Capítulo 33

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Año 1996

Cabaña del bosque

Día 0.

Era hoy o nunca.

Rubén había salido de la cabaña a por suministros para el invierno y había dejado a las niñas encerradas en aquella cabaña. 

Últimamente, estaban muy tranquilas, así que las premiaba dejándolas a sus anchas por la casa.

Porque sabía que no había forma de escapar de allí. Y era cierto.

Estaban en una cabaña de madera, pequeña, que no llamaba la atención de nadie, porque estaban en medio de un bosque perdido a saber dónde. 

Estaba empezando el invierno, pero ya habían comenzado a caer los primeros copos de nieve, y todo lo verde que rodeaba la casa, ahora estaba cubierto por un blanco precioso.

Verónica, o Natalia, o ángel... Estaba cocinando estofado de ternera, el plato favorito de Rubén, mientras su hermana estaba haciendo grandes esfuerzos por ayudarla. 

Se esforzaba mucho, pero era una pésima cocinera.

Quizás, porque en el fondo de su cerebro, no estaba pensando precisamente en si el corte de las patatas era el correcto o no. 

Sus pensamientos estaban muy alejados de esa cocina, incluso de esa casa

Su mano derecha, tan pequeña, estaba centrada en el cuchillo que tenía en la mano y en cómo era capaz de cortar algo tan simple e insignificante.

ㄧOye Natalia...

ㄧVerónica, me llamo Verónica. ㄧlo dijo despacio, con un tono bastante enfadado.

ㄧLo siento...

ㄧ¿Qué te pasa, cariño?

ㄧ¿Crees que él tardará mucho en llegar?

ㄧPues... Ha salido hace dos horas y media, así que supongo que no, no tardará mucho.

Eso a ella le daba un margen de aproximadamente unos treinta minutos, Rubén nunca estaba fuera de casa más de tres horas. 

No soportaba estar tan lejos de sus hijas, aunque hacía bastante tiempo que habían dejado de serlo.

La chica sabía que tenía que tener cuidado con Natalia, estaba muy irascible y cuando le sacaba el tema sobre Rubén o sobre escapar de aquella prisión, siempre le decía que estaba loca, que ella nunca se iría de su hogar.

En un momento dado, ambas escucharon el ruido de la camioneta de su padre, y Natalia... Verónica salió corriendo hacía la ventana y con sumo cuidado deslizó la cortina para ver a su padre salir del coche con una sonrisa en los labios y varias bolsas en las manos. 

Su hermana, en cambio, se guardó el cuchillo bajo su manga derecha y fue a hacer el papel que había ensayado durante años.

El de hija agradecida y obediente.

Pero no por mucho más tiempo.

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