Capítulo 15

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Las imágenes que uso para ilustrar la historia no son mías, sino que las encuentro en google.

Alya:
Estaba preocupada por Marinette, ya no era la misma, desde aquel fatídico día. Su sonrisa había desaparecido, seguía tropezándose con todo, pero ya no era por la linda ilusión de un romance, ahora, era porque simplemente, no le importaba lastimarse.

Siempre que le decía que tuviera más cuidado, ella argumentaba que ¿cuál era el punto de ser cuidadosa, si rota, ya estaba, pero por dentro? Y eso le dolía más que cualquier golpe...

Me dolía ver a mi amiga así, pero por otro lado, la entendía. Yo había sido testigo de su amor por Adrien, desde el primer día que lo vió, y de cómo ese amor fue creciendo poco a poco, hasta que lo perdió, y se convirtió en ese dolor tan fuerte que siente ella ahora. Recuerdo claramente el momento en el que se le ocurrió que podría traer de regreso a Adrien. Sus ojos se iluminaron ese día, pero se habían ido apagando, con la falta de resultados en nuestra búsqueda.

Flashback de Alya:
(Una semana después de la batalla final)

Estaba visitando a Marinette, como cada día. Mi pobre amiga la estaba pasando fatal, y a veces, sentía ganas de ir a hacerle una visita a ese maldito de Gabriel Agreste en la prisión, para decirle unas cuantas cosas en la cara.

Por otro lado, mis padres le recomendaron a los de Marinette una buena psicóloga para que ayudara con la depresión en la que estaba hundida su hija, pero los padres de Marinette mintieron, alegando que ella ya iba a terapia, cuando en realidad, no lo hacía.

Yo los entendía, sabíamos que un terapeuta no le ayudaría a su hija porque ella no podría decir todo lo que le ocurría en terapia, y ellos no someterían a su hija a arriesgarse a exponer sus secretos con una extraña, secretos que guardaba por su propia seguridad, y de los cuaes, sus padres estaban enterados.

—Aquí esta su almuerzo—me dijo la señora Sabine, un poco triste—Asegurate de que coma, por favor. A noche no quiso cenar, y esta mañana, no hubo poder humano que la hiciera desayunar. Ni siquiera Tikki pudo convencerla.

—No se preocuoe, señora Sabine—dije, con un falso tono alegre, tratando de animar a la mamá de mi amiga—Yo tengo mi súper poder oculto, le aseguro que haré que esa chica obstinada coma.

Tomé la bandeja en mis manos, y subí hasta el cuarto de Marinette, al cual, entré, falsificando una sonrisa para transmitirle buenas vibras, y quizás, solo quizás, hacerla sentir un poco mejor.

—¡Hola hola!—dije, con tono de voz alegre—¿Cómo está mi chica favorita?

—Igual que hace una semana—me respondió, sin quitar la vista del dibujo que estaba haciendo.

—¿Seguro?—seguí intentando, mientras caminaba hasta su escritorio, en donde se encontraba sentada, aún en su pijama—¿Ni un poquito mejor?

Me detuve al ver lo que estaba dibujando. Era nada más y nada menos que ese rostro, según ella, perfecto, que le quitaba el sueño, y que con su partida, se había llevado su sonrisa, y sus ganas de vivir.

Ya no se hacía las dos coletas en el pelo. Ahora, era solo una cola de caballo baja, hecha solo para que su cabello no le molestara en el rostro. Marinette se había dedicado a dibujar a Adrien y a Chat Noir, ya había llenado tres cuadernos, y solo llevaba haciéndolo menos de una semana. Puse la bandeja en un lado del escritorio, y fingí ignorar lo que estaba haciendo.

—Tu mamá te preguntó esta rica comida—dije.

—Si está tan rica, pues mejor te la comes tú, y así mi mamá me deja en paz.

[1] Bajo las Luces de París [Miraculous Ladybug & ChatNoir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora