Capítulo 9

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Año 1992

Lugar desconocido

La pequeña deambulaba a oscuras por una habitación que se sabía de memoria, hablando sola para matar el rato, saltando por el aburrimiento, para así caer rendida cuando llegara la noche. 


Aunque en realidad, nunca sabía cuando era de día.

Oyó como unos pasos se acercaban deprisa y sabiendo donde estaba la puerta, se colocó instintivamente delante de ella, esperando a su padre. Cuando la abrió, la luz inundó la habitación y los ojos de la niña brillaron de ilusión al ver a su padre con una caja en las manos.

ㄧ¡Feliz cumpleaños, cariño! ㄧel padre sintió como su hija se pegaba a sus piernas, en un intento de abrazarlo. ㄧTengo un regalo para ti, ven.

La cogió en brazos, y por primera vez salieron de aquella habitación. 

La niña vio como en brazos de su padre, se dirigían hacia unas escaleras de madera, y al subirlas, tuvo que empujar con fuerza una puerta de metal. 

Al pasar por ella, sus ojos no paraban quietos y le dolía la cabeza, pues había muchas cosas que mirar. 

Estaban, por arte de magia, en una cocina preciosa, con una isla de madera en medio.

ㄧVamos.

El padre bajó a su hija al suelo, dándole la libertad para que corriera de un lado para el otro. Pasó primero observando toda la cocina y preguntando qué era cada cosa que encontraba. 

Luego pasó al salón, que tenía un tono verde claro, con las ventanas tapadas con tablones de madera, para que nadie del exterior pudiera ver que es lo que estaba pasando ahí dentro.

ㄧ¿Puedo subir esas escaleras, papá?

ㄧClaro, mi vida. Puedes hacer lo quieras, pero solo hoy, ¿vale?

La niña podía controlar sus emociones, iba de un lado para el otro corriendo, saltando e incluso cantando. 

Lo miraba y lo tocaba todo, hasta que volvieron a la cocina y el padre la sentó en una silla alta, para hablar y darle un trozo de tarta.

Al estar ahí arriba, un fugaz recuerdo pasó por su cabeza. 

En realidad, no fue una imagen muy clara, solo un recuerdo leve del olor de esa tarta de chocolate que tenía enfrente. 

E irremediablemente, la pequeña se acordó de alguien que no estaba en esa sala.

ㄧ¿Qué trozo quieres?

ㄧQuiero a mi madre...

Su padre la miró con una expresión que nunca antes había visto hasta ahora. 

Era una mezcla de decepción y de tristeza y por un segundo, la niña se arrepintió de haberlo dicho.

ㄧSabes que eso no puede ser. Tú madre se fue hace mucho tiempo y no va a volver.

ㄧElla no nos abandonaría...

A pesar de tener solo cuatro años, su hija presentaba una inteligencia poco común en niños de su edad. No sabía de dónde salían todas esas preguntas que le hacía, esas frases tan bien hechas... 

Y quizás, solo por eso, su padre confió en que entendería la historia si se la contaba.

ㄧLo sé, ella nunca se iría. Ella no quería.

ㄧ¿Entonces... dónde está? ¿Por qué no viene a verme?

ㄧUnos hombres entraron en casa y se la llevaron con ellos.

ㄧ¿Por qué?

ㄧNo lo sé... Pero no podemos volver a verla porque no sé donde está, ¿lo entiendes?

ㄧSi... ¿Pero por qué alguien se llevaría a otra persona?

Esa respuesta casi mató a su padre. 

¿De dónde salía esa claridad al hacer las preguntas?

ㄧPues porque hay gente mala en el mundo. Por eso estas en esa habitación, para que no puedan llevarte a ti también. ¿Entiendes ahora por qué no puedo dejarte salir? No estás a salvo. Todo el mundo quiere haceros daño... Y no lo voy a permitir...

Sin poder evitarlo, se echó a llorar y la niña, por primera vez, vio su debilidad.

ㄧNo estás solo papá, me tienes a mí.

La niña le sonrió y le abrazó con toda la fuerza que tenía. En su pequeña cabeza, él tenía razón.

¿Qué mundo puede ser bueno cuando se llevan a la gente porque sí? Ninguno. 

Era mejor refugiarse en los brazos de lo conocido, en personas que te querían y que harían cualquier cosa por salvarte y por ponerte a salvo.

ㄧEstamos juntos, papá. Siempre vamos a estar juntos.

En ese preciso instante, la niña dio un salto enorme que ningún niño de cuatro años debería dar tan pronto. 

Dejó de ser una niña. 

Sintió el peso de una madre ausente, de una persona que le habían arrebatado y que en su interior, sabía que nunca más volvería a ver o a tocar. 

Sintió el dolor de su padre, que iba desmoronándose con el paso de los días.

Y sintió en carne viva su propio miedo. 

A todo.

A un mundo cruel con unas normas que no entendía, miedo a estar sola, a dejar de estar en esa habitación.

Y en ese instante, sintió que algo dentro de ella cambiaba. 

Dio el paso a convertirse en una chica, en una mujer en el cuerpo de una niña demasiado pequeña para aguantar todos esos sentimientos.

ㄧTe quiero, Natalia. 

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