aunque los rumores digan que sí.
_ ¿Qué rumores?, yo  no he escuchado ningún rumor.
_ No te ofendas Beel  pero tú no eres muy popular en la universidad y siempre andas a tu bola, difícilmente puedes escuchar algún cotilleo jugoso si no te mezclas con el resto del mundo.
Sentí que enrojecía de la vergüenza, tenía razón, me había alejado de todos por miedo a que me viesen como una loca.
_ ¿Qué dicen en la universidad?
_ Que estábamos liados y que se tiró porque no podía soportar que yo, el chico insignificante, el que no es nadie, dejase al  quarterback del baloncesto, hasta resulta gracioso si lo piensas un poco.
_ ¿Qué pasó Eduardo?
Se quedó callado un buen rato, luego me miró y empezó a hablar.
 Hace dos meses me lo encontré solo en un bar y estuvimos charlando, luego una amiga mía me dijo que estaba interesada en tener un rollo, una aventura, en jugar un poco con él y a mí no me quedó otra que obedecer.
_ ¿Qué pasa, te obligó, te chantajeó?, no entiendo.
_ Supongo que no, déjame terminar de hablar, luego si quieres  pasamos a las preguntas. Conseguí que el entrenador me cogiese como su ayudante, llevaba el material deportivo de un lado para otro, parecía un burro de carga, no me gustaba nada pero nada podía hacer. Al final acabé pasando tiempo con ellos y fui conociéndolos a todos, mi amiga también empezó a conocerlos y fue ella la que me contó que David era gay, pero yo no  me lo podía creer y me reí de ella, conocía sus historias, hablaba constantemente de ellas, lo había visto besarse con algunas chicas, definitivamente mi amiga se había equivocado. Un día me lo encontré en un parque de las afueras, estaba jugando con unos chicos que no era el grupo de amigos que frecuentaba, hicimos el camino de vuelta juntos ya que yo vivo a pocas manzanas de su casa, le solté que porque salía con chicas cuando él era gay, me pegó tal puñetazo que me rompió un diente. Dejamos de hablarnos y empezó a tratarme mal, a ser la diana de sus bromas,  no entendía porque me trataba así si solo le había hecho un comentario, con desmentirlo bastaba. Una tarde en la que ya estaba harto de sus bromas y pullas me fui a su casa, estaba solo y le planté cara, cuando creí que me iba romper la nariz se acercó a mí y me besó, me marché de allí aturdido, confundido Intenté evitarlo los siguientes días y él me buscó para explicarse. Le dije que yo no era gay, que no me atraía y aquello le sorprendió, pensó que sus sentimientos eran correspondidos,  había luchado contra ello pero ya no podía más y sí se había decidido era porque pensó que yo también sentía algo por él. No volvimos a hablar de ello y nos esquivábamos mutuamente, pero una tarde al final de un entrenamiento y cuando ya no quedaba nadie  salvo David que había ido a hablar con el entrenador por su rendimiento en el campo,  cerré la puerta del baño y me metí con él en la ducha, no sé cómo ocurrió, te juro que no soy gay, pero, pero

EL ENTE QUE VIVE EN MÍ  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora