Capítulo 15

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Año 1990

Llegué a casa exhausto, con los ojos cansados de repasar una y otra vez los expedientes de las víctimas, las cartas que el asesino había mandado... 

Todas y cada una de las pistas, que en realidad no eran muchas. 

Al abrir la puerta de casa, ni siquiera subí a la cama, solo me tiré en el sofá e intenté descansar.

Pero era inútil.

El caso se me había calado dentro y no encontraba el momento de que se acabara. 

Yo solo quería que todo esto finalizara, quería coger al cabrón que nos estaba complicando la vida, quería que Verónica volviera a casa... 

Quería volver a abrazarla, volver a oler su pelo, a tocar su piel blanca... Quería volver a tenerla entre mis brazos y no soltarla, resguardarla de cualquier peligro.

Ni siquiera noté que estaba llorando hasta que las lágrimas llegaron a mis labios, inundándolo todo. 

No noté que me quedé dormido, cansado de existir hasta que una alarma en el móvil sonó, una alarma que ni siquiera recordaba haber puesto. 

Me levanté de mala gana y fui hacia la cocina, llevaba sin comer desde aquella mañana porque Oliver siempre me traía la comida a la oficina... Y esta vez no había aparecido.

Busqué en la despensa, y cuando fui a la nevera a por una cerveza, frené de golpe cayendo en la cuenta de algo.

La marca.

La marca en el suelo.

Volví a agacharme para repasarla con mis dedos y tuve una sensación muy extraña en el cuerpo. Me di cuenta de que la marca salía de la nevera y sin saber muy bien por qué, empecé a moverla con todas mis fuerzas.

Pero cuando conseguí retirarla de la pared... Esa sensación de miedo volvió a mí, y no porque no existiera algo que explicará la señal que había en el suelo, sino porque lo que vi me incomodó tanto, que ese sentimiento se extendió por todo mi cuerpo. 

Había una puerta de metal abierta de par en par que daba a una especie de cobertizo.

En un principio no quise averiguar nada más, quise cerrar la puerta y volver a colocar la nevera de manera estratégica para que no se viera... 

Pero era policía y mi curiosidad me estaba gritando que me metiera de lleno en ello. 

Bufé, intentando encontrar algo que me hiciera pensar con claridad, ¿pero qué tenía que perder? Me metí por la puerta y di con unas viejas escaleras de madera.

Bajé por ellas con la pistola en la mano, por si acaso. Pero lo que me encontré al bajar me dejó más descolocado de lo que ya estaba. 

Enfrente, tenía dos puertas de madera con unas flores pintadas en el centro, y a diferencia de la puerta de metal, estaban cerradas y con un candado.

ㄧ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Me acerqué a una de las puertas y pegué con cuidado la oreja, para intentar oír algo. 

Quizás, la persona que había vivido allí antes... Tuviera algo que esconder.

No contestó nadie y me sentí estúpido por ir armado. ¡Estaba en mi casa! 

Si allí hubiera algo raro, yo lo sabría. Me di la vuelta riéndome de mí mismo, pero cuando estaba apunto de poner un pie en la escalera, oí un ruido detrás de mí.

Casi me muero del susto, pero lo único que pude hacer en ese momento, fue correr de nuevo junto a la puerta y volver a preguntar.

ㄧ¿¡Hola!?

Sentí como mi voz se rasgaba, como mi mente funcionaba a toda velocidad para intentar comprender que era lo que estaba pasando. 

¿Estaba soñando? Era lo más lógico. 

Pero de nuevo, oí el ruido. 

Era como si alguien arañase desde dentro la pared... Quizás era un animal encerrado.

No, eso no tenía sentido. 

Si hubiera sido un animal, ya debería estar muerto. 

Yo no sabía de la existencia del cobertizo hasta ese preciso momento, no había bajado allí en mi vida, así que lo más lógico era pensar que estaba soñando... 

O que había encontrado esto por casualidad y que la falta de sueño estaba creando una paranoia donde escuchaba ruidos.

Por un segundo pensé en serio que me estaba volviendo loco, pero solo había una manera de averiguar que estaba pasando.

Tenía que abrir las puertas y descubrir que había detrás de ellas.

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