Capítulo 52

3 1 0
                                    

Año 2020

Ocho meses después.

Seguía estando en casa de Núria. 

Sin trabajo y cada vez más desesperado. 

Había ido todos los días al bosque, buscando pruebas, buscándola. 

Pero siempre acababa andando en círculos... Y lo peor, era que siempre tenía la sensación de que alguien le observaba.

Aquel primer día, Oscar acabó encontrando su coche y se fue a casa de María, para hablar con Raquel. 

Cuando le contó lo que había pasado, que se había perdido y que se sentía extraño en aquel lugar, Oscar vio como los ojos de Raquel empezaban a humedecerse.

– Prométeme que no vas a volver, Oscar... Sé que crees que tienes que encontrarla tú, sé que... Sé que esto no es solo por ella, también es por Esther. Lo sé. Pero no servirá de nada si tú también desapareces.

Oscar prometió que si volvía al bosque, lo haría acompañado. 

Pero, ¿a quién quería engañar? Era cierto que a Oscar se le había ido pegando cosas de Núria, por ejemplo, su impulsividad. 

Al principio, cuando la conoció, no entendió ese afán por saltar al vacío, por jugársela siempre como si fuera inmortal. 

Y ahora él hacia lo mismo.

Quieras o no, cuando pasas tanto tiempo con alguien, y cuando ese alguien te importa, se te acaban pegando cosas de esa persona.

Oscar siguió yendo y viniendo al bosque, ocultándoselo a Raquel para no preocuparla, y solo los findes de semana iba con ella y con su marido, Joaquín. 

Recordó lo que pensó al verlo por primera vez; que no entendía como ella podía estar con alguien así. 

Pero cuando lo conoció de verdad, supo el por qué.

Raquel era una mujer viva, que hablaba por los codos y muy nerviosa. Aunque no lo pareciera; y esto lo achacó a que la personalidad de Núria no le permitía a Raquel ser del todo como ella era. Joaquín, en cambio, era todo lo contrario. 

Era un hombre muy tranquilo, que siempre buscaba la mano de su mujer cuando notaba que estaba nerviosa. Que hablaba poco, pero que cuando lo hacia, te dejaba pensando.

Además, era un buen hombre.

Uno de esos que cuando conoces, piensas que es imposible que haya en el mundo alguien así. Tan transparente, tan sincero. Pero él, era buena persona.

Tranquilizaba a Raquel.

La amaba por encima de todas las cosas, y eso se notaba simplemente en como la miraba.

Con un amor al que todo el mundo debería aspirar, un amor que todo el mundo debería sentir al menos una vez en la vida.

Hoy era sábado.

Y estaban en el coche los tres, yendo hacia el bosque mientras Raquel conducía. 

Oscar iba en la parte trasera, mirando como el matrimonio se daba la mano y se sonreía. 

Y de pronto, observándoles, sintió algo de envidia por no poder alcanzar ese tipo de amor donde ambos sienten devoción y respeto por la otra persona.

– ¿Has traído el mapa, Oscar? – preguntó Joaquín mientras se giraba hacia él.

– Sí... Fue buena idea traerlo el mes pasado, así no vamos revisando continuamente lo mismo una y otra vez.

– Oye, os quería hacer una pregunta. ¿Creéis que los encontraremos con vida? Ha pasado ocho meses...

Oscar, pensó que aquello sería una encerrona. 

Ya había pasado más de una vez en la que Joaquín había hecho preguntas... Para que se pusieran a pensar en dejar de buscar a Núria. 

En darse por vencidos.

Y estaba seguro que aquello era cosa de los dos, solo que Raquel no era capaz de decirlo en voz alta. Él la entendía, no era estúpido. 

Sabía que habiendo pasado ocho meses, era casi imposible encontrar a Núria y a Samuel con vida.

Era una misión suicida.

Pero Oscar se negaba a pensar en la muerte de sus compañeros.

Era algo que no podía permitirse.

– Creo que es muy difícil encontrarlos con vida, Joaquín. Pero no voy a dejar de buscarlos. A mí me gustaría que encontraran mi cuerpo y me enterraran como es debido; al menos deberíamos darle a María un sitio al que ir a llorar la muerte de su hija y de su marido, ¿no crees?

Oscar dijo una verdad a medias. 

Era cierto que pensaba en que a él le gustaría que lo encontraran si esa fuera la situación, pero obvió el hecho de que pensara, con todo su corazón, que aún seguían con vida.

– Tienes razón... – susurró Raquel, pensando que su amigo, por fin, había visto la cruda realidad.

Al llegar al bosque, anduvieron un par de kilómetros hacia dentro, hasta llegar al punto donde se habían quedado la última vez. 

Lo que ella no sabía, era que Oscar ya había estado allí, el día anterior hasta las dos de la madrugada.

– Vale, nos separamos aquí y volvemos a este punto dentro de dos horas.

– Oscar, ya sabes que no me gusta que vayamos separados... – Pero cuando Raquel lo dijo, ya era demasiado tarde. Oscar ya se había dio por su cuenta.

– Deja que vaya solo, creo que necesita pensar.

– Ese es el problema amor, que lleva demasiado tiempo solo. Me da miedo que se obsesione con esto... A veces me recuerda mucho a Núria.

– ¿A Núria?

– Sí, se parecen bastante.

– Entonces, si se parece tanto a Núria, estará bien.

La pareja siguió buscando por su cuenta, sin muchas esperanzas. 

Lo cierto era que aquellas salidas a Raquel la destrozaban; no solo porque cada vez que volvía a casa lo hacía llorando porque no había encontrado a su mejor amiga, sino porque María llamaba cada lunes, preguntando si había encontrado algo.

Alguna pista.

Y cada lunes tenía que decirle que no, que aquel fin de semana había sido en vano.

Y esa madre, acababa hundida.

Había pasado hora y media cuando Joaquín marcó un punto rojo en el mapa y ambos se dieron la vuelta, para encontrarse de nuevo con Oscar. 

Pero cunado llegaron, Oscar no estaba, aún no había vuelto.

– Se habrá entretenido con algo, esperémosle aquí.

Raquel y Joaquín se sentaron en un viejo tronco que estaba caído y se pusieron a charlar un poco sobre todo y nada, cuando oyeron a alguien acercarse. 

Se giraron, esperando encontrarse con un Oscar cabizbajo, pero en cambio, oyeron como los pasos se acercaban corriendo.

Se levantaron de repente al ver como Oscar llegaba con la respiración entrecortada.

– ¿Qué te pasa? – preguntó Raquel, asustada.

– He visto algo.

InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora