Capítulo 20

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Año 1995

Lugar desconocido

Cuando ocurrió, ella sabía que era algo malo, ¿Cómo no podría serlo el hecho de estar sangrando? 

Pero no entendía lo que era ni lo que significaba, así que reaccionó de la misma forma que hacen los humanos cuando no entendemos algo, asustarnos.

Empezó a llorar y gritar, pataleó y pensó que la vida se le iba entre las piernas. 

Por un leve segundo, sintió un odio más grande que ella misma y quiso morir en aquel mismo instante. 

Y gritó con todas sus fuerzas.

ㄧ¡Me quiero morir!

Entonces, oyó una voz muy delicada. 

Una voz dulce, suave. 

Y creyó que era un ángel, pero esa voz no provenía del cielo, sino que se filtraba por la pared de la derecha.

ㄧ¿Estás bien? ㄧvolvió a oír Natalia.

La voz, sin saber como, la reconoció y la tranquilizó, aunque le fue imposible ponerle cara.

ㄧ¿Hola?

ㄧHo... Hola...

Era la primera vez que hablaba con alguien que no fuera su padre. 

¿Quién era aquel ángel?

ㄧ¿Estás bien?

ㄧNo... Estoy sangrando.

ㄧ¿¡Sangrando!? ㄧla voz pareció preocuparse de repente, y Natalia sintió por primera vez, que alguien aparte de su madre, la quería. ㄧBusca algo con lo que taparte... A ver si para.

Ella le hizo caso, pero lo único que encontró fueron las sábanas. 

Las arrancó de la cama y se acercó a la pared, apoyándose en ella y acercando su oído para sentir la voz más cerca.

ㄧ¿Mejor?

ㄧSí...

Las dos se callaron por un minuto oyendo sus respiraciones traspasar la pared y sin saberlo ninguna de las dos, se habían vuelto a encontrar, años más tarde.

ㄧ¿Quién eres? ㄧpreguntó Natalia, armándose de valor.

ㄧSoy... No lo sé, él a veces me llama Verónica, pero creo que yo no... No lo sé.

Verónica... Sin saber cuando había oído ese nombre, supo que le era familiar. 

Pero no logró identificar a quién pertenecía, ni reconoció la cara, ni el olor. 

Nada.

Natalia fue a contestar pero de repente, oyó como cesaba el ruido del televisor y como unos pasos se aproximaban lentamente. 

No tuvo tiempo de esconder las sábanas manchadas ni de levantarse, cuando miró hacia la puerta, estaba abierta de par en par, con Rubén, su padre, mirándola desde su altura.

ㄧCariño... ¿Te has hecho daño? ㄧsaltó sobre ella, tocando su cara, su cuello, sus brazos... en busca de alguna herida. ㄧ¿¡Qué te ha pasado!?

La cabeza de Rubén iba a mil por hora, imaginando todos los escenarios posibles donde su pequeña había acabado herida. Donde algo malo le había pasado y conseguían arrebatársela. 

Sintió tanto dolor solo de imaginárselo, que comenzó a llorar mientras seguía buscando la herida, y Natalia, asustada, también comenzó a llorar.

La abrazó al no encontrar nada grave y sonrió. 

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