Capítulo 35

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Año 1996

Cabaña del bosque

Día 0.

Rubén llegó con las bolsas de la compra hasta la puerta, sacó las llaves del bolsillo izquierdo mientras miraba a sus hijas en la ventana. Abrió los dos candados de la puerta y la abrió de par en par.

ㄧ¡Buenos días, amores! Veo que ya estáis despiertas... ¡Y qué bien huele!

Entró sonriendo cuando notó a sus hijas andar hacía él, una pequeña parte le gritó que corriera a cerrar la puerta, porque eran mujeres.

Y todas las mujeres de su vida eran iguales, mentiras, dañinas, unas hijas de puta. 

Pero pronto sintió el alivio de los labios de Natalia en los suyos.

Un pequeño beso que a priori no significaba nada, pero para ellos dos, en ese mundo tan retorcido que él mismo había creado, lo era todo.

Significaba que ella le entendía, que no era como las demás. Que se cuidaban el uno al otro, que había una complicidad que solo ellos dos entendían. 

Y ángel, sabía que eso era mucho más peligroso que la violencia.

Que alguien fuera capaz de meterse dentro de ti, de tu subconsciente y arrancarte hasta lo más profundo, hasta todo tu ser y manejarlo como él quisiera, sin que tú te dieras cuenta de que eras una víctima. 

Natalia se había creído las mil mentiras de Rubén, porque así era más fácil vivir.

ㄧ¿No me das un beso? ㄧla pregunta la sacó de sus pensamientos, y por un segundo, se miraron fijamente.

Pero al final, ángel se acercó lentamente, sonrió como pudo y le dio un pequeño y leve beso en los labios.

Cuando se apartó volvió a sonreír.

Sabía que para hacer lo que tenía que hacer, debía de hacer la actuación de su vida.

ㄧOs he echado de menos, tres horas me parecen una eternidad.

ㄧNosotras también te hemos echado de menos. ㄧÁngel se adelantó a su hermana y agarró las bolsas de las manos de su padre, sonriéndole y poniendo su mejor cara.

"Por fin", pensó Rubén, "al fin se ha dado cuenta de todo lo que la quiero, ahora será más fácil".

ㄧDe hecho, Verónica y yo hemos estado haciendo tu plato favorito, ¿a que sí, Verónica?

ㄧ¡Si! ¡Espero que nos haya salido bien!

ㄧSois las mejores... no sé que haría sin vosotras, sin mis niñas.

Ángel se rio y acompañó a su padre hasta la cocina, sintiendo el metal del cuchillo en su piel, bajo la manga.

ㄧ¿Solo habéis hecho eso?

ㄧSí. ㄧcontestó rápido y cuando ambos se miraron a los ojos, sintió una repulsión tan grande que le entraron ganas de vomitar, pero debía hacerlo. ㄧEs que sin ti nos aburrimos mucho...

La cara de Rubén se iluminó e incluso se olvidó de todo lo demás. De que estaban en una cabaña en medio del bosque, de que esas niñas, eran sus hijas. 

Y sobre todo, de que el frío del invierno estaba entrando por la puerta abierta de la casa.

ㄧSiéntate conmigo, Verónica.

Rubén se sentó en el sofá, y su hija se sentó corriendo a su lado, solo una de ellas. La otra estaba a unos metros de distancia, con la mirada puesta en las manos de su padre.

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