[1] Bajo las Luces de París [Miraculous Ladybug & ChatNoir]

Capítulo 2

Las imágenes que uso para ilustrar la historia no son mías, sino que las encuentro en google.

Adrien/ChatNoir:
Le hice una reverencia, y comencé a saltar por los tejados de París, hasta que llegué a mi casa. Entré por la ventana, y me fui a la cama.

—Plagg, garras fuera—dije, en un suspiro.

—Estás loco—protestó Plagg, molesto.

—¿Por qué?—pregunté, confundido.

—¿Cómo le vas a decir a Marinette que le confiese sus sentimientos a Adrien?

—Plagg, creo que ella es Ladybug.

—Sabes que no pueden conocer sus identidades secretas.

—Nadie se va a enterar, seré cuidadoso.

—¿Y si Marinette no es Ladybug? ¿Le vas a romper el corazón?—cuestionó.

—Jamás le haría daño a Marinette, yo la quiero de verdad, y si no es Ladybug, pues no me importa porque Marinette es maravillosa. Creo que ella es Ladybug por ciertas similitudes que he notado, y eso explicaría por qué estoy enamorado tanto de ella, como de Ladybug. Quizás, es porque son la misma persona, y me enamoré de cada parte de ella.

Plagg rodó los ojos, pero mi kwami no lograba engañarme. Fingió indiferencia y disgusto, pero se le notaba que, en el fondo, estaba feliz. Él sabía quién era Ladybug, solo... no me lo podía decir, pero se le notaba que quería con todas sus fuerzas que yo lo descifrara.

—Tú sabrás lo qué haces, Adrien, ahora ¡dame mi queso!—dijo, tratando de parecer enojado.

—Toma tu queso—dije, con una sonrisa mientras le daba su trozo de camembert.

Me tiré en mi cama, y sonreí. De verdad deseaba tener razón, eso significaría que las dos chicas más importantes de mi vida serían la misma persona: el amor de mi vida, y también significaría que ella al fin me correspondería, que lo hizo todo este tiempo, solo que ambos estábamos demasiado ciegos como para verlo.

(Imagen encontrada en google)

Al día siguiente.

—Adrien, ¿por qué no hablas con tu padre? Cuéntale cómo te sientes—Resonó la voz de Marinette en mi cabeza, lo que me había dicho en una de nuestras conversaciones que tuvimos en nuestro lugar secreto.

—No creo poder hacerlo sin que mis sentimientos me dominen—Le respondí aquella vez.

—Creo que si le dejas ver como te sientes, te ayudará—insistió ella.

Sus palabras me dieron valor, y ya había tenido suficiente de la indiferencia de mi padre. Si no iba a estar aquí para mí cuando lo necesitaba, ¿para qué me quería tener en esa casa encerrado?