Interludio 3: Noticias y paquetes

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Terian arrugó la carta en sus manos y la arrojó al fuego, mascullando una maldición

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Terian arrugó la carta en sus manos y la arrojó al fuego, mascullando una maldición.

Su correspondencia con aquel mago jamás había sido otra cosa que cansina, pero aún con los insultos dando vueltas en su mente, los restos de una sonrisa amarga aparecieron en un costado de sus labios.

—Este imbécil se marchó para siempre pero me sigue dando trabajo.

El día que Almeric Grant anunció que se marchaba para siempre de Raolk fue uno lleno de ruido.

Años atrás, cuando Raolk no era más que un puerto diminuto olvidado de la mano de los dioses, ese muchacho sin un solo tornillo firme había regresado luego de años de estudio en una academia de magos y transformó ese lugar en el puerto más importante de la región.

Terian y la gran mayoría de los que conformaban su banda habrían muerto de hambre en las calles y carreteras entre ciudades, nadie jamás había mirado atrás por ellos, mucho menos tendido una mano, pero Almeric Grant les dio una nueva oportunidad en la vida.

Les dio a cada uno lo que querían, sea esto comida, techo, trabajo o propósito, y por eso cada quien sentía gratitud y ansias por devolver lo que les había sido otorgado, pero en el momento que cualquiera de ellos siquiera hacía una mínima mención de ello, era rechazado.

—No necesito la lealtad de ninguno de ustedes —había dicho el mago—. Solo vivan como mejor les parezca cuando no estén haciendo mis recados.

Muchos en el grupo le veían como un salvador, pero Almeric Grant jamás fue un líder. No, para eso la trajo a ella.

A Terian le gustaba Raolk.

Era una buena ciudad. Pintoresca, de gente cálida y trabajadora. La comida era buena, barata, y ella podía verse viviendo allí el resto de sus días con calma, pero también sabía que podía ser complicado.

Como a todos los demás Almeric le había salvado de las calles, al borde de la muerte, y había dejado Raolk a su cargo sin siquiera darle oportunidad para pensarlo.

A día de hoy Terian aún no estaba segura cómo fue que se las arregló para no caer en crisis, pero con el lento paso de los años logró hacerse con el control de lo que ocurría en las sombras de Raolk.

La gente común, quienes se levantaban cada mañana a trabajar con esmero, los grandes beneficiarios de la paz... Ninguno sabía lo que realmente pasaba cuando caía el sol, cuando nadie miraba.

Terian lo prefería de esa forma. Nadie necesitaba saber esas cosas, y con que ella y su grupo se ensuciasen las manos era más que suficiente.

Pero no siempre era fácil. Ella también había dudado, aún temía, y si Almeric de verdad de había marchado entonces nada le aseguraba que todo continuaría de la misma forma.

<<Deja de buscar excusas Terian, no puedo sujetarte de la mano el resto de tu vida.>>

Siempre que hablaban el mago decía algo frío para acabar la conversación, y aunque Terian debía haberse acostumbrado luego de años del mismo trato, una parte de ella seguía lamentándose.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora