Capítulo 37

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Año 1996

La pequeña sentía como cada músculo de su cuerpo se contraía intentando entrar en calor. Una tarea muy difícil si estás en medio de un bosque rodeada de nieve y hielo.

Tenía la cara cubierta por un poco de sangre, que había salido disparada al clavarle el cuchillo a su padre, y en la otra mejilla, tenía un corte producido por los golpes. 

Pero aún así, no dejaba de correr. 

Se iba tropezando con pequeños troncos que estaban escondidos entre la nieve y se caía, pero no se daba tiempo para quedarse quieta. Se levantaba y seguía corriendo.

Sin ninguna dirección fija, pero con las cosas muy claras: Huir.

No supo cuánto tiempo estuvo corriendo, ni siquiera sabía si iba hacía alguna parte o simplemente estaba corriendo en círculos, desesperada por dar con alguien que no fuera Rubén. 

 Pero por cosas del destino o la suerte, empezó a escuchar algo que le era familiar.

A veces, cuando aún estaba en casa, oía de fondo el ruido de un motor, como si algo a lo lejos estuviera corriendo muy rápido e hiciera ruido. 

Corrió hacia ello, hasta ir saliendo del gran bosque y dar una carretera.

Sabía lo que era, porque lo había visto muchas veces en la televisión y en las películas. Se colocó en medio, mirando de un lado a otro, intentando averiguar si ir hacia la izquierda o hacia la derecha.

La adrenalina de su cuerpo empezaba a ir desapareciendo poco a poco y comenzaba a notar los cortes que se había ido haciendo en los pies mientras corría.

Pero ella sabía que no podía rendirse ante el dolor. Y mucho menos ante el miedo.

Tenía que tomar una decisión y estaba tan abstracta que no se dio cuenta de que una pequeña criatura se estaba acercando. Cuando miró hacía el suelo, vio un conejo negro que estaba a escasos metros de ella, mirándola fijamente.

Durante un segundo, se quedaron así. Helados en un tramo de tiempo que no supo identificar, mirándose, sintiendo la presencia el uno del otro y de repente, el conejo salió corriendo hacía la derecha, perdiéndose entre los arbustos.

La niña lo vio como una señal, y pudo ser así. 

Aun sin saber si era lo correcto o no, empezó a correr hacia esa misma dirección.

No podía perder ni un segundo. 

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