Capítulo 18

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Año 1990

Me desperté tiritando en el suelo de la cocina, boca abajo y sin camisa. 

¿Qué hacía allí tirado? 

Me levanté despacio, quejándome de un dolor en el cuello que empezaba a molestarme y cuando miré el reloj vi que eran las dos de la mañana.

Sin darme cuenta fui subiendo las escaleras, olvidándome por completo del por qué había despertado tirado en el suelo.

Pasé por el pasillo dispuesto a dormir en la habitación de invitados, pero la puerta de mi dormitorio estaba entreabierta. Nuestra habitación. 

Desde que Verónica se había marchado no había vuelto a entrar... Pero una voz dentro de mi casi me gritó que entrara.

ㄧ¿A qué le tienes miedo?

Entré.

Entré despacio, queriendo recordar la última vez que estuve allí... Su pelo estaba esparcido por la cama y ella sonreía. 

Cerré los ojos de golpe por el peso de los recuerdos: la primera vez que la vi entrando en la biblioteca del instituto, nuestra primera cita en aquel viejo autocine, los primeros besos necesitados de dos adolescentes, nuestra boda, las peleas, los... 

¿Cómo había sido capaz de dejarme? Habría dado mi vida por la de ella, habría matado por ella si me lo pedía.

Y sin quererlo, esa tristeza que se instaló en mi pecho fue encendiéndose cada vez más, hasta convertirse en rencor, en odio.

Me metí en la ducha con la intención de calmarme y echarme en la cama un par de horas, pero cuando me miré al espejo vi una imagen que pasó volando delante de mí.

Observé en silencio una sonrisa torcida que no reconocí en mis labios y unos ojos abiertos mirando el techo del cuarto de baño. 

Aquella sonrisa me heló el alma... y siendo sinceros no sé que fue lo que me empujó a hacerlo. 

De un momento a otro estaba subido a la taza del inodoro, empujando la rejilla de ventilación. Cuando me di cuenta de lo absurdo que era aquello, ya era demasiado tarde. 

Yo ya lo había visto.

Al fondo, había una pequeña bolsa de plástico y dentro de ella, una libreta forrada de color negro oscuro.

ㄧPero... ¿Esto qué coño es? ㄧme pregunté a mi mismo.

Bajé y me senté en el tocador de mi mujer, frente al espejo y abrí la libreta. 

En cuanto lo hice, una sensación de familiaridad me embriagó por completo y lo primero que pensé, fue que era de Verónica. 

Podía ser algún diario que escondió y se dejó. Pero en cuanto lo abrí por la primera página, me di cuenta de que aquella era mi letra. 

Y empecé a leer despacio:

"Año 1989: No recuerdo muy bien el momento en el que empecé a apretar su cuello... Solo recuerdo la sensación de liberarme de unas cadenas enormes. Se ha ido, lo sé, pero fue culpa suya. Ella intentó arrebatármelas."

Cerré la libreta de golpe, ¿Qué eran todas esas palabras? Yo no recordaba haber escrito absolutamente nada de eso... Y aún así, era mi letra. No entendí porque volví a abrirla y seguí leyendo, pero lo hice.

"Año 1990, enero: No para de llorar y yo ya no sé que más hacer para que la casa esté en silencio. Me están volviendo loco... Quizás con su madre estarían mejor..."

Pasé la página con cuidado y continué:

"11 de enero: He intentado que estén con ella para que dejaran de llorar y de sufrir... Pero al poner mis manos en su cuello, he visto sus ojos. Dios, se parecen tanto que no puedo hacerlo. Quizás sea diferente con ellas, quizás sepan quererme como ella nunca supo. Son mías. Y no voy a dejar que nadie me las quite."

"1 de marzo: Casi pierdo los papeles en el trabajo... Una chica llegó llorando desconsolada cubierta de moratones y no pudimos hacer nada. Fui al juicio y desestimaron el caso por faltas de pruebas. ¡Por el amor de Dios! ¿Es en serio? ¿Es que no somos capaces de darnos cuenta de lo mucho que valen las mujeres? ¿De qué nos dan cien mil vueltas? Verónica no merecía estar con nosotros porque nos quería separar, es cierto, pero hay muchas mujeres ahí fuera que valen muchísimo y no paran de sufrir... Esto no puede seguir así."

No pude seguir leyendo, no entendía nada. ¿Esto qué era? ¿Una broma? Era mi letra, si... Pero esas palabras no eran mías. 

Yo no escribía con tanta furia, yo no sentía esas cosas... Y yo no le había hecho nada a Verónica. 

Era el amor de mi vida, me casé con ella aún teniendo a toda mi familia en mi contra, la quería... Y no sabía a que se refería con lo de ellas... ¿A quién quería separar Verónica de mí?

ㄧEres un cobarde, ¡sigue leyendo!

La voz sonó por toda la habitación y por un momento, pensé que Oliver había entrado en casa.

 Pero cuando me giré, allí no había nadie. 

¿Me había hablado a mí mismo? Sentí como el corazón se me disparara a mil por hora, como el pulso subía y mi vista se nubló un poco, cuando volví a oír la voz.

ㄧ¿No me has oído? ¡Lee!

ㄧ¿¡Quién está ahí!? ㄧgrité la pregunta tan alto que sentí un dolor en la garganta, pero no me importó.

ㄧLee... ㄧsusurró.

La voz no provenía de mi, pero tenía mi tono. Las palabras no salían de mi boca... Pero las oía dentro de mí.

Me armé de valor, y leí la última nota del cuaderno, de hacía apenas unas semanas:

"1990: Sinceramente, he perdido la cuenta. No sé que día es ni la hora, y me importa bien poco. Hoy he sentido la adrenalina en el cuerpo. He investigado un poco y he seguido a un chico... Su novia es preciosa. Y él no se la merece, la engaña, le mienta... Y he acabado con las mentiras. Verónica estaría orgullosa de mí. Hugo no va a volver a hacer daño a nadie, no volverá a comprar a su hermana nunca más... Ahora el mundo está algo más libre de hombres que solo son basura. Ahora, duermo más tranquilo sabiendo que mis hijas viven en un mundo con algo menos de dolor". 

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