Capítulo 39

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Año 1996

Corre.

No pienses en todo lo que has perdido a lo largo de tu vida, por muy corta que te haya parecido.

Corre, y no pienses en ella. 

En esos ojos trastocados por una vida que no te correspondía vivir.

No pienses en que la has abandonado, no sientas el peso de una decisión que te han obligado a decidir en cuestión de segundos.

No pares de correr, aunque sientas los coches pasar por tu lado a gran velocidad, y hagan sonar sus claxon.

No sientas.

No sientas las lágrimas que te salen por los ojos y te nublan la vista. No sientas el roce de tus pies con la carretera y las piedras.

No sientas el frío que se te cuela por el vestido, que se te quedó corto hace muchos años. No sientas ese corte en tu cara, ni el leve mareo que tienes. No sientas ese dolor en tu entrepierna, que tienes desde hace años.

Solo... corre.

La pequeña lo hizo, corrió sin mirar atrás, sin asustarse por los coches o los gritos que daban a través de la ventanilla. Ni siquiera se asustó cuando entró en una pequeña ciudad y empezó a ver edificios enormes.

No miró atrás, siguió corriendo entre las calles, sintiendo como se le clavaban las miradas de los curiosos que pasaban por ahí.

Pero que no eran capaces de pararla y darle refugio.

Veían en ella a una niña desaliñada, descalza, probablemente a una ladrona. O a una huérfana que se había escapado.

Pero a ella le dio igual, ella solo quería correr hasta hacer desaparecer su vida, su pasado.

No supo como llegó, pero después de correr mucho, dio con un edificio muy blanco, casi tanto como la nieve que había dejado atrás.

Y estando allí, se relajo.

Arriba de aquel edificio, habían unas letras que parpadeaban en rojo: Urgencias, leyó la niña.

Espero unos segundos a que su respiración se tranquilizará y entró andando, despacio.

Dentro del edificio, habían muchas personas con batas andando de un lado para el otro, con instrumentos en la mano y dando ordenes. Habían personas sentadas en las camillas, con dolores o hablando con los médicos.

Estaba tan abstracto con lo que había a su alrededor, que no vio a una joven vestida de enfermera, que se acercaba a ella.

ㄧHola... ¿estás sola?

La niña se giró al escuchar la voz, una voz muy dulce. La miró durante unos segundos, intentando averiguar que tipo de persona sería.

ㄧ¿Cómo te llamas? ㄧvolvió a preguntar la voz de la chica. ㄧ¿Estás bien?

Esa pregunta si sabía contestarla, y negó tranquilamente con la cabeza.

ㄧ¿Me dejas ver que te pasa?

Nunca, nadie, le había hecho tantas preguntas. Y mucho menos para saber si estaba bien.

ㄧVale. ㄧfue lo único que salió de su boca.

La chica la guio hasta una camilla y la subió en brazos, no sin antes preguntarle si podía hacerlo.

ㄧ¿Qué te duele?

ㄧTodo.

La chica le sonrió y le pidió que se quitará el vestido para darle una bata, así, al menos, estaría más abrigada.

ㄧVoy a traerte mantas, ¿vale? Parece que has estado fuera mucho rato y hace frio.

La chica se dio la vuelta y cerró con una cortina para darle algo más de intimidad mientras se cambiaba. 

Cuando se puso la bata y las mantas por encima, sintió un calor que nunca antes había sentido.

Se sintió protegida.

ㄧA ver... Lo primero que voy a hacerte es curarte ese corte que tienes en la mejilla, ¿puedo?

La pequeña asintió despacio, dejando que aquella extraña la tocará. Fue muy rápida y apenas le dolió lo que le hizo.

ㄧ¿Por qué vienes descalza?

ㄧLos zapatos que tengo me van pequeños...

ㄧ¿Y no tenías ningún abrigo? Tus padres deberían abrigarte, sobre todo ahora que ya estamos en invierno.

ㄧMis padres...

La chica sabía que si le preguntaba todo de golpe, se asustaría y se cerraría en banda, por eso, optó por ir poco a poco.

ㄧBueno, lo de la mejilla ya está. No era nada, tranquila. ㄧsintió los ojos de esa niña clavarse dentro de ella, y sin saber como, supo que esa niña no tenía familia. ㄧMe llamo María.

La enfermera siguió examinando a la niña, desde el corte de la mejilla, sus manos congeladas, los cortes de sus pies... Cuando llegó más abajo y consiguió que la niña la dejará mirar por todas partes, algo dentro de ella se removió inmensamente.

ㄧTengo que hablar con un médico, ¿puedes esperar aquí? ㄧla enfermera sintió el miedo que tenía la niña. ㄧPor favor, no voy a tardar mucho...

ㄧVale.

La enfermera casi salió corriendo.

Fue directa hacía su superior y con lágrimas en los ojos le explicó lo que había visto. O al menos, lo que creía que había visto.

Por dentro, ya había empezado a rezar para equivocarse.

ㄧ¿Estás segura de lo que dices? María... Es algo muy grave.

ㄧ¿Cree que no lo sé? Veo a esa niña y está aterrada pero también muy tranquila. Ella ha venido hasta aquí. Sola. A saber de donde ha salido, o con quién estaba...

ㄧ¿Pero estás segura?

ㄧCreo que sí. Por eso le he avisado, ¿puede verla usted? Tiene muchos desgarros... Es muy pequeña. Por favor.

ㄧEsta bien, iré.

Los dos fueron juntos hasta donde estaba la niña esperando, pero al ver al médico la niña empezó a gritar. No dejaba que se le acercará ni que la tocará.

ㄧ¡No! ¡Tú no! NO QUIERO.

ㄧSh, tranquila. Pequeña, es un médico, no te va a hacer nada malo, te lo prometo.

ㄧNo puedes prometerme nada, ¡no quiero que me toque! Por favor...

María oyó como la voz de la niña se desgarraba, llorando y abrazándose a ella con todas sus fuerzas. Si lo que había visto era real, si era verdad que habían abusado de ella... 

Era completamente normal que no quisiera que un hombre se le acercará.

Pero era el único que estaba de guardia, no habían chicas aún y necesitaban saberlo con seguridad.

Al final tuvieron que sedar a la pequeña para que estuviera quieta y poder examinarla.

ㄧVoy a tardar un rato, quiero hacerlo bien y estar seguro al cien por cien de esto...

María esperó pacientemente al lado de la pequeña, sin soltarle de la mano. Sabía que ahora mismo estaría sufriendo, sintiendo como su mundo se venía abajo... Y así, simplemente, la quiso.

Cundo el médico acabó y lo confirmó, María no pudo evitar echarse a llorar.

Por ella, por su vida, que siendo tan pequeña, había sufrido tanto. Pero se prometió a sí misma, que la protegería de todo. Que no volvería a dejar a esa niña sola, en un mundo tan cruel.

Cuando la dejaron allí, durmiendo, María salió al patio trasero a tomar el aire y llorar. Pero cuando se tranquilizó, hizo lo único que se le ocurrió.

Llamar a la policía.

Llamar a su marido.

ㄧ¿Sí?

ㄧSamuel... Tienes que ayudarme.

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