Capítulo 56

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Año 2020

– ¿Pero qué...?

– Núria... – oí sollozar a Raquel.

Estaban aquí.

Me habían encontrado...

Oscar apuntó su arma a Natalia, que se había puesto de pie, sin dejar de mirar el arma que apuntaba a su padre.

– Oye, Núria, ya está, ¿vale? Ven aquí. Con nosotros. – Raquel no paraba de hablar, de mirar mis manos y mi cara llena de sangre.

Oscar ni me miraba a la cara.

Solo podía mirar hacia el cuerpo inmóvil de Samuel.

– ¿Vas a irte a casa y a volver a tu vida como si nada de esto hubiera pasado? ¿Cómo si nada de esto fuera real? – preguntó Rubén.

– Cállate...

– ¿O sino qué, inspectora? ¿Vas a matarme? Eres policía.

– ¡Tú también lo eras!

Cargué el arma con furia, dispuesta a cargarme a ese hijo de puta. 

Pero entonces, su voz llegó a mí.

– Núria, mírame. – habló por primera vez Oscar. – Mírame.

Dudé.

Tardé varios segundos en mirar hacia él, pero lo hice. No pude evitar echarme a llorar.

Y exploté.

– Habéis llegado tarde... Habéis tardado... Yo os hubiera encontrado.

– Lo sé, Núria. Y lo siento...

– ¿¡Qué lo sientes?! ¡SAMUEL ESTÁ MUERTO! Tienes su cadáver a cinco metros de ti, Oscar.

– Lo sé, ¿crees que no lo he visto? ¿Crees que no me duele? – contestó, con un nudo en la garganta.

– ¡Me habéis dejado sola! ¡Sola! Con él.

– Soy tu padre, Núria. – interrumpió Rubén.

– ¡NO! Eres un enfermo, ¡Eres un hijo de puta! Tú. No. Eres. Mi. Padre.

– Tampoco lo era Samuel. Él no te comprendía, pero yo sí. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero eres como yo, cariño. Tienes ese... Ese instinto que te corroe por dentro, que te acelera y te tienta a matar. Admítelo. Eres como yo.

– No... Yo no soy como tú. Nunca lo he sido.

– Sí lo eres, cariño. Eres igual que tu padre...

– ¡TÚ NO ERES MI PADRE!

– ¡ÉL TAMPOCO! ¡ESTÁ MUERTO! ¡Lo he matado! ¡Le he pegado un tiro! Él único padre que te queda, SOY YO.

No pude más.

No lo soportaba más tiempo.

Toda la rabia que se había ido acumulando en mí durante todos estos años, explotó. Todo el dolor y toda la ira, se fueron con aquel disparo.

Apreté el arma contra él, en el mismo lugar donde él había disparado a Samuel.

– Núria, no lo hagas. – oí a Raquel. – Si lo haces, gana él. Si lo haces acabarás siendo como él...

– Quizá sí que sea como él, después de todo.

Disparé.

Vi como la bala entraba en él y le arrancaba todo su ser. 

Toda su maldad.

Oí como Natalia gritaba. Como gritaron todos.

Y yo, yo solo me quedé quieta. 

Mirando. 

Manchada con nuestro sangre mezclada.

Raquel agarró a Natalia, que había intentado abalanzarse sobre mí. 

Y Oscar se acercó, quitándome el arma de las manos.

– ¿Qué coño has hecho? – preguntó, mientras me agarraba los hombros con fuerza.

– Acabar con la historia. – le contesté.

No le miré, solo tenía ojos para ver como el cuerpo de Rubén caía a cámara lenta en el suelo.

Y sonreí.

Con sangre y lágrimas, sonreí.

Por fin se había acabado.

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