Capítulo 51

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Dos semanas

Cuando la luz cruzó de nuevo toda la habitación, Núria se encogió en la cama, suplicando hacia sus adentros que por la puerta apareciera Oscar o Raquel; porque a aquellas alturas y después de haber oído los gritos, sabía que Samuel estaba allí.

Después de que Rubén saliera de dentro de ella, le acariciara el pelo y le dijera cuanto la había echado de menos, unió los puntos.

Supo que en el algún momento de su pasado, aunque no lo recordara, ella había formado parte de él, de Natalia. 

De aquella "familia".

Poco a poco, un rostro que le era familiar, aparecía en su cabeza cada vez que cerraba los ojos. 

Era Verónica.

Pero la auténtica, su madre.

Aunque ese nombre realmente lo guardaba para María.

Poco a poco, comprendió que toda había sido un juego hecho por Rubén: como quien coloca en un laberinto un trozo de comida y suelta a alguna cobaya en el lado contrario, esperando que siga el olor hasta la trampa.

Eso era lo que había estado haciendo Rubén con ella desde el primer momento, ir dejando migas de pan, no para que Núria lo encontrara, no. 

No había dejado pistas para eso. 

Pero sí para advertirla de que iba a ir a buscarla.

Cuando Rubén la dejó sola, supo que no muy lejos de allí, estaba Samuel; aunque no sabía si aún estaba vivo o no.

Supo, que allí estaba su padre.

El de verdad.

El que la había aceptado tal y como era, aunque fuera un desastre. 

El que le enseñó a disparar y a cazar. 

El que le echó una brinca día sí y día también cuando se escapa de casa.

Con quien compartió su primera cerveza, quizá demasiado pronto.

Con quien lloro cuando se graduó en la academia.

Quien la había protegido toda su vida.

Quien la había amado como un padre debe amar a su hija, por encima de todas las cosas.

Cuando Núria se dio cuenta de todo eso, se echó a llorar.

No lloró porque Rubén acabara de quitarle una parte importante de ella, una que probablemente nunca recuperaría.

Lloró porque arrastró hacia allí a su padre.

Lloró porque no sabía si estaba con vida.

Lloró porque no recordaba la última vez que le había dicho "te quiero".

Cada vez que le miraba a esos ojos azules, llenos de bondad, lo pensaba. Pero hacía muchísimo tiempo que no lo decía en voz alta.

Años, en realidad.

Cuando la luz cruzó de nuevo toda la habitación, espero verlo a él, de nuevo. 

Esperando volver a robarle otra parte de ella.

Pero allí solo había una chica con el pelo negro, demasiado largo y descalza.

Que la miraba con desprecio.

No era Rubén.

No era Oscar ni Raquel.

Era Natalia, su hermana.

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