capítulo dieciséis

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Lo vi caminar hacia el ascensor con paso firme, no se giró ni una sola vez para mirarme, no sabía si estaba decepcionada o aliviada. Un rato después apareció mi madre y se sentó a mi lado, no hablamos, solo nos limitamos a mirar un pasillo poco iluminado dado ya  las horas que era y navegar cada una en sus propios pensamientos  y recuerdos. Después de un buen rato en ese estado le hice una pregunta, al principio mi voz salió ronca.
_ ¿Cuándo se lo diagnosticaron mamá?
_ Un par de meses antes de conocer a aquella chica que rompió nuestro matrimonio. Yo no lo sabía, me lo contó hace un mes, quería que no te lo dijese, tú habías hecho tu elección y parecía que ya no nos necesitabas, a pesar de negarnos a seguir cubriendo tus gastos tú buscaste tus propios recursos y saliste adelante sin nuestra ayuda, sabía que lo conseguirías, te habíamos educado bien.
Me levanté del asiento, estaba enfadada, dolida y asustada.
_ ¿Qué no os necesitaba?, ¿crees eso de verdad?, muchas noches he llorado en mi cama buscando la protección, el consuelo de mis padres pero no lo tenía. Me habíais puesto entre la espada y la pared y luego abandonado a mi suerte porque ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder, me habíais puesto como excusa cuando los dos ya no querías recomponer vuestro matrimonio. Sí, papá te engañó, pero ¿y tú?, no me digas que aquel  hombre solo era un amigo, no me lo creo, ¿y dónde está él ahora?, déjalo, no quiero saberlo.
Mi madre bajó la cabeza y no respondió.
_ ¡Joder, estoy harta, necesito respirar!
Salí al exterior y aspiré una gran bocanada de aire fresco, me moví de un lado para otro por la acera,  habían llegado un par de ambulancias con dos heridos y varios enfermeros salieron a su encuentro. Entré de nuevo en el hospital y me dirigí a la habitación, mi padre descansaba, sus ojos estaban cerrados y una enfermera le estaba regulando el goteo, mi madre estaba sentada en uno de los sillones, me senté en el otro y al rato me quedé dormida. Me despertó el ruido de carros y murmullos en los pasillos, mi madre seguía en el sillón con los ojos cerrados mientras mi padre nos miraba, me acerqué a él.
_ Hola papá, ¿ cómo estás?
_ Hola hija, ¿ qué haces todavía aquí?, deberías descansar en casa.
_ Estoy bien papá.
_ Sabes que te quiero y que nunca quise hacerte daño, ¿verdad?
_ Lo sé papá.
Las lágrimas volvieron a mis ojos.
_ Quería pedirte perdón por el daño que te he causado, después de que me dijesen que tenía cáncer me sentí vulnerable, ¡aquella chica era joven y estaba tan llena de vida!, tu madre y yo no pasábamos por un buen momento.
_ Papá, ya no importa, todos cometemos errores, yo también.
_ Pero hija, no debí abandonarte a tu suerte, soy tu padre, debería estar siempre ahí para ti, ¿sabes?, lo he arreglado todo con mi abogado para que
_ No, papá, no quiero que hablemos de eso por favor, tú no te vas a morir, vas a luchar y te vas a poner bien.
_ Eso no es posible hija.
En su rostro se reflejaba el dolor y empezó a respirar con dificultad, llamé a las enfermeras y nos hicieron salir de la habitación a mi madre y a mí. Al rato vi aparecer a Adam con cara de preocupación, nos miramos unos segundos, caminaba lentamente hacia mí y yo me había separado de la pared en la que me había apoyado, corrí hacia él y lo abracé, sus manos envolvieron mi cuerpo y yo me eché a llorar desesperadamente.
_ Estoy aquí cariño, ahora desahógate todo lo que quieras.
Me abrazó con más fuerza mientras susurraba aquellas palabras en mi oído, luego de un rato en aquella posición me llevó hasta la sala de visitas y nos sentamos, seguía abrazada a él, estaba aterrada, temía que si me separaba de Adam el miedo y el frio regresarían nuevamente a mi cuerpo, me sentía reconfortada entre sus brazos.
_ ¿Cómo está tu padre?
_ Se muere Adam, mi padre se muere.
Unos nuevos sollozos escaparon de mi garganta, dejó que me tomase mi tiempo para que me recompusiese, me acarició el pelo y estuvimos largo rato así, cuando mi madre apareció yo ya me había calmado.
_ Tu padre está dormido pero podemos verlo, hola, soy la madre de Beel.
_ Yo soy Adam, un amigo y compañero de trabajo.
Antes de entrar en la habitación Adam me llevó aparte y me dio un móvil.
_ Toma, es algo viejo pero te servirá mientras no te hagas con uno nuevo, solo necesitarás cambiar la tarjeta de tu teléfono y ya estará operativo.
_ Gracias Adam, pero.
_ Por favor.
Después de ayudarme con el móvil se fue, en unas horas él tenía que trabajar y aún no había dormido. Cuando entré en la habitación mi padre estaba sedado, sus ojos se encontraban cerrados, a media tarde dejó de respirar y todo mi mundo se desmoronó, lloré, grité y me peleé con un par de enfermeros o doctores,  ya no estaba segura, pero ellos querían apartarme de él, de mi padre. Salí al exterior porque las paredes de aquel  edificio se me caían encima, mi madre quería acompañarme pero me negué, necesitaba estar sola para romperme y luego empezar a recomponerme  poco a poco. Estaba sentada en un banco mirando a la gente pasar, se habían llevado a mi padre y teníamos que esperar a que nos lo devolviesen. Le mandé un mensaje a Adam y luego con manos temblorosas volví a guardar el móvil.
---- Pasará Beel, no te aflijas, pronto solo será un recuerdo.
Pegué un pequeño brinco en el banco, hacía rato que no escuchaba a mi intruso y ahora me decía aquello, le mostré una sonrisa sarcástica.
_ ¿Crees que es así de fácil?, claro, que sabrás tú si apenas tienes sentimientos.
---- Es curioso  como todo se perdona cuando os llega la muerte.
Abrí los ojos desmesuradamente ante aquellas palabras.
_ ¡Eres un hijo de puta!, me encantaría tenerte aquí frente a mí para patearte la cara y molerte a golpes.
----  Y a mí me gustaría que fuese así si eso te hiciese sentir mejor.
Después de decir esas últimas palabras me levanté  para regresar al lado de mi madre, solo había dado un par de pasos cuando el móvil sonó.
_ Por fin Beel, te he estado llamando toda la mañana,  fui a buscarte  a casa y no estabas, tus compañeras me dijeron que no habías dormido en tu cama, te he enviado un montón de mensajes, ¿dónde estás Beel?
_ Yo lo siento Eduardo, no he tenido tiempo de mirar los mensajes, yo estoy en el hospital, mi padre ha muerto.
Unos pequeños sollozos se escaparon de mi boca, al otro lado del teléfono se podía escuchar la respiración pausada de mi amigo.
_ ¿Dónde estás?
Le di la dirección y en apenas un cuarto de hora ya estaba allí, no tenía ni idea de cómo había llegado tan rápido pero un mensaje apareció en la pantalla del teléfono anunciándome que mi amigo me esperaba en la puerta de entrada del hospital. Al llegar a mi lado me abrazó y me preguntó qué había pasado, le hablé de su enfermedad y de lo destrozada que estaba cuando supe la verdad.
_ ¿Por qué no me has llamado?, hubiese estado a tu lado.
_ No tenía móvil, éste acaban de prestármelo.
_ La vida es una mierda, deberíamos largarnos de aquí, sé de un lugar que por una poca cantidad de dinero puedes descargar tu rabia, tu frustración, tu odio durante un par de horas.
_ No puedo irme.
_ Lo sé, solo quería ofrecerte otras opciones.
Al rato apareció mi madre para decirme que ya estaba todo listo para el velatorio, Eduardo me acompañó en todo momento era un buen amigo, la gente empezó a llegar para darnos el pésame y Adam también lo hizo antes de entrar a trabajar.  Le presenté a Eduardo y supo inmediatamente quién era él, le había hablado de mi nuevo amigo el viernes cuando su novia se presentó en el bar. No dijo nada, solo lo observó atentamente y luego se fue, me entristeció porque a pesar de todo yo quería que estuviese aquí conmigo, que calmase mi dolor, que me abrazase, tenía a Eduardo, sí, él era un buen amigo pero Adam, lo era todo para mí y él estaba con otra. Después de estar conmigo un par de horas Eduardo me dijo que iba a estirar las piernas y que si quería acompañarlo, miré a mi madre y le dije que me quedaba, a pesar de no tener una buena relación con ella tenía que estar a su lado.
_ Hola, siento lo de tu padre.
Al levantar la cabeza me encontré con Declan, ¿qué hacia él aquí?
_ ¿Qué haces aquí?
_ Venía a darte el pésame y  hablar contigo.
Miré a mi alrededor, buscaba a mi amigo que ya llevaba un buen rato desaparecido, ¿dónde estaba?, ahora lo necesitaba a mi lado, este chico me ponía nerviosa.
_ ¿Buscas a alguien?
_ A mi amigo.
Giró su rostro y recorrió la sala con su mirada.
_ ¿Cómo es tu amigo?
_ Da igual no importa y lo siento pero ahora no es el mejor momento para hablar conmigo.
Me miró despacio, estudiando todos mis movimientos, en cuanto puso sus ojos grises sobre los míos yo bajé mi rostro.
_ Deberías irte, no pienso hablar contigo ahora.
_ Tu amigo del callejón salió esta mañana del  hospital.
En cuanto pronunció aquellas palabras un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, me levanté de mi asiento y salí al exterior, Declan me seguía de cerca. Después de bajar las escaleras y caminar unos pasos me paré para enfrentarme a él.
_ ¿Cómo lo sabes?
_ Eso que más te da, pero me preguntaba porque no lo has denunciado aún a la policía.
_ ¿Quién te lo ha dicho?
_ ¿De verdad  que vamos a estar así todo el tiempo?, ¿yo te pregunto y te me respondes con otra pregunta?
_ No quería meterte en mis problemas.
_ Yo me metí solito, tú no me pediste ayuda, ¿por qué no le hablaste de mí a la policía ni a tu amigo el barman?
_ No pienso hablar contigo de eso ahora, agradezco que me hayas informado sobre la salida de ese tío pero tú y yo no somos amigos, el que me ayudases en el callejón no te da derecho a acosarme de esta manera.
Di media vuelta y me marché por donde había venido, solo había dado un paso cuando me agarró por el brazo y se acercó a mí, estaba a unos centímetros de mi rostro mirándome a los ojos.
_ ¿Qué es lo que escondes Anabel, porque me tienes miedo?
Aparté mi brazo de su agarre y caminé más rápido, ¿ dónde se  había metido Eduardo?, la voz de Declan se escuchó más alta de lo que solía hablarme.
_  Sabes que tarde o temprano tendremos que hablar de eso, ¿verdad?
Regresé a mi asiento y con manos temblorosas le mandé un mensaje a mi amigo, mi madre me observaba con atención.
¿Dónde estás?, llevas mucho rato desaparecido –Beel
Intentaba que mi mensaje no sonase desesperado.
He tenido que irme, una urgencia, nada que deba preocuparte, prometo compensártelo  de alguna manera –Eduardo
---- ¿Ahora me vas a tomar en serio cuando te digo que debemos largarnos de este lugar?
_ Por favor, ahora no.
Susurré yo para mi interior mientras mi madre me miraba de reojo.
---- Lo sabe Beel  o por lo menos se lo intuye, ¿quieres acabar como tu padre?
Me levanté de mi asiento con brusquedad, ahora sí que mi madre empezaba a sospechar que yo no estaba bien del todo.
_ ¿Estás bien?
Colocó su mano en mi brazo y yo lo aparté instintivamente, no estaba cómoda con aquella muestra de cariño después de tantos meses sin vernos y casi sin hablarnos.
_ Sí, necesito salir un momento.
Una vez de asegurarme que nadie nos veía ni nos podía escuchar caminé de un lado para otro.
_ ¡Escúchame bien!, haré lo que me dé la gana, no quiero oírte, no estoy de humor, no pienso huir como una cobarde, además si quisiese matarme ya lo habría hecho ¿no? Ha tenido algunas oportunidades, ahora déjame en paz.
---- Eres demasiado ingenua y confiada y eso acabará por destruirte, tú serás la única perjudicada en todo esto, no lo olvides.
El día del entierro amaneció claro, el sol escondido detrás de las nubes se dejaba ver por momentos, el viento arreciaba cada vez más fuerte, metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta oscura y caminé al lado de mi madre, Eduardo no había venido.  Al que sí vi aparecer fue a Adam, la rabia y el enojo empezaron a recorrer mi cuerpo cuando caminó hacia mí con su novia a su lado, ¿ qué  hacía ella aquí?, ¿pero cómo se le había ocurrido a Adam traerla al entierro de mi padre?, me acerqué a él y antes de que dijese algo lo llevé a un lado para hablar a solas, su novia nos miraba un poco sorprendida.
_ ¿Qué haces aquí con ella?
_ Quería apoyarte en este día
_ ¿Apoyarme? , ¿Viniendo aquí con tu novia de la mano?, ¡por favor no me hagas reír, no estoy de humor!
_ ¿Y tu nuevo amigo?, ¿no está contigo?
_ Eso a ti no te importa.
_ ¿Te ha dejado sola en este día?
_ Él tenía cosas importantes que resolver, Adam, quiero que te marches de aquí, no quiero verla en este lugar.
_ Ella quería acompañarme, yo quería estar aquí por ti.
_ ¿Es que no lo entiendes?, no me gusta tu novia y mucho menos  verla contigo.
Había hablado más alto de lo que hubiese querido, mi madre ahora nos miraba con malestar, la gente nos miraba y yo estaba a punto de echarme a llorar.
_ Márchate Adam, por favor.
Luego me giré y caminé hasta colocarme de nuevo al lado de mi madre, ¡necesitaba tanto el consuelo de alguien!, pero no me abracé a ella, ni le cogí su mano, no pensaba mostrar ante el resto de las personas que estaban en el lugar una farsa, algo que no era, entre nosotras faltaba cariño y no se lo iba a demostrar ahora, aunque ya no estaba mi padre y ella era la única familia que me quedaba. Desde que se habían divorciado nos fuimos distanciando y ahora éramos casi dos extrañas, sentí como alguien me tomaba de la mano y luego me abrazaba, la miré, Ana estaba a mi lado, mi compañera de piso me miraba con cariño, me acerqué más a ella y le di las gracias, su novio estaba a su lado. Giré mi cabeza pero Adam ya no se encontraba en el lugar, Mar estaba a unos pasos detrás de nosotras, venía de la mano de su nuevo ligue, a ese aún no lo conocía, también vi algunos compañeros de clase, aquello me había sorprendido, creí que era invisible para todo el mundo. Después del entierro me despedí de toda la gente y me fui para mi apartamento, estaba cansada, agotada y muy apenada por todo lo acontecido estos días atrás, me eché sobre mi cama y me quedé dormida al instante. Pasaron varios días antes de regresar de nuevo a la universidad y  ver a Eduardo, me había enviado mensajes pero nada más. Con Adam me pasaba algo parecido, aunque él solo me envió un único mensaje que había leído después del entierro.
Lo siento, me he comportado de nuevo como un idiota, si quieres hablar llámame –Adam
No pensaba hacerlo, no teníamos nada que decirnos, regresé a las clases, necesitaba ocupar mi mente con algo, mi amigo apareció dos días después.
_ ¿Qué te ha pasado?, ¿todo bien?
_ Sí, no te preocupes, ¿y tú, cómo estás?, siento mucho no haber estado a tu lado.
_ No importa, estoy bien.
Entramos en clase, el profesor ya estaba dentro, nos colocamos en nuestro sitio y dejamos que trascurriese la hora en silencio. El tiempo pasaba lento y las clases eran aburridas, me costaba seguirlas pero intentaba no pensar en los acontecimientos pasados, al salir de la facultad Eduardo me estaba esperando para acompañarme a casa.
_ Hoy pienso compensarte por no haber estado a tu lado en el entierro de tu padre.
_ ¿Y cómo piensas hacerlo?
_ Pediremos pizza, veremos unas pelis y luego dormiré a tu lado.
_ No sé si esa será una buena idea.
_ ¿Qué pasa, tienes miedo a ceder a tus impulsos más ocultos y que termines por echarte encima de mí?, prometo no oponer resistencia.
_ Eres muy tonto.
_ Vale la pena si así te veo sonreír de nuevo, esta noche nada de dramas vamos a ver películas que nos hagan reír hasta caer de culo.

EL ENTE QUE VIVE EN MÍ  ( Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora