Prólogo: Cuenta la leyenda...

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Hace miles de años, cuando los vivos temían a lo que ocurría después de la muerte, comenzaron a vagar por la tierra tras su deceso, sin poder cruzar a la tierra de los muertos, donde Nayim y Make (dioses del mundo de los espíritus), los esperaban con ansias. Las almas no cruzaban por temor, por sus deseos sin cumplir, por no abandonar a los suyos, por deseo de vengar, y eso ponía a los dioses tristes.

Cuenta la leyenda que los dioses del mundo de los muertos decidieron adoptar a los vivos como sus hijos, con la intención de que dejaran de lado esas ideas y tomaran rumbo al descanso eterno, pero todos se negaron, aquello significaba que verían las almas de aquellos que se niegan a irse y caminan invisibles entre los vivos, por lo que muy pocos decidieron aceptar esa curiosa petición.

Fueron familias muy pequeñas las que aceptaron esta condición, aceptaron para servirles y ayudarlos a encaminar a las almas en su sueño infinito, y así se concedió. Les llamaron "guardianes aamusan", su misión sería crear santuarios para las almas que no pueden cruzar, y proteger a los vivos de sus intenciones.

Los aamusan se convirtieron en guerreros, y dieron captura a aquellos espectros que dominaban a las ánimas, encerrándolas y protegiéndolas bajo poderosos sellos, y crearon santuarios para resguardarlas. Bajo la custodia de las "paruka": Ilusión, Luz, Sombra y Pensamiento, se encargan de salvaguardar el orden entre lo terrenal y lo astral.

Actualmente, los santuarios están dispersos en todo el mundo, y las familias ancestrales se mantienen al tanto de los sellos que cada lugar protege, siendo un oficio de generaciones.

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