Capítulo 36

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Año 2020

ㄧ¿Habéis podido localizar la llamada?

Cuando salí de la habitación, Raquel estaba agachada junto a Samuel, intentando tranquilizarlo mientras esté, llamaba sin cesar a María.

ㄧSí... Y no. La señal se repite en muchas fábricas abandonadas, es imposible saber de dónde procede realmente la llamada.

ㄧ¡Joder!

Empezaba a cabrearme, a cansarme. 

Sentía como el peso de la investigación estaba cada vez más encima, y sobre todo, sentía como se nos acababa el tiempo.

ㄧ¿Has podido dar con María?

ㄧNo contesta al teléfono.

ㄧBueno... Hoy es martes, ¿no? Antes iba de voluntaria al hospital.

ㄧEs verdad, aún sigue haciéndolo. Iré a ver si está allí.

ㄧTe acompaño.

ㄧNo. Prefiero ir solo. ㄧSamuel se levantó de un saltó y salió casi corriendo de la comisaría.

ㄧJoder... Pues para ir con bastón va bastante rápido el tío. ㄧel comentario como no, salió de Oscar.

ㄧTengo la teoría desde que tenía dieciocho de que lo usa solo por moda. No porque lo necesite. ㄧle contesté.

ㄧ¿En serio?

ㄧPor Dios... Sois unos críos. Y tú la primera Núria.

Raquel volvió a su pequeña cueva mientras seguía metiéndose con nosotros.

ㄧ¿Quieres ir a cenar algo? Conozco un sushi que está cerca de aquí.

ㄧPues... debería irme a casa a dormir algo. Pero me muero de hambre.

ㄧSi quieres lo pedimos para llevar y nos lo comemos en el coche. Y te llevo a casa si quieres.

Cogí la chaqueta del despacho y nos fuimos hacía su coche. Llegamos al restaurante en menos de quince minutos mientras hablábamos del caso sin parar. 

Y de la conversación que había tenido con Rubén.

ㄧ¿Cómo supiste que era él?

ㄧEn realidad no lo sabía, al menos no al cien por cien. Pero... tú estabas conmigo en esa casa y viste esas habitaciones. Daban muy mal rollo, incluso más que mi habitación de trabajo.

ㄧLa verdad es que sí, pero estaba más centrado en ti que en la habitación. Me refiero a tu ataque de nervios o como se diga, no porque me fijará en ti.

ㄧYa, bien salvado.

Nos reímos de camino a mi casa y aparcó justo enfrente de la puerta mientras cenábamos allí mismo.

ㄧSabes qué podríamos haber entrado y cenar en mi salón, ¿verdad?

ㄧEs que no me has invitado a entrar.

ㄧ¿Necesitas que te digan que hacer siempre o qué?

ㄧOye, ¿por qué de repente te pones a la defensiva?

ㄧYo no estoy a la defensiva.

ㄧSi que lo estás. Siempre que estamos hablando tranquilamente buscas algo a lo que aferrarte y saltas a por ello.

ㄧ¿Pero qué dices?

ㄧLa verdad, Núria. Digo la verdad. ¿Por qué siempre te lo cargas todo?

ㄧNo sé de que coño estás hablando, Oscar. Pero de verdad, paso de discutir por esta gilipollez con un crío.

ㄧ¡Ah! Perdona, ¿ahora soy un crío? Te conviene mucho cuando quieres.

ㄧ¡¿Pero tú te estás oyendo?!

ㄧSí, me oigo perfectamente, ¡gracias! Y ahora, si no te importa, bájate del coche.

ㄧ¿Qué me...? ㄧme quedé boquiabierta, de piedra. Recogí la bolsa con la comida y me bajé del coche. ㄧ¿Sabes una cosa? Siempre te estás quejando de mis comentarios y de como te trato, de que digo que eres un crío y un niñato... Pero es justo como te estás comportando ahora mismo. ¿Tienes un problema conmigo? ¡Genial! Lo hablamos y lo solucionamos, pero nunca, en tu vida vuelvas a montarme un numerito como este.

Antes de que Oscar pudiera contestar, cerré la puerta de un portazo y subí corriendo hacía mi piso. 

En cuanto llegué y puse mis pies en casa, solté un gritó de fastidio que me salió de dentro.

ㄧ¡Joder! Pero... ¡serás imbécil! ㄧme dije a mí misma.

Entré directamente en el cuarto de baño y me di una ducha bien larga, repasando todas y cada una de las palabras que había dicho hoy. 

Como Samuel había perdido los papeles, como Rubén había contestado a todo, tranquilo y bajo control.

La conversación y la pelea con Oscar, que aún no sabía muy bien porque había sido.

Lo repasé todo una y otra vez hasta que la cabeza parecía que me iba a explotar.

Con el pelo aún húmedo, me senté en ropa interior en la cama, con el bote de las pastillas en la mano. Pero entonces... se me ocurrió, solo durante un segundo coger el bote que tenía guardado en el bolso.

El bote de pastillas que había llevado al lavatorio, para que Raquel lo examinará... El mismo frasco que me había vuelto a llevar a casa a escondidas, sin que Raquel ni Oscar se dieran cuenta.

¿Por qué no? Iba a ser solo una vez... Además, estaba encerrada en casa.

Me levanté y fui hacia la puerta de la habitación, donde estaba colgado el bolso. Me lo llevé a la cama, me senté y abrí el bote.

Solo iba a ser una vez, solo quería volver a sentir esa energía frenética... solo quería que se pasará para que después, llegará la calma que me había invadido en el coche de Oscar.

Había sentido tanta paz en ese momento, tanta tranquilidad... 

Que de verdad lo necesitaba.

Solo iba a ser una vez. 

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