Capítulo 2

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Año 1990

Isabela sentía que el corazón se le iba a salir por la boca. 

Se levantó deprisa de la cama, y se puso encima del pijama lo primero que encontró tirado en el suelo. No fue hasta mucho más tarde, que se dio cuenta de que se había colocado una sudadera de su prometido. 

Bajó las escaleras con tanta prisa, que casi se cae por ellas, pero se agarró como pudo a la barandilla y logró llegar hasta la puerta.

Salió descalza, con las llaves del coche en la mano y salió a buscar a Hugo. 

Por cosas del destino, Hugo era sonámbulo desde que era un crío, y no sabía como, siempre acababa en un parque que había en las afueras de la ciudad.

Era un misterio como alguien podía cruzar la ciudad estando soñando, y acabar siempre en el mismo sitio.

Isabela llegó al parque y vio las puertas abiertas de par en par, y una chispa de esperanza se encendió en ella. Quizás, aquella llamada había sido fruto de un sueño de Hugo. 

A lo mejor, él estaba esperando que lo encontrara, para llevarlo a casa. 

Pero por más que ella buscaba por el parque, no le encontraba, y empezó a inquietarse.

ㄧ¡Hugo! ㄧgritó con todas sus fuerzas.

Al no encontrar respuesta alguna, comenzó a llorar de la impotencia, y sin darse cuenta, Isabela estaba corriendo por el parque, con los pies descalzos y el corazón hecho añicos. 

No sabía que era lo que la atormentaba tanto, pues lo más probable era que Hugo estuviera por ahí deambulando... 

Pero aquella palabra, aquel "te quiero" decía mucho más, sonaba a despedida. Y eso la estaba matando.

Siguió corriendo sin ninguna dirección clara, atravesando los árboles, clavándose las piedras y las ramas del suelo. En un momento dado, empezó a hiperventilar de la ansiedad que tenía y sin querer, se tropezó con sus propios pies, y cayó al suelo sin poder evitar un golpe en la cabeza con una roca. 

Durante unos instantes se quedó ahí.

Quieta.

Llorando.

Sintiendo que el mundo no paraba de girar y que ella se había quedado estancada en el instante en el que recibió la llamada.

Se puso de rodillas, notando como una unas pequeñas gotas de sangre salían de su frente. Fue a levantarse, pero de pronto, oyó un ruido. Unas pisadas detrás suya. Isabela dejó de moverse, incluso dejó de respirar.

ㄧ¿Hugo, eres... eres tú? ㄧpreguntó con un hilo de voz invisible.

Nadie contestó. Solo oyó una respiración alejada. Unos pies que andaban despacio en dirección contraria a la suya, y para cuando Isabela se levantó, allí no había nadie.

Solo oscuridad.

Por un segundo no supo que hacer, se quedó ahí, mirando a la nada, llorando y sabiendo, muy en el fondo de su corazón, que solo podía hacer una cosa. 

Volvió al coche andando, derrotada por un sentimiento de angustia y cuando arrancó, se fue directamente a un edificio azul que había a cinco calles de allí.

Cuando abrió la puerta, vio a un agente dándole vueltas al café con una cuchara. Intentó hablar, pero todo lo que se le pasaba por la cabeza, se le quedaba atragantado en la garganta. 

Cuando por fin el agente se dio cuenta de su presencia, no sabía si correr a ayudarla o esperar a que hablase por ella misma.

Vio a una mujer preciosa, rubia con los ojos azules envuelta en una tristeza enorme, que la abarcaba entera.

ㄧSeñorita, ¿está bien? ㄧpreguntó el agente, saliendo de detrás de la mesa y acercándose a ella. ㄧ¿Alguien le ha hecho daño?

Cuando el joven agente posó su mano en su hombro, Isabela sintió que el mundo se le caía encima, y sin darse cuenta, de un momento a otro, estaba tirada en el suelo, con los brazos del chico agarrándola y suplicándole que le hablara.

ㄧCreo... creo que...

ㄧSeñorita, ¿Qué dice? No la oigo.

ㄧCreo que a Hugo le ha pasado algo... 

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