Capítulo 40

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Año 2018

Cadena de televisión.

Nunca pensó que pudiera hacerlo. 

No se consideraba una de esas mujeres que disfrutaban de mucha atención, quizás solo la necesitará durante momentos específicos pero, ¿esto? 

Era la primera agente de policía invitada a un programa de televisión, y todo porque era una mujer menor de veintinueve años que había llegado a ser inspectora de policía; la primera en conseguirlo tan joven.

Todo por la edad, y por ser mujer.

Antes de que ella llegará al cuerpo de policía, había estado otra mujer al mando, más mayor que ella, pero también mucho más inteligente y precavida. 

Al menos eso pensaba Núria.

ㄧ¿Está preparada?

ㄧEso creo. ㄧcontestó alisándose inconscientemente los pantalones, nerviosa.

La presentaron como a una heroína, como si allí mismo estuviera sentada la Capitán Marvel, o al menos eso creyó ella. 

La pintaron como una mujer centrada al milímetro en su trabajo, cosa que era cierta.

ㄧSí, el ser policía es un trabajo duro y mucho más en estos tiempos... Pero tiene algo que a mí personalmente me reconforta. Siempre tuve claro que quería hacer esto.

ㄧEso es genial. Me parece admirable todo su trabajo e incluso siendo tan joven... Y estando sola.

ㄧBueno, eso no es del todo cierto. Una investigación policial no la lleva una sola persona, ¿sabe? Detrás hay un gran trabajo realizado por unos profesionales magníficos, y además, da la casualidad de que también son unas grandes personas.

Obviamente, el presentador no dijo aquello refiriéndose a la vida en el trabajo de la inspectora, y ella lo sabía. 

Pero no quiso darle el gusto de decir delante de millones de personas que "era una mujer tan centrada en su trabajo, que era incapaz de llevar una relación sentimental"

Aquello era cierto, pero se negaba a admitirlo delante de semejante persona; si es que podemos llamar así a Pol, el presentador de las noticias que llevaba más de veinte años en esa cadena. 

Y que de vez en cuando hacía programas de este tipo, y que además, siempre se dejaba para el final el postre, algo que conseguía que los espectadores desde casa se llevaran las manos a la cabeza.

ㄧVaya, eso ha sido precioso, inspectora. Deben quererla mucho en su unidad. Tengo una última pregunta antes de acabar el programa, sí es que aún tenemos tiempo... Me dicen que nos da para una más, si es que no le importa, claro.

ㄧPor supuesto, he venido para contestar sus preguntas. ㄧrespondió con una sonrisa.

ㄧTengo entendido, como creo que todo el mundo sabe, que quien quiere ser admitido en la policía debe pasar un examen físico y otro psicológico, ¿cierto?

ㄧSí.

ㄧ¿Y cómo es que pudo usted pasar el psicológico?

Pol dejó unos segundos de silencio donde se dijeron muchas cosas: la sonrisa falsa de Núria siguió intacta, pero en sus ojos se veía el fuego, las ganas de querer saltar de la silla y meterle una bala entre ceja y ceja; mientras que el presentador se acomodaba en su silla de terciopelo azul, esperando a que su presa tartamudeará o se fuera de aquella sala, para acabar el programa a lo grande.

Era lo que él esperaba, lo que siempre pasaba.

Pero no conocía a Núria.

ㄧLo digo sin ánimo de ofenderla. Es que ha llegado a mis oídos que estuvo usted...

ㄧIngresada en un hospital psiquiátrico cuando era pequeña, así es. La verdad es que sufría algunos traumas infantiles porque mis padres biológicos me abandonaron en un hospital, ¿Qué niña de siete años no necesitaría ayuda para comprender por qué sus padres no la querían? Pol, nunca pensé que usted sería uno de esos hombres achacados a la antigua, que piensa que la psicología no sirve para nada. Y en mi caso, puedo asegurarle que me salvó la vida; eso y mis maravillosos padres de acogida, María y Samuel.

El programa se reprodujo en todas las televisiones del país e incluso llegó por medio de YouTube a otros países. 

Todo el mundo quiso ver la lección que se le dio al arrogante presentador del telediario.

Pero en un pequeño pueblo alejado del mundo, muy al Norte de donde se estaba emitiendo el programa; un hombre cansado de esperar una señal y agotado de reprimirse a sí mismo, escuchó aquella entrevista, escuchó esa voz que le resultó tan familiar; y cuando dejó la taza de café en la barra y levantó la mirada hacía la pequeña televisión, la vio.

Núria.

Verónica.

Su niña.

Y como si alguien lo hubiera hecho sin querer, despertó de un profundo sueño que había durado veintidós años.

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