3 - Lo que debe hacerse

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Un día la salud de su abuela empeoró de golpe

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Un día la salud de su abuela empeoró de golpe.

Nevan era el encargado de llevarle el desayuno pero cuando la llamó tres veces y no obtuvo respuesta corrió hacia ella y vio con horror que no reaccionaba.

Horas después, cuando el doctor de la ciudad había terminado de examinarla, dijo haber conseguido hacerle beber una poción que la reanimaría, pero que su condición ya no tenía vuelta atrás.

Solo allí Nevan se enteró de boca de su padre que su abuela había estado enferma por mucho tiempo. Una enfermedad aún desconocida la afectaba desde dentro hacia afuera, devorando sus órganos poco a poco haciendo que estos dejaran de funcionar lentamente. Un proceso que se había alargado por más de tres años.

Con el tiempo también había afectado sus músculos, por eso era incapaz de caminar por su cuenta grandes distancias, pero ahora seguramente no volvería a dejar esa cama.

Cuando el doctor se fue Nevan y sus padres se quedaron acompañando a su abuela, todos sumidos en un largo y pesado silencio mientras el muchacho asimilaba todo lo que acababa de oír, a la vez que una horrible y familiar sensación de pánico calaba por su espalda.

<<Theo... Callie... ¿Ahora la abuela también...?>>

—Me dijeron que solo eran cosas menores, algo normal de su edad —dijo él, sin mirar a sus padres.

—Ella nos pidió que te dijéramos eso.

Nevan quiso romper algo. Se llevó ambas manos a la cara, fue hasta la pared más cercana y pateó con fuerza, provocando un estruendo que retumbó por toda la habitación, manteniendo los dientes apretados por temor a decir algo de lo que después se arrepentiría.

Y estuvo rumiando esa clase de pensamientos oscuros hasta que de pronto sintió el tacto cálido de una mano ajena tocar una de las suyas. Cuando se dio la vuelta encontró el rostro cansado de su madre, con sus ojos enrojecidos por las lágrimas derramadas y una sonrisa eternamente gentil en sus labios.

Madya Grant tomó una de las manos de su hijo entre las suyas y la estrechó con cuidado y firmeza al mismo tiempo.

—Tu abuela siempre dijo que no estiraría la pata hasta que volvieras a casa —dijo ella en un murmullo—. Quizás ahora que ha podido estar contigo siente que ha llegado su hora.

Nevan se sujetó a su rabia, usándola como medio para mantenerse firme, pero en el instante que abrió la boca con la intención de reclamar solo emitió un quejido. Su fachada se desmoronó al instante, su visión se nubló y cuando habló lo hizo en un tono agudo y tembloroso.

—¿... No hay algo que pueda hacer? No soy experto en medicina pero en Marvelir quizás haya alguien que sepa-...

—Tu hermano dijo lo mismo —tras ellos su padre mantuvo la mirada agachada mientras pasaba una mano por su rostro—. Iba a hacer el viaje pero tu abuela le convenció de no hacerlo.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora