El lunes regresé a la facultad, en mis ojos se podían ver unas pronunciadas ojeras, intentaba evitar a todo el mundo y no por decisión propia ya que si con eso conseguía que mi intruso dejase de hablarme pues lo haría, no quería escucharlo, no deseaba hablar de nuevo con él o enfrentarme a sus locuras. El miércoles me encontraba mejor, ya mantenía al menos una conversación con mis compañeras de piso y dejaba de esconderme en mi habitación, solo había hablado un par de veces con el intruso insensible, cínico y pretencioso que se había propuesto amargarme mi existencia, su mutismo, su silencio me había hecho bien, por momentos no me sentía tan desgraciada. Después de clase decidí pasarme por una librería para comprar un libro que llevaba tiempo esperando por él, estaba a punto de llegar cuando escuché el sonido de una moto que me resulto familiar, a lo lejos se divisaba la moto oscura de gran cilindrada al igual que su piloto que iba también de negro. Corrí deprisa y me metí en la librería sin preocuparme de mirar hacia atrás, la moto pasó de largo y respiré tranquila, ¿qué buscaba?, ¿a mí?, ¿es que no se iba a cansar nunca? El jueves mientras subía las escaleras de mi facultad un chico me paró, lo miré, era delgado, pelirrojo, ojos castaños, un poco más alto que yo y tenía en su rostro una sonrisa tímida. Al momento supe de quién se trataba, coincida conmigo en tres de mis clases, en una de ellas hasta se sentaba a dos mesas detrás de la mía. Me quedé sorprendida cuando me pidió los apuntes de una de las materias, casi nunca hablábamos, él, porque parecía tímido y yo porque era difícil forjar amistades cuando un ente vivía en mi interior y lo cuestionaba todo. Caminábamos por el pasillo, Eduardo que así se llamaba el chico ahora sonreía más abiertamente, aquello parecía no gustarle a mi intruso ya que lo escuchaba gruñir en mi interior. Nos despedimos en la puerta de mi aula ya que esa era una de las clases en las que no coincidíamos, sonreí mientras caminaba hasta mi asiento, esperaba que para cuando terminase el curso me fuese más fácil abrirme a la gente e hiciese más amigos.
---- ¿Por qué le has dejado tus apuntes?, ¿no tiene otros compañeros a quién pedírselos?
_ ¿Pero qué te pasa a ti?, tengo derecho a tener amigos, ¿o también me vas impedir hablar con él?
---- Mientras no te lo tires no hay problema.
_ ¡Imbécil!
_ Señorita Berroguero, ¿quiere decir algo?
_ No profesor Tapas.
Me miró con sus ojos oscuros y curiosos detrás de sus gafas redondas durante unos segundos mientras su boca formaba una mueca de fastidio y luego volvió a poner la vista en su libro.
---- Esta mañana se ha levantado de mal humor, me pregunto por qué.
_ ¡Cállate!
Por la tarde me fui a dar clases a mis tres vecinos, cuando llegué al apartamento solo se encontraba Ricardo.
_ ¿Dónde están los demás, y tu hermano Pablo?
Se lo llevó mi madre al médico, no se encontraba bien.
Ricardo y Pablo eran dos mellizos de doce años que necesitaban ayuda con algunas materias, el otro niño y vecino al que le daba clases tenía uno más que ellos pero había tenido un mal año y estaba repitiendo curso.
_ Está bien, vamos a ponernos con tus ejercicios mientras llega Carlos.
Ricardo me miró un par de veces, se notaba que quería decirme algo pero no se atrevía.
_ Vamos Ricardo suéltalo, sé qué quieres hablarme de algo, puedes contarme lo que quieras, sé guardar un secreto.
Aquel niño había enrojecido ligeramente, me miró apenas unos segundos para luego bajar la cabeza hasta su cuaderno.
_ La madre de Rita le ha contado a la madre de Carlos que no debería dejar que nos dieras clases, que eres una mala influencia para nosotros.
Aun no conocía a todas las vecinas del edificio y el nombre de Rita no me sonaba mucho.
_ ¿Quién es Rita?,
_ La amiga de la hermana pequeña de Carlos, vive en el cuarto D.
Mi cara se puso como un tomate, Rita era la hija de nuestra vecina de al lado.
_ Dice que lleváis muchos chicos a casa y hacéis mucho ruido.
El bolígrafo se me había caído de las manos y yo me había agachado para recogerlo del suelo, ¿cómo iba yo ahora a mirarle a los ojos a aquellas madres sin avergonzarme? Escuchamos el timbre de la puerta, Ricardo salió corriendo de la sala para abrir probablemente a su amigo Carlos. El resto de las horas las pasamos casi en silencio, yo contestaba a sus preguntas y corregía sus fallos, cuando me fui de allí mi cara aún tenía el color de una fresa madura. Mientras subía las escaleras hasta mi piso, ya que no me atrevía a coger el ascensor por miedo de encontrarme a alguno de mis vecinos la risa sarcástica de mi intruso no dejaba de escucharse en mi interior, a él todo aquello le divertía mientras yo me moría de vergüenza. El viernes por la tarde me preparé para irme a trabajar, estaba nerviosa porque la última vez que crucé la mirada con Adam yo me subía a la moto de un desconocido. Casi me sentí decepcionada al llegar y no ver el bar abarrotado, ¿cómo iba a mantenerme ahora ocupada en mis momentos libres?, saludé a Adam que me respondió con un frio hola, su sonrisa habitual había desaparecido para mí. Fernando el camarero solía venir media hora más tarde, después de cambiarme me coloqué a su lado en la barra y empecé a servir bebidas.
_ ¿Lo has pasado bien el fin de semana?
Sus palabras estaban llenas de resentimiento, la imagen del chico manchado de sangre en mi cama volvió a mi mente, decidí apartarlas de inmediato.
_ Adam no tengo porque darte explicaciones de lo que hago con mi vida, ¿no crees?
_ No quieres nada conmigo pero no tienes problema en acostarte con el primer tío que se te insinúa.
_ ¿Oye, me puedes poner una cerveza?
_ Deberías atender tu lado de la barra, te están llamando.
_ ¿Por qué Beel?, ¿por qué dejas que ese chico te lleve a la cama y a mí no me dejas ni que te toque?
Me miró intensamente a los ojos mientras me susurraba aquellas palabras cerca de mi oído, sabía que estaba dolido por lo ocurrido, yo no quería hacerle daño, era lo último que deseaba pero no podía hablarle del ente que habitaba en mí.
_ ¿Oye me va a atender alguien?
Bajé la vista y pasé por su lado, cogí la bebida y se la di, Adam seguía esperando una respuesta. ¿Dónde estaba toda la gente?, ¿por qué no podía estar abarrotado el bar para así no tener que hablar con Adam?, me cogió por el brazo y me llevó a una de las esquinas de la barra, lo más lejos posible de los clientes que se encontraban allí.
_ ¿Por qué no quieres que te bese, porque no quieres que te acaricie, porque no me quieres en tu cama pero a aquel desconocido sí?
Su proximidad me ponía nerviosa, estaba segura que sabía el efecto que me causaba, por eso se había acercado tanto y me hablaba casi en susurros, ¡deseaba tanto volver a besar esa boca!, ¡tocar su cuerpo!
---- ¡Ni lo intentes!, recuerda lo que te mostré con tu anterior ligue, con él puede ser mucho peor.
Cerré los ojos con fuerza mientras le gritaba mentalmente a mi intruso que me dejase en paz para luego abrirlos despacio, Adam me miraba con cariño y deseo.
_ Adam tu eres mi amigo.
_ ¿Qué significa eso?
_ ¿Alguien me va a servir un mojito?
_ ¡Un momento, ahora voy!, dime Beel, ¿por qué no quieres que te bese?
_ Ya te lo he dicho, porque solo te quiero como amigo nada más.
_ ¡Entonces puede que debamos dejar de ser amigos!, tal vez así pueda llevarte a la cama.
_ ¡Oye!, ¿y ese mojito?
_ ¡Idiota!
Me aparté de él bruscamente y me marché a la habitación en donde nos solíamos cambiar, mis lágrimas estaban a punto de resbalar por mi cara, me limpié los ojos y durante los siguientes minutos intenté calmarme, cuando regresé a la barra Adam le estaba sonriendo a una chica morena, me miró unos instantes y yo aparté la vista. El resto de la noche apenas nos dirigimos unas palabras, la chica no se había marchado con sus amigas, Adam le había susurrado unas palabras cerca de su oreja y ahora la morena estaba sentada en una de las mesas del fondo esperando a que mi amigo terminase su turno. De vez en cuando el que había sido mi amigo se acercaba a la mesa hablaba con la chica, sonreían y luego regresaba a la barra, no sin antes echarme una mirada. Yo apartaba los ojos de él pero tenía que reconocer que aquello me molestaba aunque no tenía derecho alguno a reprochárselo, si él se había sentido celoso la otra noche ahora era yo la que los celos me devoraban. Cuando cogí mi ropa de abrigo, mi bolso y salí de la habitación Adam y la chica morena se estaban besando, salí del local a toda prisa, ni siquiera me despedí de ellos, verlos de aquella manera me había afectado, me lo merecía, yo también me había comportado como una idiota la semana anterior, y si era verdad lo que Adam me decía de que me quería entonces sabía lo que le había dolido, porque ahora yo me sentía probablemente igual que se había sentido él.
---- Al final tenía yo razón, todos los tíos son iguales, te cambian a la primera oportunidad que se le presenta.
_ Adam no es así, solo está resentido por lo que le he dicho y por haberme ido con aquel tío la otra noche.
---- Pues yo no lo he visto tan amargado ni tan dolido, de hecho creo que estaba disfrutando mucho del momento.
_ ¡Todo esto es por tu culpa!, ya no te soporto, no te aguanto más.
Corrí por las calles en dirección a mi apartamento, las lágrimas empezaban a salir de nuevo a flote, había sido una noche horrible, solo quería meterme en cama y olvidarme de todo, de Adam, de mi intruso, del rastreador... Cuando me levanté apenas había dormido unas pocas horas, cogí en la cómoda un paracetamol, me acerqué a la cocina y llené un vaso de agua, luego me tragué la pastilla, esperaba que aquel dolor de cabeza se me pasase rápido. Solo de pensar en encontrarme de nuevo con Adam esta noche me sentía de mal humor. De nuevo eché un vistazo a mi móvil, nada, ningún mensaje de él preguntándome si había llegado bien a casa, ¿dónde estaba ahora el chico que decía preocuparse por mí?
---- Ese chico no te conviene.
_ ¿Y quién se supone que me conviene, tú?, ¿un ente demoniaco que me impide ser feliz?, ¿alguien que me atormenta día y noche? ¡Tú no sabes lo que es el amor!
---- Esto no tiene nada que ver con el romanticismo.
_ ¿No?, ¿y con qué tiene que ver entonces?
---- Con el deseo, la pasión, el poder, el dominio tú eres mía, yo te elegí y nada ni nadie nos separará.
Aquellas palabras mostraban un tono de irritación y de enfado, yo estaba luchando para impedir que mis lágrimas volviesen de nuevo salir a flote, esa noche me costó una barbaridad ir a trabajar, cada paso que daba hacia el bar se convertía en un castigo. Al llegar al local me fui directamente a la habitación para dejar mi bolso y mi ropa, ni siquiera lo saludé. Cuando me acerqué a la barra cogí un paño y limpié sobre lo que estaba limpio, necesitaba mantenerme activa, sentía los ojos de Adam sobre mí pero me había negado a mirarlo. No tenía que reclamarle nada, no tenía que reprocharle nada pero su comportamiento me había dolido y no podía evitar sentirme así, intentaba disimular pero no era fácil.
_ ¿Ahora ya no me saludas?, ¿es que ya no somos amigos?
_ Dejaste bien claro la noche anterior que no querías ser mi amigo.
_ También te dije que quería meterme en tu cama y parece que eso tampoco va a ser posible.
_ ¿Qué pasa, la morena no te dejó satisfecho?
Intenté que aquellas palabras sonaran sarcásticas pero estaba segura de que se parecían más a celos.
_ Como tú bien me has dicho la noche anterior eso no es asunto tuyo.
Después de aquellas palabras se puso a servirle una copa a un cliente que acababa de sentarse. Aquel día estaba siendo peor de lo que imaginaba, apenas nos hablábamos y cada uno se ocupaba de atender en su lado de la barra. Deseaba que la noche acabase cuanto antes, quería irme a casa y echarme en la cama para llorar por la rabia y la impotencia que estaba sintiendo
_ Oye, ¿me sirves un ron-cola?
Me quedé de piedra cuando descubrí quien estaba detrás de aquellas palabras, la morena de la noche pasada me estaba pidiendo una bebida, ¿a mí, porqué?
_ Deberías ponerte al otro lado de la barra y pedírsela a Adam.
_ Quiero que me la sirvas tú.
Su voz sonaba prepotente, ¿a qué venía aquella actitud?, seguí sirviendo copas a los clientes que llegaban e ignoré a aquella chica.
_ ¡Oye, que yo estaba antes que ese tío de ahí!
_ No pienso servirte una copa.
_ ¡Pero es tu trabajo!
_ Puede, pero me da igual.
Se levantó del taburete y empezó a gritar más fuerte.
_ ¿Quieres que me queje a tu jefe de tu incompetencia?
_ Puedes gritar lo que quieras, no voy a servirte una copa.
_ ¿Qué coño pasa aquí?
_ Adam, tu empleada no quiere servirme un ron-cola.
_ No soy su empleada, somos compañeros de trabajo idiota.
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EL ENTE QUE VIVE EN MÍ ( Completa)
FantastiqueBeel era una chica aparentemente normal o eso es lo que pensaba, hasta que descubrió que un ente habitaba en su cuerpo. Un ente odioso, manipulador, pretencioso ... y por si eso no era suficiente ahora estaba siendo perseguida por su rastreador.